FRANKLIN MOSQUERA
A lo largo de la historia grandes momentos han marcado el trascurrir del mundo, estos se han convertido en hitos importantes que han pasado a ser parte del anecdotario universal, la caída del imperio romano, el surgimiento del cristianismo, el invento de la máquina de vapor, las guerras mundiales, la demolición del muro de Berlín, la peste del ébola, el virus H1N1 entre otros, todos ellos han traído consigo caos y desesperanza, pero a la postre surgen nuevos aires de renovación que han obligado al ser humano a adaptarse inicialmente para luego trascender a partir de la creación, es decir las consecuencias generadas por estos eventos han sido afrontados por los seres humanos y han llevado a innovar nuevos procesos, evolucionar y ser creativo para sobrevivir.
El Covid-19 es el suceso de este nuevo siglo, que a la fecha ha generado más de 1,3 millones de muertes, ha desnudado las debilidades del sistema hegemónico y presentado la perversidad e indiferencia de algunos líderes mundiales frente a la calamidad de las mayorías, este suceso ha sido también un nuevo detonador que está permitiendo gestionar el cambio, evolucionar, crear.
Estos eventos circunstanciales, imprevistos y no deseados se hacen necesarios, pues permiten salir de la zona de confort en la que las personas y el sistema mundial se encuentran, a pesar de los temores y miedos que aún se percibe. se aprende a convivir con los pequeños cambios que cada individuo ha asumido: usar tapabocas, desinfectarse y mantener distancia, son hábitos que se han ido adquiriendo; a nivel macro, los grandes cambios organizacionales en los modos de trabajo en donde la presencialidad para muchos ya no es una opción pues se impone la virtualidad, aparece afanosamente legislación para el tele trabajo, se amplía la cobertura de internet, la mayoría de personas obligatoriamente aprenden de tecnología e informática, y el mundo logra avances significativos en el desarrollo tecnológico y de investigación científica, generando en tiempo récord nuevas vacunas, pero el COVID-19 también devela la crisis mundial en diversos aspectos y aflora la reflexión frente a que planeta se desea desde lo ambiental, lo político y social.
Lo peor que podría pasarnos, a las personas del común, es pensar que ya todo está consumado y que esto lleve a la parálisis o a la inacción, Es entonces la hora de asumir estos momentos con una actitud positiva, de ver estas circunstancias como una oportunidad para sentirse vivo, para reflexionar, para crear, para cambiar, para desarrollar, dice el Tao Te King: “los hombres nacen blandos y elásticos, muertos son rígidos y duros…”, así que, el que es blando y flexible es discípulo de la vida, es una extraordinaria oportunidad para aprovechar la crisis sistémica del mundo para crear nuevas visiones, que emerjan nuevos horizontes y otros mundos que privilegien la vida y el cuidado, es la oportunidad de proponer salidas o reestructurar la actual globalización, es también la oportunidad de diseñar ciudades más amigables con el medio ambiente, con la movilidad urbana, con la eficiencia energética, repensar el uso del espacio físico, mejorar la seguridad y el acceso al transporte público. La aparición del coronavirus, debe llevar a los seres humanos a romper los paradigmas del consumismo y la producción, a crear espacios comunitarios donde prevalezca la solidaridad y la cooperación, a emerger nuevos liderazgos que permitan precisamente mostrar formas diferentes de hacer las cosas, en donde se privilegie la participación colectiva de los ciudadanos, con una demostración genuina de entrega y servicio por los demás, solo a partir de una conciencia de cambio individual y colectivo se encontrara el lado positivo que ha dejado la actual pandemia.