Ser mamá, una etapa a su debido tiempo

La historia de una mujer que ha luchado por sacar adelante a sus hijos, le permitirá ver la necesidad de planearlos antes de tenerlos.

Jazmín Muñoz Yela

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Ser mamá, una etapa a su debido tiempo.

Ser una de las niñas más lindas del colegio tenía sus cosas buenas y malas. Lo bueno, era que siempre se la veía radiante y alagada, lo malo; era que por ser el centro de atención tenía comportamientos que quizá en el fondo no era lo que quería hacer, o al menos no se veía muy segura de lo que hacía, porque solo tenía 14 años. Pero ser popular y admirada físicamente era algo que en ese entonces la llenaba y ayudaba a mantener oculto esa cruz que llevaba y que le marcaría la vida. Maira* estaba deslumbrada, hasta que su brillo se empezó a apagar a los quince años.

“A los quince años quedé en embarazo y cuando cumplí 16 nació mi niña. Mi mamá me echó de la casa y me fui a vivir con el papá de mi hija, yo no sabía ni preparar un huevo y empezaron los problemas. Volví a quedar en embarazo y a los 17 ya tenía mi segundo hijo, deje mis estudios y me tocó ponerme a trabajar en lo que saliera, mesera, mucama, vendedora, pero nada fijo”, dijo Maira.

Se madre para muchas mujeres es un sueño, en el incluye tener hijos, una casa, mascotas, todo rodeado de amor y felicidad, pero en la realidad ese mundo mágico se va desdibujando hasta convertirse en pesadilla.

“El papá de mis hijos cambió mucho, llegaba tomado, era patán, me pegaba y hasta cocaína consumía, lo peor del asunto es que ellos veían todo eso, con él dure seis años hasta que en la última golpiza casi me mata, ahí lo denuncie y dije no más y empecé a trabajar en función de mis hijos. Pero no supe manejar la libertad que había recuperado, me metí en un mundo loco del que no podía salir, drogas, sexo, rumba, una vida sin Dios ni Ley. Al ver como estaba me quitaron los niños, primero la niña y el niño después, eso me dio más duro, pero no podía salir de ese mundo”, agregó Maira.

Dos añs aproximadamente duró así hasta que se unió a una iglesia donde se replanteó la vida. Pero todavía faltaban muchas pruebas por venir.

“La iglesia me daba la paz que necesitaba, cambien pero no por completo, conseguí una pareja que me aceptaba sabiendo que consumía droga y así estuve casi siete años, en ese tiempo recupere nuevamente a mis hijos, pero cuando me estrellé de frente contra el mundo fue cuando mi pareja de ese momento enfermo y casi muere, los médicos dijeron que no había nada que hacer, pero volvimos a la iglesia y poco tiempo después el sanó. Esa relación terminó porque vivíamos en distintas ciudades, pero hoy somos amigos. Esa sacudida de la vida me ayudó a ver que está haciendo las cosas mal”, agregó Maira.

Empezó a replantearse las cosas y a mejorar, ya no había droga, alcohol ni una vida loca, ya estaba enfocada, pero la vida todavía no había acabado de pasarle facturas.

“Ahora mis hijos empezaron a tener los problemas que ya había tenido antes yo. Mi hijo de 12 años cogió la calle, Bienestar se lo llevó a una fundación y tiempo después me lo devolvieron con unos compromisos, ponerlo a estudiar, pero ninguna institución me lo quería recibir entonces el Bienestar lo iba a llevar nuevamente a esa fundación, mi hijo no quería regresar allá e intentó suicidarse. Eso fue duro, pero seguí dando la lucha junto a los niños. Yo estaba trabajando juiciosa, pero todavía no habíamos salido de esa situación, porque del colegio de mi hija me llamaron a decirme que ella estaba consumiendo droga. Otro golpe más”, indicó Maira.

“Era difícil, porque mientras luchaba por salir con ellos adelante y sacarlos de ese mundo donde habían caído, mi familia me daba una tristeza más. Mientras trabajaba en casas de familia para conseguir el sustento de mis hijos, mi padrastro abusaba sexualmente de mi hijo. Se generó una pelea en casa de mi madre y me tocó irme, el papá del niño se lo llevó para que cambiara de ambiente después de eso que tuvo que vivir”, dijo Maira.

“Pensaba que mi vida era un desastre. Tenía una madre alcohólica, un padrastro que me había manoseado cuando niña y que luego abuso de mi hijo, me votaron de la casa nuevamente, se llevan a mi hijo, ya no aguantaba más, pero Dios sabe cómo hace sus cosas, justo en ese entonces me llamó mi ex con quien éramos amigos y él me sugirió no olvidar todo lo que había superado hasta el momento con la ayuda de Dios, que volviera a la iglesia, entonces desistí y no me suicide”, agregó Maira.

Si quien lee esta historia la viera personalmente, no creería que Maira es está persona de la que hablamos. Hoy ella trabaja como mucama, estudia cursos en el Sena y vive con su hija, esperando que todo mejore para poder volver a tener a sus dos hijos juntos, los que hoy son su motivación para no desfallecer.

“Ser madre no es fácil y más cuando se es tan joven para empezar, con 15 años tuve mi primer hijo y esto parece un ciclo que se repite, pero yo estoy haciendo todo lo posible por cambiar mi vida y la de mis hijos, para que no les toque repetir mi historia. Amo a mis hijos, son mi motivación, pero si las mujeres pensáramos un poco más antes de embarazarse podrían evitar muchas tristezas para sí mismas y para sus hijos”, concluyó Maira.

*Nombre cambiado a solicitud de la fuente.