¡Lo público abre las puertas a la Libertad!

GISELLE DELGADO

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En el momento del debate sobre el futuro de la universidad pública en este país, se da el encuentro de un grupo de galenos que hoy prestan su servicio a muchos enfermos que los requieren, es así como egresados de la Universidad del Cauca de la Facultad de medicina se encuentran hoy reunidos recordando lo que fue su ceremonia de graduación en el solemne recinto del Paraninfo. Hoy se encuentran compañeros que viajaron desde el viejo continente o Canadá y desde diversos lugares de nuestra Colombia. Quienes éramos en aquel entonces los que asistimos a las aulas de esta prestigiosa universidad; sino los hijos de obreros, ebanistas, madres que por razones de la vida enviudaron, artesanos, y muchos maestros que con gran esfuerzo sostenían a estos inquietos estudiantes cuyas marrullas no pasaban de las bromas que generaba el enfrentamiento a la ciencia y al misterio de la muerte. Con cadáveres que a veces se volvían nuestros mayores cómplices, transcurrirían largas noches de estudio a veces con solo un tinto.

Las noches que pasamos estudiando concentrados casi como un ejército. Debíamos ser médicos, nos volvíamos uno solo, no existían clases sociales, solo la sapiencia. Anécdotas por recordar muchas, amores que se gestaban en el vaivén de los turnos, expectativa, mucha expectativa. Cuanto costaba un semestre? la suma de 500 pesos de aquella época. Hay que reconocerlo, el Estado se la jugaba con la propuesta de una educación pública y la clase media aumentó la franja con nuevas generaciones que mejoraron las condiciones de vida de sus familias y sus herederos. La Universidad pública es la verdadera revolución; aunque a veces tímida, se queda corta en la promulgación de liderazgos, liderazgos sociales y políticos que sí arrebatan las universidades privadas.

Media vida se comparte con los compañeros que terminan siendo figuras hermanables que se añoran. “Préstame los apuntes, dame las “babas”, ¿que te preguntaron?, era el estrés de los exámenes orales y “suerte te de Dios que el saber nada te valga”, había que estar de buenas con los jurados y aquí jugaban las energías, sí se le caía bien al profe: bien! sino pailas! Así en el recuerdo, hay maestros con mayúscula que generosamente formaron médicos; pero hay maestros de maestros que cobraron con miserias sus frustraciones y creo que hoy están en el olvido.

Todo un baúl de recuerdos que compartí con muchas generaciones; pues mi vida no fue lineal, me atraparon inquietudes, inconformidades y deseos. Hoy doy la bienvenida a todos aquellos de los cuales llevo en mi corazón un pedazo de vida; incluido mi gran amigo José Luis Diago, quien se llevó un poco de mi juventud.