Sobre los poetas

VÍCTOR PAZ OTERO

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Especie incalificable de seres. Han sido portadores del caos y de la perturbadora anarquía. Han atentado gravemente contra la integridad de la pequeñez humana. Se han imaginado que tienen alas de gigante y que eso les impide ser torpes para los asuntos terrenales. Ha sido dicho con certidumbre y maravillosa alevosía que mienten demasiado y que enturbian el agua para que perezca profunda.

Platón, el sabio y el desmesurado, los obligó a permanecer extramuros del más totalitario y utópico de los Estados, pues seducen y fascinan con cambiantes artilugios las formas ordenadas y rutinarias de la vida.

Han contribuido de manera muy eficiente a la destrucción del mundo y jamás han soñado en reordenarlo o reconstruirlo. Han complicado la simplicidad. Han vociferado confusas y desconocidas palabras contra las ilusiones del espacio y contra las ficciones del inalterable tiempo. Son adoradores vergonzantes de toda astrología y, por supuesto, partidarios de toda magia y de toda brujería. Son irresponsables por naturaleza y vocación. Han elogiado truculentamente el amor y sus placeres. Dicen que se merecen la inmortalidad tanto como premio y como castigo por su proceder. Han tratado de imitar el vuelo de los ángeles. Se han proclamado partidarios insobornables del paisaje y la belleza. Se los ha acusado de proferir palabras subversivas contra toda injusticia y de haber denunciado la inequitativa distribución del pan, de la verdad y la ternura.

Son siempre proclives a conspirar contra todo lo tranquila y lo mezquinamente establecido. Le han cambiado de denominación a muchas cosas. Se han inventado palabras diferentes para nombrar sus propios sueños. Realizan pactos secretos con la muerte y al parecer sufren de incurables obsesiones por la metafísica. En ocasiones se declaran ateos, lo que no les impide tener nostalgia de Dios y de los Dioses cuando han amado o fornicado poco. Son lujuriosos por excelencia, profesan culto casi místico por la divinidad de las cópulas copuladas con ternura. Sostienen hipótesis equivocadas y contradictorias sobre la verdadera esencia del amor y, por supuesto, también del desamor.

Se han inventado la corrupta costumbre de mirar el porvenir con esperanza. Han hablado de las guerras y del odio como algo innecesario. Propalan a los cuatro vientos de que la historia humana puede y debe tener algún sentido. Han creído en el poder de los poemas para cicatrizar las heridas infinitas. Han sido intransigentes partidarios de la duda y de todas las interrogaciones. Por lo general son adictos y complacientes con el delirio y las visiones que alucinan. Han dormido muchas veces con la belleza y muchas veces la han encontrado amargo y la han abofeteado. Han edificado templos para escuchar lentamente el sonido de los mitos y para atisbar los goces secretos de todos los olvidos. Se han pronunciado en pro de la universalización de las caricias que acercan a los seres y creen con absurda certidumbre en el poder curativo del poema.

Para el auténtico poeta el dolor de padecer o descifrar un mundo, lo encadena al sublime fastidio de una soledad que casi siempre en infinita e incomunicable, pero que le permite llevar sobre sus hombros el peso de los más extraños y exaltantes sueños.