El país, como la finca

Héctor Riveros, columnista

HÉCTOR RIVEROS

@hectorriveross

Esta semana el Ministro de Defensa, Guillermo Botero, haciendo gala de sus conocimientos como agricultor, dijo en el Congreso que no conocía mejor herbicida que el glifosato. Lo hizo para defender la posibilidad de reiniciar las aspersiones aéreas con ese producto para combatir los cultivos ilícitos cuyo crecimiento se ha convertido en la mayor amenaza para la seguridad en el país.

Botero, quien no tiene experiencia ni conocimiento en los temas relacionados con la cartera de Defensa, en cambio sí ha dedicado –con éxito– una parte de su vida al cultivo y exportación de flores. Ese conocimiento le permite recordar, como en efecto ocurre, que el glifosato se usa diariamente en el campo, en cultivos de caña y muchos otros e incluso para combatir la maleza en jardines de fincas de recreo.

Se comercializa libremente bajo decenas de marcas, pero la más conocida es Roundup que produce Bayer, multinacional alemana que compró a Monsanto, por eso los campesinos colombianos conocen el producto como “la ronda” y lo aconsejan como matamaleza. Sobre la eficacia de “la ronda” como herbicida no hay discusión y por tanto la frase del Ministro no responde los cuestionamientos sobre sus usos y especialmente sobre la aspersión aérea.

Los cuestionamientos al glifosato son alrededor de sus efectos sobre el ambiente y la salud humana, sobre los cuales tampoco hay dudas. Se trata de una sustancia tóxica para cuyo uso hay que adoptar todo tipo de cuidados tal como lo recomiendan sus productores en las etiquetas de los envases en los que se comercializan.

El laboratorio farmacéutico que produce “la ronda” hace responsablemente por lo menos diez advertencias visibles en su envase: manténgalo fuera del alcance de los niños, aplíquelo con guantes, use tapabocas, si cae en los ojos o en la boca consulte al médico, lávese las manos después de aplicarlo, lave la ropa que usó durante el procedimiento, cuide que caiga solo sobre la maleza y no sobre los cultivos de consumo humano y etc.

Bastaría con que el Ministro leyera la etiqueta y que siguiera los mismos cuidados que seguramente sigue cuando en su finca se aplica el glifosato para saber que asperjarlo en forma aérea es totalmente contraindicado para la salud humana. Aunque la connotación de la expresión “cree que está en su finca” es que hay una persona hace lo que le da la gana, a Botero bastaría con pedirle que haga en el país lo que hace en su finca. No creo que el Ministro permita que sus trabajadores lo apliquen sin los cuidados que recomienda el productor.

La oronda declaración del agricultor, comerciante y ahora Ministro de Defensa se produjo solo unos días después de que un Tribunal de San Francisco en los Estados Unidos condenara al laboratorio a pagar una millonaria indemnización a un granjero porque –según el jurado- la exposición al glifosato durante años le causó un cáncer que lo tiene al borde de la muerte. Incluso la poderosa empresa alemana fue duramente golpeada en su cotización en la bolsa por esa condena.

Bayern va a apelar porque evidentemente sobre los efectos cancerígenos hay discusión en el mundo y hay dictámenes para lado y lado. Es que eso tampoco es lo que está en discusión en la decisión que quiere impulsar el Ministro que es aplicar el herbicida mediante aspersiones aéreas.

El Tribunal gringo dice que Bayern no informó adecuadamente sobre los efectos sobre la salud, lo cual al menos en los productos que se venden en cualquier almacén de insumos agropecuarios en Colombia no es cierto. Como ya lo señalé la etiqueta está llena de advertencias que sin embargo el Ministro pareciera querer pasar por alto.

La Corte Constitucional en una sentencia del año pasado señaló que: hay elementos para concluir provisionalmente que el glifosato es una sustancia tóxica que dependiendo del nivel de exposición puede causar cáncer u otras afectaciones a las células humanas” y “el uso del glifosato podría estar relacionado con el aumento de afectaciones de salud en los municipios donde se utiliza”.

La Corte dijo, además, lo obvio, lo que advierte el propio laboratorio que produce la sustancia que: “el nivel de riesgo depende, en gran medida, de la probabilidad de exposición accidental de la población civil, que teóricamente, y a primera vista, debe disminuir en los casos de aspersión terrestre. En estos casos habrá menor probabilidad de deriva y es posible que, luego de una aspersión terrestre, las personas sean alertadas sobre la presencia de residuos de glifosato en un predio con cultivos de coca, de tal forma que eviten el contacto con la mezcla depositada. En todo caso, la disminución del riesgo dependerá de las condiciones específicas de planeación, implementación y seguimiento del programa”.

El debate es universal. En Brasil que se había suspendido la venta de glifosato, esta semana se emitió una orden judicial para permitir nuevamente su venta.

El punto no es entonces sobre si la sustancia produce cáncer o no. Tampoco se trata como cree Botero sobre si el glifosato es bueno o no para combatir la maleza. De lo que se trata es de actuar con la precaución que se debe tener al aplicarlo. Sobre eso no hay discusión alguna, tanto que el laboratorio hace las advertencias correspondientes.

Al Ministro hay que pedirle que lea la etiqueta del envase y que actúe como yo creo que lo hace en su finca: con cuidado. Eso es todo.