Resistencia comunitaria (I)


FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO

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Con idéntico título al de esta columna, La Carreta Editores -julio de 2018, Medellín, Colombia-, publicó un compendio del Profesor Diego Jaramillo Salgado. Se trata de un texto riguroso, coherente y esclarecedor, que compila diversas experiencias académicas, intelectuales y vivenciales del autor, desde 2004 hasta hoy. Abarca tesis relacionadas con la resistencia comunitaria y sus relaciones con el ejercicio del poder, el territorio, el conflicto armado, la paz y las alternativas emancipadoras que, apreciadas en conjunto, configuran una visión global sobre la complejidad de la resistencia de los pueblos indígenas de América Latina, de Colombia y, en particular, del departamento del Cauca. Su estudio deviene fundamental para elucidar la historia de nuestras comunidades nativas, sus luchas pretéritas y presentes, sus expectativas y la realización de sus reivindicaciones actuales, concomitante con las aspiraciones del pueblo colombiano y latinoamericano a una sociedad más justa, libre y soberana. Resaltaremos algunos planteamientos del libro antedicho que, a nuestro juicio, son relevantes. ¡Se abre la controversia!

La resistencia comunitaria tiene una doble connotación: i- confronta y enfrenta al poder dominante, evitando la destrucción y el aniquilamiento de la vida social y cultural de los pueblos indígenas. Se opone a la subordinación y el avasallamiento ejercido por las fuerzas subyugantes. Y, ii- construye modelos de vida y desarrollo, procesos sociales y culturales afirmativos basados en experiencias ancestrales que factibilcen una existencia digna y una posibilidad real de transformación social.

Desde la conquista española hasta nuestros días, durante más de 5 centurias, la resistencia de los pueblos aborígenes frente a los poderes dominantes ha pervivido. Sin embargo, señalamos nosotros, durante largos períodos predominó una actitud pasiva. A partir de la creación del Consejo Regional Indígena del Cauca – Cric, en 1971, las luchas de resistencia se tornaron organizadas, firmes y enérgicas. Sus banderas iniciales fueron Unidad, Tierra, Autonomía y Gobierno propio. Sus conquistas, elevadas a rango constitucional por la Carta del 91, fortalecieron sus organizaciones, el sentido de pertenencia comunitaria, la cohesión social y las prácticas cotidianas; en síntesis, su cultura. Hoy, luego de cruentas confrontaciones, el Estado reconoce a las comunidades nativas, gracias a la resistencia comunitaria, sus derechos a la Autodeterminación y el Autogobierno, el carácter Plurinacional y Pluricultural de la nación colombiana, su participación en la toma de las decisiones que los afectan, su cosmogonía, su cultura espiritual y material, sus conocimientos y saberes, vale decir admite su razón de ser, lograda por la presión de sus luchas, por el poder comunitario, extendiendo para ello el amparo legal a las autoridades indígenas, sus formas institucionales, la educación bilingüe, su lengua como idioma oficial, su administración de justicia, etc., elementos consustanciales al concepto territorio. Abreviando, la resistencia es el élan vital para alcanzar y mantener las transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales, el mecanismo superior para diseñar los planes de vida, quintaesencia de la concepción de territorio.