La semana por la Paz en Colombia

ROBERTO RODRÍGUEZ

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En una columna periodística pasada escribí que “no vivimos en una sociedad de paz, pero que tenemos que inventarla”, lógicamente transformando lo que esté a nuestro alcance. Pero todos debemos hacer algo por la paz.

Lo primero es no solo hablar de paz sino también vivirla, es decir, hablarla con el ejemplo. Todos los contenidos son muy importantes pero las acciones pesan y enseñan, y en la vida los detalles pueden hacer la diferencia.

Todos somos de alguna manera docentes de la paz, y educamos tanto dentro como fuera de lo que consideremos como nuestras aulas, o espacios que frecuentamos todos los días. Para muchas personas debe ser muy difícil vivir en medio de privaciones y necesidades insatisfechas, pero –si así lo deciden- en sus relaciones personales es posible construir gestos o hechos de paz, sin someterse, dignamente, afrontando lo que sea inevitable y al tiempo exigiendo el buen trato y las oportunidades que todos nos merecemos.

En el hogar, en las rutas, en las cafeterías, en los parques, en las iglesias, allí donde nos sea posible tomar algunas o muchas decisiones, seguramente encontraremos desafíos a afrontar pero a partir del buen trato, y sobre todo con lenguajes respetuosos, tolerantes y sinceros. En ello todos somos aprendices y maestros cotidianamente, lo que no riñe con la conservación y desarrollo de nuestras propias convicciones por moderadas o radicales que estas sean.

Ahora, en los espacios formales de la llamada “educación para la paz”, en y desde la diversidad, también los contenidos deben ser prácticos, también allí se enseña con el ejemplo. El ejercicio crítico y continúo debe relacionar siempre lo teórico con lo práctico, dialogando las diferencias, argumentando sobre lo tradicional y lo novedoso, contrastando lo oficial con lo alternativo. En pocas palabras de lo que se trata es de estudiar y de entrenar.

Mientras el Estado, las instituciones y las élites deciden si las políticas públicas de paz estarán –por fin- en el centro de sus agendas de gobierno, y cumplen con sus obligaciones, no podemos cruzarnos de brazos. Para nosotros la construcción de la paz es un proceso contínuo y sin fin, lleno de gran cantidad de hechos reales y momentos concretos en los que lograremos aislar las violencias, hasta donde ello nos sea posible.

Como ejemplo concreto, una buena práctica de paz es superar los estereotipos, o imágenes simplificadas e irreflexivas de las personas. Hay que pensar que se sufre mucho al estar estereotipados, tratados injustamente, y se agrede violentamente a aquellos a los que estereotipamos o devaluamos conciente o inconcientemente. Pensemos ¿a cuántos se habrá matado por culpa de los estereotipos?

Concluyamos que construir hechos de paz, desde las culturas, desde nuestras historias de vida, en nuestros entornos ciudadanos y mejorar las relaciones que sostenemos, todo ello podría aportar a las convivencias (aunque otros no lo hagan), y celebraría en los hechos lo que en esta semana en Colombia se ha postulado como “la semana para la paz”.