Aldemar Ríos


HAROLD MOSQUERA RIVAS

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En diciembre de 1992 recibí el título de abogado de la Universidad del Cauca y en enero del año siguiente conocí a Aldemar Ríos, un colega abogado de Santander de Quilichao, que se había vinculado a la Procuraduría General de la Nación; en ese órgano de control conocí también al doctor Naun Muñoz y Máximo Alfredo Londoño, quienes compartían amistad y fraternidad en aquellos tiempos posteriores a la promulgación de la Constitución Política de 1991 cuando la expectativa de un nuevo orden jurídico y social llenaba de esperanzas todos los rincones de la patria.

Aldemar fue luego gerente de la Licorera del Cauca y posteriormente alcalde de Santander de Quilichao, integrando un equipo de gobierno del cual salieron sus sucesores en la alcaldía quilichagüeña, como Ricardo Cifuentes, Carlos Julio Bonilla y Eduardo Grijalba.

Aún recuerdo los encuentros de la colonia norte caucana con él en Popayán, hablando de política y derecho, del futuro de la región, del conflicto armado y de tantos temas que permanecen en el tiempo y tan solo van cambiando los protagonistas de los acontecimientos.

Aldemar tuvo la osadía de recomendarme como abogado ante personas destacadas de la región, cuando apenas estrenaba mi tarjeta profesional de abogado y esos clientes fueron la base de mi proyección profesional, pues lo usual es que nadie se atreva a recomendar a un abogado recién egresado, ya que como decía el maestro Lalo Simmonds: No hay juristas precoces.

Por todo lo anterior, la triste noticia del fallecimiento de Aldemar Ríos, recibida vía telefónica el pasado fin de semana de nuestra común amiga Dolly Josefa Sarria Campo, llenó de tristeza el segundo fin de semana de esta navidad. Recordé al amigo leal y sincero, solidario y sencillo, pensando siempre en el bien de los demás antes que en el propio. El mismo que pasó por los más importantes cargos de la administración pública y salió de ellos como entró, sin riquezas, pero con la satisfacción del deber cumplido.

Quizás por esa forma de ser se quedó en su municipio natal, apoyando la gestión de quienes lo sucedieron en la alcaldía, aportando su experiencia y ayudando a resolver los problemas del día a día de sus paisanos.

A pesar de su juventud, fue afectado de manera grave por una enfermedad que finalmente apagó la vela de su existencia.

En medio de la desesperanza que produce el panorama político nacional, las viscerales confrontaciones de nuestros padres de la patria, la reforma tributaria concebida para complicar aún más la situación de quienes han llegado al límite del sufrimiento, evocar la figura de Aldemar Ríos es volver a la idea de que hay mucha gente buena que justifica mantener vigente la ilusión de una patria diferente. Lamento no haber podido acompañar las exequias de mi entrañable amigo, expreso mis más sentidas condolencias a María Elena y toda su familia y espero que Aldemar desde el cielo con la solidaridad de siempre consiga bendiciones para el Departamento del Cauca y su gente que esta navidad vamos a extrañarlo cuando nos abracemos para compartir el advenimiento del primer año nuevo sin su grata compañía. Que Dios lo tenga en su gloria.