A propósito de la lectura

ELKIN QUINTERO

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Kafka decía que uno lee para hacer preguntas, pero la lectura como actividad lúdica también tiene el propósito de darnos respuestas sobre la interrogación del mundo y las cosas. La lectura es interpretación, imaginación y creación. El texto puede crearse también a partir de la lectura del lector imaginativo, esto es, el texto no es solo la voz del autor sino también puede enriquecerse con la del lector. El lector cómplice es la aspiración más secreta del escritor, aquel que enriquece el texto a través de una lectura imaginativa.

Cabe recordar como Cortázar requería para la lectura en Rayuela de un lector-macho y un lector-hembra, esto es, una nueva actitud imaginativa frente al hecho literario, un “lector inquieto, activo, participante en la extracción de los significantes y la reconstrucción del sentido”. El filósofo Ralph Waldo Emerson decía que hay que ser inventor para leer como es debido.

Hoy debemos reflexionar sobre la premisa de idealizar la promoción efectiva de la lectura, y para hacerlo se debe estimular actitudes concretas entre el discurso y la práctica, y en ese sentido, debe la escuela adoptar una metodología diferenciada en la relación que tiene ella con los estudiantes, con los maestros y con el sistema educativo mismo y dejar de lado la lectura de textos que solo gustan al docente, esa idea ya no va más; hoy, las dinámicas exigen una nueva idea de abordar la lectura y construir una serie de prácticas desde el goce y la libertad, prácticas alejadas de los trabajos y las notas cuantitativas.

Asimismo, tenemos que crear conciencia sobre la obligada lectura diaria que emana de unas aulas sordas al conocimiento, faltas de deseo, colmadas de pereza por la ausencia o carencia de docentes lectores. Porque leer, implica tanto el compromiso como la disciplina de hacer, pensar y crear. Se busca crear un impacto en los niños y niñas como producto de la experiencia diaria, desde el goce y la libertad a la hora de leer.

La lectura es una deconstrucción del texto, una categoría propia y un placer, un oficio intelectual como el oficio de escribir, es aventura y revelación. Hay quienes se complacen con los libros que han escrito, pero también debemos hacerlo con los libros que hemos leído, como lo hacía Borges; porque leer es un diálogo con el autor, en donde ya no somos los mismos; nadie lee un texto dos veces de igual manera, porque cada vez somos distinto.

Hay libros que son mucho más visionarios que su autor, porque en la lectura de una obra se descubren otras dimensiones que el autor no imaginó, y ese que lo logra es el lector imaginativo, el que descubre los alcances visionarios de una obra, el que lee más allá de las líneas impresas. Este ejercicio, crea un lector apasionado que descubre el mundo en los libros y lo reinventa con su lectura. Dado que leer redime y salva la inocencia, también nos aleja de esa culpa que inventan las religiones.

Por eso, al abrir un libro de par en par es como abrir una ventana o como ver unos muslos abiertos, es ir al encuentro de un mundo maravilloso, una relación erótica cuando se acarician y se siente el olor de la tinta fresca en sus páginas.

La clase de datos ajenos a la lectura pueden ser de utilidad siempre y cuando se pongan al servicio de la explicación de las letras; y los caminos ya trillados también pueden ser de utilidad si se adaptan a alguna idea central que despierte la atención del lector. En eso estriba el medio feliz que, humildemente espero haber encontrado en la lectura desde niño.

Por último, debemos siempre recordar que, hay que leer para vivir y ser feliz.