En el Cauca sí se puede pensar en el empresarismo rural

POR: ORIANA MENDOZA VIDAL,

El Cauca es eminentemente rural tanto en la ubicación de su población como en sus correspondientes actividades productivas; aunque el desarrollo industrial del Norte del Cauca y algunos indicadores de la educación superior logran posicionarlo en lugares intermedios en las mediciones de competitividad y apertura comercial, la realidad económica es distinta y se circunscribe al comercio, la construcción, los servicios y al avance de sus principales cadenas productivas.

Igualmente, se enfrentan grandes retos de conectividad vial como la puesta en marcha de la conexión terrestre con la costa pacífica, retrasos en la construcción de la doble calzada Santander de Quilichao – Popayán, la tan anhelada vía Timbio – Estanquillo, entre otros; a la par de conflictos interétnicos, dificultades para el uso y tenencia de la tierra, etc., factores que se conjugan con las oportunidades de avanzar como sociedad en la construcción de consensos, trazando una senda de desarrollo socioeconómico estable y duradera. Por ello son necesarias acciones conjuntas, que logren eslabonar las actividades del sector Agropecuario, con los Servicios y la Industria, mediante el fortalecimiento de capacidades técnicas y el fomento a emprendimientos asociados al sector Agropecuario, que le permita mejorar sus condiciones de competitividad e innovación para su escalamiento empresarial.

No obstante, al ser el sector agropecuario el mayor empleador del Departamento con el 45,8% del total de empleos registrados en el 2017 y constituirse en el escenario natural donde se desarrollan las principales acciones del postconflicto en el Cauca, amerita una mirada holística. Adicionalmente, para nadie es un secreto que las principales cabeceras urbanas, dependen del ciclo de cosechas para mover su economía y comercio, por ello es necesario aterrizar la innovación al campo, hablar de los pequeños productores rurales, de generar verdaderos eslabones en una cadena productiva entre productores, transformadores y comercializadores, de cara a los mercados nacionales e internacionales, con un sentido especial de la asociatividad y la sostenibilidad ambiental.

Así las cosas, es oportuno hablar nuevamente del enfoque de empresarismo rural aplicado a cadenas productivas, que enlaza estratégicamente asistencia técnica con una verdadera cultura de asociatividad y mentalidad empresarial, que involucra a diferentes aliados comerciales, garantizando el mercado de la producción agropecuaria, con estándares de calidad que afianzan la relación comercial. La intervención para la creación o fortalecimiento de capacidades gerenciales, administrativas, productivas y comerciales en los pequeños productores rurales y sus organizaciones es pieza fundamental en el alcance de este propósito. En la medida en que los pequeños productores rurales generen procesos de transformación con un mayor valor agregado a partir de sus productos, se abrirán oportunidades para incrementar ingresos, aunado al acceso de bienes y servicios públicos. Es por ello que el empresarismo rural se sustenta en cuatro pilares: visión empresarial, asociatividad, autogestión y gobernabilidad.

La visión empresarial se traduce en una simbiosis entre liderazgo, resiliencia y habilidades gerenciales. Por su parte, la asociatividad se entiende como la voluntad de un grupo de personas, familiares o comunidades de unirse para enfrentar juntos problemas comunes, construir soluciones y satisfacer necesidades para todos. Son muestra de asociatividad, las organizaciones rurales formales cuyos miembros son pequeños agricultores que se agrupan con el objetivo de mejorar los ingresos mediante el incremento de la producción, la comercialización y las actividades de procesamiento local, en definitiva, los une el deseo de gestionar su producción con el anhelo de mejorar sus condiciones de vida. La autogestión, pretende mitigar la mentalidad asistencialista que por décadas se ha implantado a consecuencia de programas del gobierno nacional y otros organismos de intervención en la ruralidad; igualmente, requiere que el equipo directivo de la organización este empoderado, tenga claras sus funciones y las cumpla. La autogestión viabiliza el desarrollo desde lo local, al potencializar las capacidades de los pequeños productores rurales en relación con las condiciones de su entorno. Por último, la gobernabilidad se refiere a las reglas formales e informales, bajo las cuales se toman las decisiones y se opera la organización, que reflejan cómo se hacen las cosas, siguiendo normas, tradiciones, costumbres y comportamientos socialmente aceptados. Como consecuencia, estas reglas tienen una influencia sobre los resultados en desempeño económico, crecimiento y desarrollo de las organizaciones.

En resumen, sólo en la medida en que el pequeño productor rural se reconozca como empresario y comprenda que una mejoría de la gestión de la producción de su unidad productiva, se alcanza actuando en equipo con otros productores rurales en el marco de una organización para obtener economías de escala, se comenzarán a consolidar las acciones del empresarismo rural, aunado a una clara concepción de la asociatividad y la autogestión como estrategias de sostenibilidad empresarial y organizacional.