Hablemos de cine

Dios se lo pague

E

Por: Hernán del c. Bonilla Herrera – [email protected]

ra apenas un niño cuando mi padre me habló de quien era, según él, un gran actor: Arturo de Córdova. Un maestro de las buenas maneras y el buen hablar… Y me llevó a ver esta película… El actor quedó guardado en mi memoria junto al argumento de la película. En esa lectura infantil vi a un pordiosero que no era tan pobre como lo aparentaba, porque detrás de su barba postiza y de sus raídas prendas que usaba durante las horas del día en que se disfrazaba de mendigo, se escondía un hombre rico, muy rico, de elegante vestir, dueño de una lujosa mansión en donde con frecuencia se hacían fiestas con gran boato y mucho lujo… Desde entonces he imaginado casos en la vida real que pueden ser muy similares a este.

Zully Moreno - Wikipedia, la enciclopedia libre
Dios se lo pague – 1947.
Zully Moreno en "La calle del pecado" (1954), de Ernesto Arancibia. 
En esta película encontramos mucho de lo que el lenguaje cinematográfico puede ofrecer.

Hoy, sesenta y tantos años después, gracias a YouTube[1] he tenido la oportunidad de reencontrarme con esta película. Y sí, el relato gira en torno a la vida diaria de un hombre, que se hace llamar Juca, interpretado por Arturo de Córdova, es quien aparenta ser un pordiosero que a diario se sienta a la entrada de la iglesia o del casino para implorar la caridad de quienes pasan por su lado; actividad que, de otro lado, le ha dejado jugosos dividendos. Una noche, es abordado por un pordiosero auténtico de harapos vestido, que dice llamarse Baratta (Enrique Chaico); lo saluda por vez primera con el sustantivo “colega”, y señala admirado cómo el sombrero de Juca se llena de dinero, mientras el suyo permanece casi vacío. “_ ¿Cuál es el secreto?”, le pregunta. Entonces, Juca, lo invita a que lo siga en la manera cómo él teje las palabras adecuadas para las personas adecuadas en el momento de pedir la limosna y dar siempre un “Dios se lo pague”. Sabe que las gentes dan de buena gana la limosna cuando se pide de tal manera que la frase pronunciada evoque en ellas la necesidad que las lleva a suplicar algún favor ante el altar y la esperanza de que se vea satisfecha mediante la oración o la dádiva… “_Dan unas monedas para que les vaya bien; si no necesitaran algo no darían nada”, le dice Juca a Barata, con admirable sabiduría.

Así pues, nos encontramos en un mundo en el que el acto de dar limosna se cumple en virtud de un cierto interés personal: que la fortuna y sus negocios florezcan será lo esperado por algunos, que el amor llegue a su lecho lo será para otros, que la suerte sea su acompañante en el juego anhelarán unos más; el político necesita pedir que le vaya bien en la reunión del Directorio, o el funcionario que las autoridades judiciales no se enteren de que se embolsilló algunos dineros del erario público. Y así sucesivamente. Por este entramado de farsa teatral desfilan los diferentes matices de una humanidad necesitada, que se muestra indiferente y sin culpa frente a la miseria y la exclusión en que vive una parte de su población.

Un día, recibe la limosna de manos de una joven y elegante mujer; es Nancy (Zully Moreno), una ludópata que en cuanto termina de rezar en la iglesia corre a la ruleta; allí pierde el poco dinero que parece quedarle. Desconsolada, sale a la calle, en donde su situación no mejora, puesto que el conductor del taxi le niega el servicio y le recuerda que todavía está esperando el pago por la noche anterior cuando la llevó hasta su casa; sorpresivamente, el pordiosero (que está, cerca de ella, a pocos metros de la reja de entrada al casino) le pregunta (en off): “¿Puedo ayudarla en algo… Señora?”.

“_En esta noche, hasta usted me falta el respeto”, responde ella con altanería.

“_¡¿Cómo… hasta yo?!”, le dice admirado y con toda calma, el pordiosero, mientras subraya con su mirada la pregunta. Luego remata: “Hay momentos en que todos somos iguales…”

“_¡Cállese, insolente! O… lo hago detener por molestar a la gente”.

Es el instante en que llega una patrulla de la policía en plan de asegurar el lugar y proceder a su allanamiento.

“_¿Quiere que los llame, para que me haga detener?”_ le demanda él.

“_No”_ responde ella_ mientras se oculta en la oscuridad que le proporciona la amplia pilastra en cuyo pie está sentado Juca.

“_Si la molesto puedo irme…”

“_No”.

“_Aquí detrás de mí no la van a ver_”, le dice con voz cálida.

Ella acepta a regañadientes y así evade su detención; cosa de la que no pudieron escapar el resto de personas que se encontraban en el interior del casino. Pronto entre los dos surge una relación en la que ella se sorprende por el conocimiento que del mundo y de la banalidad_ representada en la riqueza material_ tiene aquel hombre de andrajosa apariencia y diáfana mirada.

Resulta que Juca, en verdad, es Mario Álvarez, un adinerado hombre de negocios y de reconocido prestigio social y cultural (su “sabiduría” proviene de la experiencia vivida y de la lectura, le confiesa a Baratta) residente en una lujosa mansión, a la que entra por una discreta puerta trasera.

La confianza crecerá entre los dos y finalmente, facilitará el descubrimiento de sus verdaderas personalidades… Ambos forman parte de una gran farsa teatral y entre ellos se tejerá una historia de amor, que florecerá al calor de la ayuda que Mario le prestará_ a pesar de su relación con otro hombre_, y terminarán frente al altar.

Mario le cuenta su pasado (flash-backs) como obrero y del robo de los planos de un invento de telar que estaba por patentar y que lo redimiría de su condición; robo cometido por el dueño de la fábrica en que trabajaba, al aprovecharse de la ingenuidad de su mujer. Ésta, _llevada por la desesperación derivada de su error_ termina por suicidarse. Ese hecho, no solamente lo dejó en la inopia, sino que lo condujo a la cárcel, acusado por el burgués de intentar robarle el dinero de la caja fuerte… Cuando pasa el tiempo y la fortuna llega, entonces adquiere el poder suficiente para hacer justicia a su favor.

En esta película encontramos mucho de lo que el lenguaje cinematográfico puede ofrecer: tomas en subjetivo; fundidos que facilitan la comprensión del estado de ánimo, o el correr del tiempo. Ejemplo de este último son los planos del allanamiento en los que vemos imágenes superpuestas de las piernas de la gente saliendo del casino hacia el auto de la Policía. Allí, en menos de un minuto se funden dos escenas: la del policía que queda de guardia a la entrada del lugar y la de Nancy ocultándose detrás de la pilastra en que se refugia Juca. Íntimos “planos” y “contraplanos” de los rostros de los protagonistas, son la manera como la fotografía aborda los diálogos entre ellos; luces directas y con marcado contraste iluminan la parte media-alta de sus rostros, sobre todo en las escenas de Exteriores; en las Interiores el contraste es bastante menor, más disipado… La intensidad de la luz blanca en los ojos y el blanco y negro contrastado, son parte del escenario y contribuyen a crear una atmósfera muy particular.

Frases memorables de Mario:

“No es el dinero, sino lo que con él se puede comprar”.

“El día que la gente se entere de lo que ganan los mendigos, la competencia se va a poner imposible”.

“Jugar es vicio del que necesita, no del que tiene”.

  1. https://www.youtube.com/watch?v=0TZyxfnddc0&t=6044s&ab_channel=JulioEsquivel

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.