¡Gracias, Belisario…!


EDUARDO NATES LÓPEZ

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Quizás la expresión suena demasiado coloquial, pero es sabido que él prefería siempre ser llamado así, sin títulos y ditirambos; con la sencillez que, a lo largo de su vida ejemplar, convirtió en el principio básico de sus actuaciones. Y no propiamente por que fuera un hombre elemental. ¡Todo lo contrario! Fue su amplia y profunda cultura la que lo llevó a predicar con sabiduría y humildad la verdadera vocación de servicio a la comunidad. Y así llegó hasta la más alta cumbre del poder político en el país, sin perder el hilo de su conexión con las gentes humildes, orgulloso de su origen provinciano. ¡Qué diferencia con los políticos de hoy! que a pesar de sus pecados y su frondoso “rabo de paja,” los cuatro votos que “adquieren” se les convierten en “chorros de soberbia” y “lecciones de manipulación…” con lo que se gradúan de importantes.

Todos los rincones de la patria han expresado su pesar por la desaparición de este gran colombiano. Por ello, a los popayanejos y caucanos también nos corresponde hacerlo, a través del noble sentimiento de la gratitud por sus decisiones en favor del Cauca y Popayán, especialmente a raíz del terremoto del 31 de marzo de 1983. Ese Jueves Santo, informado de la destrucción de la ciudad mientras presidía una ceremonia militar en Neiva, suspendió el acto de inmediato, abordó el avión presidencial y -contaron los protagonistas- contraviniendo todos los protocolos de seguridad, con apenas un sobrevuelo para cerciorarse del estado de la pista, ordenó al piloto aterrizar para ponerse, personalmente, al frente de las primeras decisiones. Y caminando sobe los escombros, pronunció su famosa frase: “Popayán, como el Ave Fénix, renacerá de sus escombros”. Lo digo con tanta certeza porque me correspondió verlo y oírlo. En medio de las dificultades y con los pocos medios de comunicación al alcance, ordenó la movilización entera del gobierno nacional para atender la tragedia. Prácticamente allí, comenzó el proceso de reconstrucción de la ciudad.

El primer día hábil siguiente, lunes 4 de abril, convocó a la Junta Monetaria que, como su nombre lo indica, era la autoridad que, entonces, ordenaba las decisiones económicas y financieras del país y en el Banco de la República puso a disposición del Banco Central Hipotecario la suma de $3.500 millones para atender los créditos de reconstrucción y reparación de inmuebles afectados por el sismo y $1.500 millones adicionales, para operaciones en los bancos comerciales. Delegó en otro gran personaje, Mario Calderón Rivera, (Presidenciable, por demás) la vigilancia permanente del proceso de reconstrucción y recuperación de la ciudad. Otra decisión de fondo, prohijada por el Presidente Betancur fue la Creación de la Corporación para la Reconstrucción y Desarrollo del Cauca, CRC, que en sus primeros años se encargó exclusivamente de labores orientadas a la recuperación física y económica del departamento. Ordenó a su gabinete ministerial, trasladarse a despachar desde Popayán. Estuvo obsesionado muchos meses con la pronta recuperación física y académica de la Universidad del Cauca y sólo cuando se logró el financiamiento del proyecto por parte del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, por US$23 millones de dólares, avalado por el estado y estuvieron garantizados los recursos adicionales de contrapartida nacional, disminuyó su preocupación. El propio presidente Betancur, personalmente, se encargó de convencer al Ingeniero payanés Alfredo Solarte Lindo, (de enorme experiencia nacional e internacional) que asumiera de inmediato en la Alcaldía de Popayán, quien sin dudarlo, acompañado de un gabinete municipal de lujo, transparente e independiente, asumió las riendas de la decisión presidencial de revivir a Popayán, de manera inmejorable. No es exagerado decir que todos los despachos nacionales tenían orden perentoria del Presidente de la República de atender con verdadera prelación todo lo que tuviera que ver con la reconstrucción de Popayán, decisión que trascendió, inclusive, hasta el despacho de la primera dama, doña Rosa Helena Álvarez de Betancur.

Queda mucho por recordar, y no basta decir que al Presidente Belisario Betancur, de verdad, se le sentía el dolor de ver esta ciudad así, herida de muerte, porque había aprendido a amarla por su conocimiento profundo de la historia patria y por su cercana amistad con Guillermo León Valencia. Por eso hoy decimos con gratitud: ¡Gracias, Belisario!