Cuidado con esas reformas a la justicia

Editorial

Por: Marco Antonio Valencia

El decir popular es que la justicia en este país no sirve, es ciega y sorda… y solo se le aplica a los de ruana porque el que tiene plata resuelve sus crímenes pagando sobornos a fiscales y jueces. Pero tenemos confianza que, tarde que temprano, las cosas cambiarán y esas frases peyorativas y desobligantes queden en el pasado por el bien nuestra amada Colombia.

Administrar justicia ha sido una de las papas más calientes de un gobernante en todos los tiempos de la humanidad. Y ningún gobierno en el mundo ha logrado crear un sistema judicial realmente justo que logre motivar la convivencia de la gente, la autorregulación o la eliminación de las cárceles.

Pero el ministro Néstor Iván Osuna, un tipo humanista y preparado, viene socializando una reforma a la justicia con ideas novedosas y revolucionarias en el campo jurídico, al menos en Colombia. Ideas que son de sentido común para unos y aterradoras para otros.

Dice el doctor Osuna que Colombia no necesita más cárceles, y piensa en voz alta que se deberían liberar presos para descongestionar y acabar con los hacinamientos carcelarios. Dice, que tenemos que ir pensando en aplicar penas diferentes a las condenas en penitenciarías.

Y para ello propone liberar ­–entre otros– a los condenados por inasistencia alimentaria, y explica que en vez de encerrarlos hay que hacer que trabajen y comiencen a responder por sus hijos, porque encerrarlos  lo único que hace es acrecentar odios, malas pasiones y pobreza.

Dice el doctor Osuna que delitos cometidos por los raponeros de celulares no merecen Cárcel. Que si los implicados son capturados, en vez de penas judiciales se les reconvenga obligándoles a pagar seis meses del recibo del teléfono al perjudicado. Y por allí mismo habla de servicios sociales, trabajo comunitario, reparación de las víctimas para lo que la justicia considera delitos menores. ¿Estamos los colombianos preparados para eso? Es la pregunta del millón.

Quién sabe si el congreso le acepte tanto paternalismo con el crimen. ¿Y qué podría pasar en un país donde los delincuentes ya no le tengan miedo a la justicia?, nos preguntamos.  El tema hay que debatirlo de manera amplia y profunda, eso no es tan fácil ni tan sencillo en la práctica.

Lo cierto, y en lo que si estamos de acuerdo es que la justicia tanto formal como alternativa, para dejar de ser la institución más desacreditada de este país requiere reformas profundas, pero reformas serias porque algunas de las propuestas sobre la mesa… no lo parecen mucho.

Hay ideas loables igualmente que se defienden por sí solas. Por mencionar algunas, dice el doctor Osuna que el sistema carcelario que tenemos no está remediando nada socialmente, y tiene razón: la política de resocialización de presidiarios está muy cuestionada.

Dice que el Inpec se ha convertido en un problema laboral y administrativo difícil de manejar, y en eso, también tiene razón.

Nadie le va discutir mejoras en la agilidad judicial, en cobertura, en logística y gestión de despachos, en la digitalización del sistema, la permanencia del trabajo virtual, en la lucha contra la transparencia para  acabar con la corrupción que la gente del común señala. Todo eso está muy bien. Y lo apoyamos.

¿Pero está el ciudadano de a pie preparado para propuestas tan audaces?