El arte de ir despacio

Columna de opinión

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Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas

La información es cada vez más rápida y el contenido es cada vez de más baja calidad. Los estímulos son tan intensos, que impiden pensar. No hay que detenerse, hay que estar siempre planeando, diseñando, innovando. Se debe hablar rápido y con seguridad. Los actos hay que hacerlos, no importa que se hagan mal, pero hacerlos. Se afirma que es mejor hacer las cosas mal, que no hacerlas. Hay que comer, pero al mismo tiempo hay que revisar los mensajes, enviar respuestas, dar indicaciones, el celular no se puede soltar porque es el instrumento del progreso. Casi ni se acuerdan de lo que comieron, aunque tuvieron la prudencia de comer bien y saludablemente. El coach de salud recomienda el ayuno intermitente. El coach espiritual las pausas para que te enfoques en ti mismo. El famoso y controvertido dueño de T, dice que trabaja 120 horas a la semana. Todo un ejemplo de éxito. Eso quiere decir que no hay que detenerse, que hay que capacitarse, que hay que invertir, seguir aprendiendo inglés, pero también chino mandarín y, bueno, también árabe por las futuras inversiones. En la noche tik tok. Ya se sabe que la inteligencia artificial dominará el mundo, pero aun así tenemos que seguir pensando en estrategias de negocios. Todo se puede, todo es posible. 

Pero lo que tal vez no se comprenda, o no se lo quiera comprender, es que la velocidad es uno de los nuevos dispositivos de dominación. Estamos en un nuevo sistema social y económico, en el que se han transformado los proyectos de vida de los individuos como estrategia de dominio. La dominación se ejercía antes desde afuera, ahora se ejerce desde la vida íntima de los individuos. La velocidad y la hiper-información tienen como uno de sus objetivos diseñar identidades. No se trata sólo del consumo, sino de crear identidades en la dinámica del consumir. Es por eso que en el mundo contemporáneo estar ocupado es una señal de distinción, ante la que el individuo se siente orgulloso. Por eso las conversaciones son básicas y el café es rápido. Las relaciones son desechables, son de cifras y récords. Estar ocupado se ha determinado como el ideal de la existencia. El individuo se queja, por supuesto, pero en el fondo esa queja hace parte de la distinción misma. Estamos en un proyecto social de dominación, que consiste en la implantación de estímulos estupidizantes. 

Todo lo contrario de una auténtica transformación y evolución. El arte de ir despacio consiste en el proyecto vital de crear una sensibilidad y un entendimiento superior. Ir despacio quiere decir, en un primer momento, tener la posibilidad de resistir al proyecto societal global de dominación, y, en un segundo momento, asumir en profundidad la creación de sí y de lo real. Aquello que es importante debe hacerse en el ritmo que amerite. Nunca hay que olvidar que sólo lo bello es difícil. Hay que crear la sensibilidad para que pueda percibir lo fundamental, aquello que hace posible que lo que es sea. Hay que re-crear el sistema complejo del entendimiento, para que pueda comprender la unidad esencial de todo lo que existe. Todo lo importante se ha realizado con el tiempo meritorio y necesario. Ir despacio es un arte porque transgrede el ritmo del sistema dominante, pero también porque se aprende a entrar en otro ritmo impensado, otro ritmo en el que emerge lo nuevo. El arte de ir despacio es la acción consciente de ingresar en la atemporalidad de los procesos de creación. Ese instante donde no hay tiempo, ni espacio, donde los sentidos se alteran para transformarse, donde el entendimiento asume el caos como una fuente de posibilidad infinita. Un instante de silencio en el que nada te domina y en el que todo puede ser diferente. Salir a caminar sin rumbo, sin objetivo, ir por los márgenes, sentarse en un parque, pueden ser el inicio de un intenso proceso de renovación interna.  

Gracias.

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