ELKIN QUINTERO
La vida no trata de encontrarse a uno mismo, sino de crearse a uno mismo.
George Bernard Shaw
Se avecina el fin del año 2020, todo cuanto hay alrededor nos recuerda el dolor y la angustia que hemos tenido que afrontar. Así, algunas ciudades aludiendo al folklore y la idiosincrasia se hayan intentado vestir de fiesta y feria. Sus líderes desconocen que el alma del pueblo aún está de luto, sus bolsillos vacíos, sus escuelas y colegios en el abandono y la salud en caos. Sin embargo, pareciera que solo ellos, los del poder tienen la facultad para pintarnos de nuevo arcos iris en el cielo.
Nuestras calles por más que quieran los protocolos y toques de queda no han dejado de ser espacios caóticos y sin sentido, y ciertos mandatarios aludiendo a un discurso fascista nos han hecho creer que la fiesta y el jolgorio es cultura y por ello, en escenario y decoración la convirtieron, en algo que se compra o se vende.
Sin parecer fatalista, este año dejamos ser hombres racionales y permitimos ser arrastrados por la irracionalidad y el sinsentido. Quizás sea el motivo por la cual la corrupción hizo su festín. El calendario muere lento sobre el mes de diciembre y a muchos nos cuesta reconocer que estar vivo ya no es cuestión de métodos o suerte.
Desde que inició la pandemia, nuestras realidades se trasformaron y sin conocer el precio de nuestra osadía terminamos bebiendo infusiones y huyendo de los besos y las caricias. Nuestro ego aprendió que no siempre un involuntario gusto por lo absurdo es lo ideal y en esta dinámica, elegimos mal. Nos resultó bello sufrir con la esperanza de un más allá prometido, lejos de lo terrenal y mundano que saber vivir bien aquí en el paraíso. Hoy, nos urge colorear los vacíos del alma.
Nunca imaginamos que lo trágico sucediese en el año 2020. A lo mejor era una decoración lejana, una vieja profecía que se hizo viral, aunque en la sangre, el sudor, el dinero ya estuviese la peste. Aún recuerdo con tristeza irónica el inicio del encierro obligatorio, hecho no sé con qué sinceridad gubernamental.
Durante los tiempos de cuarentena fuimos un grupo denso y suelto de estúpidos animados que bajo el delirio y la soledad gritó, cantó, soñó, blasfemó, insultó. Por momentos sentí una náusea de morir, ni siquiera estaba seguro de lo maravilloso que es vivir. No obstante, aprendí del valor de seguir vivo y por eso ya no soy de los que sufren solos frente un ejército de reproches.
Son múltiples las situaciones en las que debemos reflexionar, queda preguntar serán reales y creíbles todas las historias, y a pesar de lo extraordinario de los sucesos todo parece falso, superpuesto, una gran burla para la vida en sociedad que solo benefició a las grandes corporaciones y a los corruptos.
Ya pasó navidad y pronto será año nuevo, nadie quiere fabricar de este suceso un show, un cuadro de novela, un escenario de descripción apocalíptico. Por como siguen las cosas, solo nos conviene no creer en una suma de animales que les importo más un color de camiseta que la vida misma, por eso me quedaré lejos de las gentes, en esa distancia que salva. En fin, no debemos olvidar que la decadencia estuvo enmarcada en el día sin IVA, en una final ortodoxa del fútbol, en una serie de olvidos por lo esencial y en el privilegio de lo superfluo. Hoy, el corazón, si pudiese pensar, se pararía a sabiendas que todo acabó.
Termino diciendo que tuve un sueño donde estábamos todos asqueados y luego me perdía sin responder a una voz que me interrogaba, ¿qué especie de gente serás después del coronavirus? ¿Cómo será tu voz para alentar la vida? ¿Cuáles las historia que dejarás escrita en la memoria involuntaria de los demás?