Tres meses: demagogia y cinismo

CARLOS E. CAÑAR SARRIA

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En sus primeros tres meses de gobierno, Duque ha venido diezmando la popularidad que le permitió la victoria electoral en las pasadas elecciones presidenciales. En lo que lleva de gobierno, lo más frecuente ha sido la protesta social ante el anuncio de una serie de medidas arbitrarias que afectan a los estratos pobres y medios de la sociedad colombiana, como por ejemplo, la Reforma Tributaria que ya cursa en el Congreso, lo cual ha desatado una ola de críticas y que precisamente el próximo jueves saca a las calles a las centrales obreras, organizaciones sociales, incluyendo a Fecode.

La denominada Ley de Financiamiento no es más que un despropósito. Entre otras cosas pretende gravar con el IVA la canasta familiar, lo cual incide en el acrecentamiento de las condiciones de miseria y pobreza en un país que requiere reformas que le signifique aumentar los índices de desarrollo humano, que lo tiene relegado en las últimas posiciones en la economía latinoamericana.

Se puede decir que el gobierno de Duque despegó mal y esto le ha invalidado ganar legitimidad. En los medios, en las redes sociales y en comentarios callejeros le llueven críticas a este gobierno. Muchos expresan estar arrepentidos de haber respaldado electoralmente a Duque. Hace unos días, al senador Petro mientras estaba dialogando con un nutrido grupo de mototaxistas en Montería, uno de ellos de rodillas le pidió perdón por haber votado por Duque. Es que no pocos de quienes hoy salen a protestar a las calles recibieron su voto, triste pero cierto. La mejor protesta social es la que se pueda expresar el día de las elecciones, castigando en el momento de dar el voto, no eligiendo y reeligiendo a los peores, sin compromiso ni sensibilidad social. Pero no, apoyan candidatos con criterios neoliberales. De otro lado, es importante que los estudiantes se pellizquen porque casi siempre brillan por la apatía electoral.

Tras diálogos entre los 32 rectores de las universidades públicas y el Gobierno, se llegó a unos acuerdos referentes a la financiación de la universidad pública; acto seguido los rectores invitaron al estudiantado y a docentes levantar el paro; sin embargo fue mal visto que los rectores dialoguen con el Gobierno sin tener en cuenta a estudiantes, profesores y otros estamentos universitarios, como si estos valieran huevo, como si no fuesen actores importantes de las universidades, los cuales decidieron proseguir el paro y exigir diálogos más incluyentes. Hoy se espera que continúe una reunión que se inició la semana pasada entre Gobierno, representantes de estudiantes y docentes, el presupuesto seguirá siendo el centro de interés de la discusión. Preocupa el desfinanciamiento de la educación pública, su presupuesto se hace cada vez más precario, el fantasma neoliberal sigue acorralando a las universidades, el gobierno ha ofrecido un aumento presupuestal que según los entendidos, no es suficiente.

La verdad, este es un gobierno demagogo y cínico. La atornillada del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla no fue vista con buenos ojos por vastos sectores sociales del país. Un congreso renuente a depurarse y un gobierno que dice teóricamente abanderar una lucha contra la corrupción pero no cumple.

El cinismo es una escuela ética conocida como la filosofía de la desvergüenza. Duque prometió en su campaña no aumentar impuestos. Se valió de la necesidad, de la ingenuidad o de la ignorancia de la gente para obtener réditos políticos traducidos en votos que lo llevaron al poder. Su propio partido, el Centro Democrático, le ha solicitado respetuosamente, a través de Uribe, que busque Duque otras alternativas diferentes a gravar con el IVA la canasta familiar. Sin embargo, pocos creemos en las diferencias entre Uribe y Duque.

Al país hay que hablarle con la verdad, con ello se evita el cinismo y la demagogia, que en últimas significan lo mismo. En política todo demagogo es cínico. Dentro de la clasificación de las formas de gobierno que hace el filósofo griego Aristóteles, está la democracia, que está fundamentada en la igualdad de los ciudadanos. El Estado-afirma el filósofo- aparece regido por todo el pueblo que aspira al bien común. Degenera en demagogia o actividad proselitista ejercida por unos hombres en búsqueda del interés propio, aprovechando la ignorancia del pueblo.

En Colombia debe dejar de hacer carrera el cinismo y la demagogia. La gente ya está cansada de estas prácticas que en últimas generan protesta social como consecuencia de la relación conflictiva entre Estado y sociedad. Es necesario buscar mecanismos racionales efectivos para exigir y obligar a gobernantes y políticos ser fieles a la verdad para que cumplan con lo prometido, pues gobernar no es un juego y los pueblos merecen respeto. Eso de hacer de las promesas un asunto de circunstancias y de conveniencias debe desterrarse. Son muchos los retos que tiene Duque si es que en verdad quiere hacer un buen gobierno.