¡Eso sí es grave!

EDGAR PAPAMIJAEDGAR PAPAMIJA

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Hablando con alguien muy enterado de los movimientos político burocráticos de nuestra provincia, me informó sobre los intríngulis e intrigas, de todo orden, que mueven la bolsa de empleo del sector salud que, pese a lo ocurrido, sigue siendo el pozo de la dicha de donde salen recursos que financian campañas políticas o cancelan deudas de “inversionistas” y “empresarios”. Hoy, según mi interlocutor, hay una gran rapiña por las Eses, que igualmente podrían ser las Heces, por los malos olores que despiden. Afirma que llegar a uno de esos Entes, que no son ni mas ni menos que Entidades Públicas del orden nacional, departamental y municipal, con patrimonio propio y con autonomía administrativa, que prestan servicios de salud, cuesta varios millones de pesos por los “rendimientos económicos” que producen, según su importancia y cobertura.

Es de público conocimiento – afirma mi informante – que ahí han hecho dinero algunos personajes que llegaron por recomendaciones políticas o por trapisondas de todo orden, especialmente desde que en el Cauca, algunos gobernadores, entronizaron la corrupción en el Palacio de la calle cuarta. Eso todo el mundo lo sabe- dice mi contertulio- particularmente dentro del sector, donde todos se conocen – y agrega – hay caucanos que ocuparon esas posiciones e hicieron mucho dinero, que “malo que bien”, está invertido aquí; pero es que, trajeron gentes de otras regiones del país que se lucraron de esas entidades y se llevaron el dinero, y… “eso sí es grave”.

En las tiras cómicas, los autores simplemente colocan “bloppp” y el personaje vuela por los aires ante frases de ese calibre. En la vida real, no sabe uno si sentarse a llorar o salir corriendo para tomar aire y convencerse de que no se está soñando al oír afirmaciones, que salen de personas instruidas, que no educadas, a quienes se volvió de normal aceptación, la utilización de recursos públicos en provecho propio, sin que ello merezca, por lo menos, una sanción social.

El país no puede seguir así. Ya no se trata de dividir la sociedad entre buenos y malos y no se trata tampoco de pontificar o posar de moralistas. Debe haber alguna fórmula para que el ciudadano del común, ajeno a esas prácticas y víctima de ellas, pueda expresarse o contribuir para que se imponga la sensatez y recuperemos la posibilidad de asombrarnos y condenar la corrupción que, como lo afirman periodistas y escritores, es el cáncer que terminará por corroer el sistema capitalista, cuya crisis es inocultable, y la misma democracia que no resiste un atentado permanente contra su estabilidad.

Ya estamos fatigados de hacer eco al sinnúmero de escándalos que día tras día forman parte del paisaje nacional. En la semana anterior oímos al Presidente tratando de convencer al país que el atraco de Reficar que costó a los colombianos ocho billones de pesos, cuando debió costar la mitad, fue un asunto de falta de gerencia y no de corrupción monda y lironda como puede deducirse de los informes de Contraloría, donde aparece que en solo sueldos, bonificaciones y prebendas del personal ejecutivo, particularmente extranjero, gastaron sumas escandalosa. Preocupa que ahora el Presidente de la República quiera tender una cortina de humo sobre este o sobre el sinnúmero de abusos que se denuncian cada día, amén de los que quedan en la impunidad o en el olvido, como ha sucedido en nuestro departamento.

Tienen razón entonces un grupo de ciudadanos preocupados, como los llama la W, que creen oportuno convocar al Cauca y a los caucanos a construir una nueva agenda política. Los partidos y los que los dirigen, han perdido toda autoridad para liderar esta sociedad y el debate ideológico no les importa. La era del posconflicto debe ser la oportunidad de revisar el modelo económico; de volver al ciudadano para visibilizarlo y darle a conocer la nueva visión de sus derechos que le reconoció la constitución del 91; de empoderar las organizaciones de base para sustituir los grupos de presión y las mafias que negocian la voluntad ciudadana; de construir una nueva sociedad incluyente que, por la vía democrática, derrote la ignorancia y la desigualdad.

Una democracia no puede sostenerse sobre el frágil entarimado de unos métodos que riñen con la decencia. La sustitución de las ideas por el dinero, deslegitima cualquier proceso político y de ahí al caos no hay sino un paso.

Si las Farc firman la paz y salen a la arena política, como deben hacerlo, y en eso también difiero de Santos, van a encontrar un terreno abonado para capitalizar la frustración y el descontento de amplios sectores marginados de la población colombiana, que no comparten los métodos torcidos con que se nutre nuestro remedo de democracia y … “eso sí es grave”.