La ciudad perdida en sus vejeces

HORACIO DORADO GÓMEZ

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Escribo para la ´patojada´ que aún queda en la ciudad, y desde luego, para los que llegaron y, se arraigaron para nunca volver a sus lugares de origen. Uno de ellos, Carlos Alberto, valluno por más señas; pero amoroso con Popayán, quien me ha dicho que le agradan los temas de la “Blanca Ciudad” que se nos fue. Razón tiene, pues el pasado de Popayán perfuma los ensueños. Y ello me lleva a lugares halagüeños, en épocas distantes y mejores. En verdad, Popayán fue “grande cuando era chiquita”. Era, la ciudad de bajas temperaturas.

Es, pues, la intención de este artículo, tratar de encontrar una aproximación que permita entender, al menos en parte, este fenómeno. Así que solamente hoy, la literatura se convierte en una continuidad del medio físico que rodea a mi amada ciudad. De esta manera, sus imágenes, personajes y expresiones pasan a ser tradición literaria dejando sus huellas digitales que se convierten en mi agradable pretexto de escribir.

Popayán, pasó por la época de transición, entre una mentalidad colonial a la no identificada de hoy. Pero mis escritos sobre el Valle de Pubén, nunca son lamentaciones para quejarme de los males agudos que han caído sobre la ciudad. Mejor decir que, Popayán y el Cauca han sido majestuosos. Evocando la figura de Caldas dedicado a sus estudios científicos. Mencionar la figura de Caldas es importante, porque las condiciones que rodearon su vida y más aún su muerte, han dejado una profunda marca en la conciencia de la ciudad y de la nación.

En Popayán, hasta el paisaje era imponente. Hago énfasis en el aspecto majestuoso de los Andes, destacándose la cualidad que la hacía inaccesible; cordillera cuyas cumbres solo alcanzaban los cóndores en su raudo vuelo. Completa el paisaje de la ciudad, el imponente volcán Puracé sin arrojar fuego, pero que en sus antros gime. Detallo también, la presencia del color blanco y el realce de los campanarios como elementos que le imprimen personalidad especial a Popayán. Sin duda, le dan vida al ambiente y, en las noches lúgubres envuelven el paisaje de la ciudad en un juego de luces y sombras matizado en diferentes tonos.

En tiempos idos, la penumbra y la neblina obligaba a los paisanos a cubrirse, unos con la capa castellana representando el aspecto noble y positivo del español que idealizaba al conquistador y, otros más, con ruana tejida de lana virgen, descendientes de personajes indígenas como el cacique Pubén y la princesa Pubenza, que parecieran ser ficticios, pero que hacen alusión a la población aborigen que padeció innumerables historias de abusos, atrocidades y venganzas que ocurrieron durante la conquista de la gobernación de Popayán. De esta manera el cielo payanés y su clima, era un elemento vivo, hoy solo en la poesía.

Esta pues, una realidad histórica, repasada seriamente, para captar la más cercana en el momento que vive Colombia: la afanosa, un tanto caótica de los acontecimientos actuales, con los rasgos violentos de algunos personajes, sus rivalidades y los odios causados por la ambición. Preocupa esa constante, que podría estar recreando el ambiente para una guerra civil.