S.O.S. FRENTE AL USO DE VAPEADORES O CIGARRILLOS ELECTRÓNICOS

Son generalizados y perniciosos, fácilmente se convirtieron en fuentes generadoras de recursos que sostienen fortunas y actividades privadas u oficiales.

A

Por: Mg. Carlos Horacio Gómez Quintero

nte la fuerza incontenible del consumo y uso de sustancias que nos colocan aparentemente en condición de apreciar o vivir o experimentar de “otra manera”, todo cuanto sucede a nuestro alrededor, las sociedades se han visto abocadas a tomar medidas que morigeren los nocivos efectos que esas mismas sustancias ocasionan. Me estoy refiriendo desde luego al uso y consumo del alcohol y sus derivados, del tabaco, de los alucinógenos y narcóticos, etc., etc. Tan generalizados y perniciosos han sido sus efectos de todo orden, que fácilmente se convirtieron hasta en fuentes generadoras de recursos que perfectamente pueden sostener fortunas y actividades privadas u oficiales. En nuestro medio esta es una realidad incuestionable y tan desastrosa, que para nada podemos ignorarla y menos negar la desafortunada modelación que los imperios montados junto a la producción y comercialización de estos “males”, le han aportado a la conformación de clanes revestidos de tanto poder, capaces de definir el futuro de las sociedades y los gobiernos. 

Estos dispositivos electrónicos para suministrar nicotina se encuentran disponibles en muchas formas y tamaños, lo cual les permite presentarse o lucir como cigarrillos.

En el ánimo de contrarrestar el avance desmedido de las dinámicas surgidas alrededor del uso y consumo de este tipo de sustancias, desde la institucionalidad se han adoptado timoratas o infortunadas decisiones que han pasado por la expedición de medidas de relativa legalización, de restricción al consumo, de liberalidad frente a los derechos personalísimos, entre otras. La verdad es que todas ellas y muchas más han sido proclives al fracaso y a la terrible ambigüedad de tratar de contener problemas sociales y de salud detectados, sin perder la oportunidad de recaudar impuestos sobre el mismo uso y consumo de esas sustancias. 

Hoy, cuando en la calle es común observar y, sobre todo, compartir a la brava los rezagos de esas prácticas adictivas, ha aparecido sobre la mesa de las oportunidades no deseables, el uso de los llamados vapeadores o cigarrillos electrónicos. Puesto que me encuentro matriculado en el grupo de ciudadanos respetuosos de las decisiones que solo incumben al fuero personal, pero que igual mira con especial recelo y dolor el deterioro continuo de otras prácticas sociales añoradas, quiero formular un llamado especial para que en familia construyamos diques que impidan la generalización del uso de estos nuevos elementos perniciosos. Para ello formulo algunas precisiones al respecto de los mismos:   

En primer lugar, debe expresarse que se conocen con muchos nombres, pero que independientemente de ello, en suma, son dispositivos electrónicos para suministrar nicotina. Se encuentran disponibles en muchas formas y tamaños, lo cual les permite presentarse o lucir como cigarrillos, cigarros (puros), pipas, bolígrafos, dispositivos de memoria USB y seguramente en otras presentaciones adoptadas a la fecha, gracias a los avances de la técnica y la modernidad. Estos dispositivos, cualquiera sea su forma, incluyen una batería para su activación; una fuente de calor para un líquido que, al adquirir cierta temperatura, permite convertirlo en un aerosol de partículas diminutas; un cartucho o depósito que contiene el líquido, y una boquilla o abertura utilizada para inhalar el aerosol. El decir generalizado y de promoción comercial es que no contienen tabaco, definición que bien podría aceptarse, siempre y cuando se expresara con absoluta claridad, su contenido de nicotina. Los estándares internacionales que siguen a los alimentos y medicamentos, los consideran como productos derivados del tabaco.

En el aerosol que se inhala se mueven cambiantes cantidades de nicotina y otras sustancias adictivas que pueden causar enfermedades pulmonares, enfermedades cardíacas y cáncer. Adicionalmente existe evidencia indicadora sobre el daño al desarrollo cerebral de los adolescentes y de que, si se usa durante el embarazo, también pueden causar nacimientos prematuros y bebés con bajo peso al nacer. Por otro lado, las investigaciones rigurosas que su uso han generado demuestran que el aerosol inhalado contiene propilenglicol y/o glicerina vegetal, sustancias utilizadas para producir niebla escénica o teatral, la cual se ha descubierto que aumenta la irritación pulmonar y de las vías respiratorias después de la exposición concentrada. Para concluir la apreciación crítica que se merecen los componentes de la nueva moda de “aspiraciones innecesarias”, es importante plantear que al consumirlas se están inhalando compuestos orgánicos volátiles (VOC), los cuáles producen irritación en los ojos, la nariz y la garganta, dolores de cabeza y náuseas, y pueden causar daño al hígado, el riñón y el sistema nervioso. También productos químicos saborizantes como el diacetilo que se ha relacionado con una enfermedad pulmonar grave llamada bronquiolitis obliterante y, formaldehídos o sustancias causantes de cáncer que puede formarse si el líquido se sobrecalienta o no alcanza el elemento calefactor.

Pues bien, como perfectamente puede concluirse, la sociedad actual está transitando rápidamente hacia la implantación o consolidación de un nuevo método de alterar nuestros estados anímicos, a costa de innumerables problemas de salud y tragedia familiar. Se ha tomado, o mejor se ha promocionado el uso indiscriminado de estos elementos nocivos, como un método que facilita abandonar vicios tipo tabaquismo u otras prácticas de inhalar sustancias que se consumen a través de procesos de combustión. Ello es completamente falso y atroz. Mejor se debe asimilar esta nueva práctica, como un pretexto para conformar una posición comunitaria mayoritariamente censuradora de tales costumbres malévolas y cambiarlas preferiblemente por situaciones que fomenten el aparecimiento de espacios y oportunidades para gozarse la vida a través de otras distracciones. El no hacerlo significara permitir su implantación generalizada, el advenimiento de nuevas causas de morbilidad y mortalidad por enfermedades como las comentadas, el deterioro mayor de nuestras costumbres sociales apegadas al sentido común y hasta el establecimiento de nuevos carteles defensores de las supuestas libertades que arrastran la libre decisión de la personalidad hacia oportunidades indeseadas. Como padres de familia debemos estar en la primera línea de contención para este nuevo mal social.

Datos:

-Según una encuesta de Consumo de Sustancias Psicoactivas entregada por el DANE, en octubre del año pasado, arrojó que un 5 % de la población entre 12 y 65 años manifestó haber usado vapeadores o cigarrillos electrónicos.

-El cigarrillo electrónico, los vapeadores y otros productos emergentes de administración de nicotina y sin nicotina no cuentan con evidencia científica libre de conflicto de interés para ser considerada como una alternativa de riesgo reducido para los consumidores de tabaco en Colombia.

-En el III Estudio Epidemiológico Andino, se estimó una cifra de 16, 6 % de consumo entre estudiantes universitarios.

-En la Encuesta Nacional de Tabaquismo en Jóvenes, la cifra fue del 15,4 %, y en la Encuesta Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas 2019, del 6,7 % para personas entre 12 y 17 años.

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