El Nefasto “Matoneo”.

JESÚS ARCOS SOLANO

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Por la década de los 40 y 50 no existía eso, que ahora llaman “matoneo”, desafortunado término, que ya hizo incursión en muchas instituciones educativas. Antes imperaba en las Escuelas y Colegios el respeto por el otro, la sumisión a los maestros, a los papás; en fin, se notaba la disciplina que regía. De manera, que quien no acataba los reglamentos vigentes, tenía que someterse a la sanción de la “vara”; elemento, que los maestros manejaban con destreza. Esta disciplina, daba resultados palpables; puesto que quien sufría una sanción, se curaba definitivamente; había el respaldo de los padres de familia, no la amenaza. Prueba de la eficacia de esos reglamentos, fueron la tolerancia, la comprensión, el respeto al superior, los buenos modales; y lo que es mejor y rescatable, es la cultura y civismo de esos alumnos de ayer, ciudadanos de hoy. Salía a relucir la formación hogareña, los principios morales y religiosos, la formación escolar y los valores humanos. Notoria esta docilidad, más en los pueblos, que en las ciudades.

Hoy, y da pena expresarlo; en la T.V. se observan verdaderas batallas campales en calles adyacentes a los Colegios; y más grave aún; cuando las peleas, son entre niñas, aún adolescentes. Es preocupante ver cómo las personas presentes, parece que sintieran placer ante el grotesco espectáculo, y no hacen nada por evitarlo. Se complacen con la vergonzosa escena. El mundo se desbocó, se descarriló, va rumbo al precipicio. Se perdió la autoridad, prevalece la anarquía.

Hay una canción denominada “Hijo de ramera”, que habla de este abominable mal del “matoneo”. Resumamos el argumento: Un niño, como muchos, asiste habitualmente a la escuela, con el debido juicio. La madre lo despide desde la casa. Se ha ganado el aprecio de los profesores y compañeros; por ser cariñoso y buen estudiante. El abriga las mejores intenciones de salir adelante, y con el tiempo, ser un profesional de prestigio para ayudar a su madre y salir de la pobreza, en que se debaten. Todos estos nobles ideales lo acompañan siempre; pero llega un mal momento a interrumpir su progreso escolar. Otro niño, sin sentimientos familiares, imprudente, intolerante y escudriñador de lo malo; lo injuria, llamándolo: Hijo de ramera. El ofendido niño, que conoce el significado del término, calla ,llora y se va hacia su casa. En la soledad, con lágrimas en los ojos, medita sobre lo sucedido, y le dice a su madre: No vuelvo a la escuela. La madre le indaga sobre la razón para tomar tan fatal determinación. El hijo le cuenta y le dice: que un niño, lo llamó, hijo de ramera. La madre, sin pensarlo dos veces, le cuenta toda la historia de su vida. Le narra, que ella se bañaba en el río. Allá llegó un despiadado y depravado hombre; que la tomó a la fuerza y la violó. De ese mal suceso, naciste tú, le dice al niño. Te he criado como una buena madre, haciendo sacrificios para educarte como un hijo ejemplar. El niño escucha, reflexiona y con sincero amor, le dice: Tú eres una buena madre, has sufrido mucho; te quiero como eres. El hijo vuelve a la escuela y cumple sus propósitos. Llega a profesional.

Ante el caos imperante con el “matoneo” hay que tomar decisiones radicales. Los padres de familia, los profesores, los estudiantes, el Gobierno, los psicólogos, los médicos y todo aquel que pueda aportar algo, deben buscar la manera más efectiva y persuasiva para buscar solución al problema, que ha corroído las propias entrañas de los hogares.

Ojalá, que nuestro entorno, no sea tierra fértil para el “matoneo”.