Filosofía del desencanto

Columna de opinión

Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas

La forma de ejercer una dominación sobre los individuos se ha transformado radicalmente: se ha pasado de un control violento y disciplinar a un control fundamentado en la seducción y el espectáculo. Esta forma de dominación es mucho más eficaz porque los individuos se creen libres, cuando la realidad es que están cada vez más sometidos. Pero, además de esa falsa libertad, la nueva dominación también se sustenta en un proyecto social y global de transformación de la sensibilidad y del pensamiento, que tiene como consecuencia una “pérdida de sentido”. Esta pérdida quiere decir que la sensibilidad es cada vez más banal y el pensamiento es cada vez más superficial. No es que se sienta menos, sino que lo que se siente es cada vez más intenso pero insustancial, es una hipersensibilidad sin trascendencia. Tampoco es que se piense menos, sino que el sistema de pensamiento es cada vez más simple, al punto de asumir la obviedad como el fundamento de la certeza. 

Lo anterior hay que comprenderlo como un proyecto social, que se sustenta desde el avance y aplicación de las nuevas tecnologías. Las redes sociales funcionan con un Big Data, que es un almacenador e interpretador de información virtual, para poder, en un primer momento, crear perfiles de individualidades sobre las cuales poder influir, pero también para, en un segundo momento, poderle crear identidades a los individuos. Estamos en la época de las identidades algorítmicas, es decir: de identidades y proyectos de vida que se les crean a los individuos desde programas de inteligencia artificial. El problema es que estas inteligencias artificiales, que en realidad podrían llamarse secuencias lógico-matemáticas funcionales, es que son cada vez más eficaces al cumplir aquello para lo que se las programa. ¿Y para qué se las programa? Para que creen deseos y formas de pensar, a partir de los cuales se hacen posibles las identidades y proyectos de vida mencionados. El individuo cree que desea, que piensa, que tiene una identidad y un proyecto de vida cuando la realidad es que han sido creados algorítmicamente. 

Ante este panorama de sometimiento, es necesario pensar en una filosofía del desencanto. La filosofía en su sentido etimológico es, en efecto, un amor al saber. Esto sin tener muy claro que es lo uno y lo otro. Lo que la filosofía hace, en su gesto inaugural, es crearle sentido a esos términos. Asumiendo a Platón podemos afirmar que “el amor es la fuerza que nos impulsa hacia lo mejor” y que el saber es lo que se hace posible en la configuración intelectual de una “Idea” que, a su vez, es un sistema de sentido que define algo de forma universal, necesaria y constante. Por ejemplo: la definición de amor que presentamos es una “Idea de amor”, que implica un saber sobre el amor. Pero la filosofía también es un modo de vida especial. Si el amor impulsa hacia lo mejor que es el saber, esto implica una transformación integral en el modo de vivir. Este modo de vivir filosófico es una clara y consciente práctica de desencanto, porque el deseo de lo mejor quiere decir la superación de todo lo banal y superficial. “Lo mejor” no se encuentra en el sistema social y económico de dominación actual. Elevarse hacia lo mejor, en un modo de vida filosófico, implica un desencanto hacia las identidades y los proyectos de vida establecidos algorítmicamente.  

Este sistema se fundamenta en la promoción y difusión de la multiplicidad y la diversidad, porque estás hacen posible un aumento de la producción y del consumo. Lo que ha generado una normalización de las mismas. Una normalización carente de transgresión y diferencia. La transgresión es, como afirma Bataille, la ruptura de toda ley y norma que determinen a los individuos; se transgrede para hacer posible la irrupción de lo nuevo. La diferencia, como afirma Deleuze, es la creación de una novedad absoluta, es la emergencia del acontecimiento en la medida en que se crea un nuevo nivel de lo real. El desencanto en este punto consiste en capacidad de tomar distancia de esa multiplicidad y diversidad normalizadas por el sistema social y económico, y asumir la actitud vital del extrañamiento o del ser extraño. En la distancia de desencanto se transgrede todo lo que impide la creación y afirmación de la diferencia. El extraño que se aparta no renuncia, sino que hace un profundo ejercicio de crítica a la normalización, con su desencanto. 

El desencanto como modo de vida filosófico, que implica un distanciamiento de extrañeza, hace posible también una experiencia existencial estética, en la que se diseña y crea una sensibilidad que contempla la totalidad como fundamento. En el sistema de dominación contemporáneo se impone una sensibilización de lo banal, sustentada en la hiper difusión de información de baja calidad y estímulos simples e inmediatos. Una estetización de la existencia quiere decir una transformación del sistema integral de la sensibilidad, en la que se toma consciencia de la unidad inmanente de la totalidad. Como afirmó Benjamin, el artista es aquel que intuye el absoluto y lo expresa en una forma sensible. En la experiencia estética como desencanto se tiene una experiencia sensible y vital con lo que es importante y lo que fundamenta todo lo que existe. 

Que el individuo esté dominado en el diseño de su identidad y de su proyecto de vida es triste, en el sentido spinozista del término. Para Spinoza la tristeza es una despotenciación integral del cuerpo y de la consciencia. La potencia es la capacidad de actuar y de pensar, pero de hacerlo creativamente, es decir: actuar de forma que se puedan crear nuevas formas y niveles de lo real, y pensar en tanto se pueda crear el sentido. Cuando esta potencia se expresa y se hace posible el individuo es pleno. La alegría consiste en eso: en el aumento de la potencia en su expresión en plenitud. Pero la tristeza es lo contrario, es la disminución de la potencia de actuar y de pensar, como resultado de una afección interna o externa. En el caso del individuo actual el sistema social y económico regente opera como la causa externa de la despotenciación, pero una “causa externa” que el individuo asume como una interioridad. Lo que queremos decir es que las identidades y proyectos de vida que se imponen algorítmicamente, el individuo las asume como propias e íntimas. Esto va en contra de la afirmación de la singularidad irrepetible que es el individuo. Pero no es una singularidad que esté determinada, sino que debe crearse. La característica esencial del individuo es que él es un proyecto de sí mismo, que puede crearse a sí mismo. La creación de sí es el acto de desencanto fundamental, en tanto en esa creación se afirma la singularidad. Crearse a sí mismo es una acción de desencanto potente y alegre.   

Gracias.

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