Mis alteraciones

Columna de opinión

Por: Víctor Paz Otero

 Desde hace muchos años soy practicante, fervoroso y disciplinado, de una forma de escribir que algunos han cuestionado que tal vez no sea legítimo considerarlo como un verdadero género literario, cosa que por estos tiempos es bastante irrelevante y anacrónico.

Se trata de una escritura de frases breves y a veces contundentes, que con un mínimo de palabras anhelan encarnar una pluralidad de significados e igualmente insinuar una pluralidad de pensamientos.

Corrientemente se los ha designado como AFORISMOS, Pero también han sido nombrados de formas diversas en diferentes partes.

“GREGUERIAS” Las designó Don Ramon Gómez de la Serna y con ello las hizo famosas y se hizo famoso en su España nativa. Se lo reconoció como divertido y picante escribidor en amplios círculos de su patria y algo de esa fama aún lo persigue después de su muerte y de su estilo.

Entre nosotros el prestigio del AFORISMO, en muy buena parte, pues no es el único ni el primero, ha corrido a cargo del inteligente y culto pensador conservador don Nicolas Gómez Dávila.  Su trabajo no lo llamó aforismos, sino que lo catalogó bajo el concepto de ESCOLIOS A UN TEXTO, algunos sin duda de un deslumbrante esplendor tanto filosófico como literario.

También hemos tenido muchos otros practicantes del género entre los cuales tendríamos que mencionar al poeta José Asunción Silva, con sus gotas amargas y al siempre prolífico y polémico de José María Vargas Vila.

Es pues el aforismo una forma de escribir que es antigua y refinada. Lo practicaron los filósofos presocráticos y los grandes clásicos de la filosofía griega.

El aforismo ha sabido atravesar orondo y desafiante muchos de los siglos y de las confusiones que han marcado el complejo pensar y especular en la cultura occidental. Se ha valido de todos los idiomas que en esa misma y alambicada cultura se han engendrado para cristalizar el pensamiento humano. Y con él se ha expresado lo inefable y lo sublime, lo sencillo y lo laberíntico, la blasfemia y la plegaria. lo lógico y lo paradójico, el amor y el odio. En fin, todas las posibilidades de la duda o la verdad han tenido espacio en su escaso territorio de palabras. Ha servido con lujo de detalles para cristalizar en las palabras toda la audacia innovadora la aventura infatigable del pensar y del sentir humano.

Usado por Voltaire y Valery. De él se valió Nietzsche para plasmar sus estremecedoras y lapidarias frases que terminaron por hacer tambalear la consolidada arquitectura de los sistemas metafísicos. Con un aforismo mató a Dios y con muchos otros redefinió los valores y los principios éticos que sostenían al mundo y su cultura.

En estos años más recientes es obligatorio nombrar la obra avasallante de Cioran, donde el aforismo alcanza una plenitud demoledora que casi todo los cuestiona con cargas de profunda poesía.

En mis columnas continuaré publicando mis propios aforismos. Pues pienso que escribirlos es un intento de pensar con relámpagos.