Lo público al patíbulo

RODRIGO SOLARTE

Pediatra

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Los gobiernos Neoliberales insistirán en acabar con lo público, o dejar su nombre solo como placebo engaña ignorantes.

La privatización progresiva de lo público como mandamiento acordado con el poder económico político, internacional y nacional, ha ido de la mano con la corrupción, destapada, una vez lograda la entrega de armas por las FARC-EP, en nuestro caso.

La apropiación de lo colectivo ha marcado la historia humana, llegando al extremo de convertirse en la civilización del mercado y del consumo, tanto de los derechos humanos como de la naturaleza. Para esta manera de pensar, todo lo que se piense o planee, ha de ser rentable económicamente para que tenga justificación.

Esta civilización en crisis, todo lo convierte en objeto. Desde la mujer, objeto del placer andrógeno sin conciencia del sujeto humano, engendradora de vida con su igual masculino, multiplicadores y potenciadores de la especie, con sus progresos, retrocesos o estabilidad deseada, por quienes están satisfechos con los bienes materiales logrados, víctimas muchos de ellos, de las carencias espirituales que esta civilización no proporciona, o lo hace, sin sentimientos como la solidaridad y humanidad, fundamental para la convivencia civilizada.

Vale reconocer, intelectual, espiritual y materialmente, los aportes civilizatorios de la FE católica, cristianas, organizaciones y fundaciones altruistas, que de alguna manera suplen la no presencia estatal ni privada en comunidades, con familias y personas, marginadas, excluidas o víctimas de los diversos conflictos y violencias.

Lo privado ha llegado incluso a personalizarse en seres que han logrado su bien-estar por todos los medios, legalizados por ellos mismos con sus leyes, o acudiendo a las maneras que usan los otros, ilegales, según las normas concertadas por los órganos del poder establecido, sin duda necesarios en toda sociedad, así llegue lo colectivo o social, a ser lo prioritario a tener en cuenta para las equitativas decisiones, ya que el equilibrio entre lo privado y lo público con valores y principios civilizatorios, es el centro a lograr en las relaciones sociales, culturales, políticas y económicas de una sociedad con futuro de progreso, hoy tan polarizada por las contradicciones que someramente se enuncian en esta columna de opinión.

La lucha organizada por lo público, hasta lograr tal equilibrio, seguirá haciendo parte de la cotidianidad de ciudadanas y ciudadanos, cada día más conscientes de sus deberes y derechos fundamentales a conquistar.

La historia de tantos acuerdos incumplidos conscientemente por los firmantes a nombre del Estado y los gobiernos, obedece a esa tradición histórica e ideológica, que también llevaron a las guerras y medidas paliativas incluidas en nuevos acuerdos.

La resistencia armada de más de medio siglo, interpretada como ¨ lo ilegal¨ para oponerse al poder Neoliberal establecido, pese al contagio de los mismos mecanismos de lucha asimilados y también llevados al extremo de inhumanidad por la insurgencia, ha abierto las posibilidades de continuar luchando organizadamente por los Derechos humanos y de la naturaleza.

Cada sector, buscando la indispensable unidad en la diversidad de intereses, es partícipe constructor con la experiencia adquirida, los nuevos conocimientos que las ciencias y las técnicas proporcionan, la evaluación de las medidas que el nuevo gobierno va tomando, para asumir a consciencia, o rechazar, compromisos o decisiones contrarias al irreversible proceso de llegar a una paz con justicia integral concertada, que trascienda tantos acuerdos repetitivos.

Ni lo público, ni lo privado, en un futuro de convivencia concertada, estarán en el patíbulo. Un nuevo modelo, a la colombiana, se abriría paso progresivamente, si se constata sinceridad y compromiso de los gobiernos, con una Colombia, realmente Humana. Ese debería ser el CENTRO DEMOCRATICO a conquistar, si es que los acuerdos por lo fundamental, o como se quiera expresar, se reflejan con transparencia, sin engaños, honradez, sin corrupción.