La inseguridad rampante



JESÚS ARCOS SOLANO

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Estamos impresionados por la ola de delincuencia que azota a la ciudad, y preocupa a los que todavía nos consideramos como gentes de bien, y que en buena hora somos más, que los que están descarriados de un destino, que les ofrecía mejor vida y mejores horizontes. Todavía es tiempo para volver a las sanas costumbres. Somos testigos a diario, de asesinatos, robos, raponazos, secuestros, matoneos y tantos delitos más, que se cometen a sangre fría, sin el menor reato de conciencia. Hace pocos días, Popayán presenció en la vía pública, como un motociclista, atropelló a un ciclista, lo dejó tirado y huyó. El gravemente herido ciclista, como es lo normal, esperaba que una caritativa persona, llegara en su auxilio, pero fue lo contrario; aparecieron unos malandros, que le robaron la bicicleta y sus pertenencias, es decir lo remataron. Un ser pensante, con sentido caritativo, hubiera acudido en su defensa; pero vemos, cómo se ha perdido la solidaridad humana, los principios cristianos y morales. Todos quedamos aterrados ante un caso tan espeluznante. Dan ganas de llorar, hasta dónde hemos llegado. El atropellado, murió. Esto no sólo ocurre en Popayán, en el Cauca, en Colombia; sucede en el mundo entero. Digamos como dice el Rosario de la Misericordia: “Señor, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.

Popayán, que era un remanso de paz, como siempre se decía: el mejor vividero del mundo; perdió su encanto, su tranquilidad. Los payaneses por adopción, que somos muchos, conocíamos a los raizales, por su nombre, su apodo, su apellido, su vivienda; con todos había sincera relación, buena camaradería, entendimiento; ahora hay que desconfiar hasta del vecino, porque no sabemos, quién es. Añoramos a la Popayán de antaño. El terremoto del 83 nos revolvió la ciudad y la caterva de maleantes, que hoy deambulan por las calles, nos atemorizan. Nos queda, vivir del pasado y convivir con los amigos, que aún quedan.

Ante esta cadena de sucesos inquietantes, los grupos sociales, civiles, religiosos, deportivos, oficiales, privados, instituciones educativas y todos los amantes del orden, tenemos que buscar el remedio y abordar este grave problema.

Contando con la venia de los Rectores y Profesores de los Colegios Oficiales y Privados de Popayán, y con el consentimiento de los Padres de Familia y autorización de los Estudiantes, podría considerarse una reunión con el Consejo Directivo, ampliado de cada Colegio, para escuchar las opiniones de los diversos estamentos y llegar a conclusiones concretas.

Los grupos que integran los Consejos Directivos son personas capaces y reflexivas, que pueden producir ideas brillantes, en beneficio de la Comunidad Payanesa, que está ahogada, en medio del vicio y la maldad.

Las conclusiones de los Consejos Directivos pueden ser enviadas a la Secretaría de Educación Municipal para que esta Oficina, haga lo pertinente y lleve a feliz término esta iniciativa; que quiera Dios, tenga pronto, óptimos resultados. Ojalá se analicen las propuestas y no sean letra muerta.

Este trabajo de los Consejos Directivos de los Colegios podría ser el mejor aporte de las Instituciones Educativas en beneficio de su Ciudad.

Popayán espera mejor suerte y más en sus 482 años. ¡Loor a la Ciudad de nuestros amores!