Desde hace 461 años

HORACIO DORADO GÓMEZ

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Religiosamente todos los años la “Ciudad Blanca” se viste de gala con la Semana Mayor. Es un rito con verdadera pompa, ininterrumpido desde 1558. Desfiles sacros en los que ´payaneses y popayanejos´ coinciden sin distingo de clase, raza o color político, abrazados a esa logia católica de las procesiones. Todo el año estos cofrades hablan de imágenes de santos de palos, pero solo en esta época reaparece el sentimiento de identidad por la ciudad. Desde cualquier parte del mundo donde se encuentre el patojo raizal regresa a cumplir la responsabilidad de cargar sobre sus hombros del pesado maderamen. En efecto, es el suceso más importante de Popayán. Peregrinaciones multitudinarias hacen que Popayán muestre su tradición de museo propensa al ataque del urbanismo moderno.

Cuatro días con sus noches se aglomeran en la ciudad multitudes de peregrinos recogidos bajo las techumbres con olores arcaicos a cenizas del Volcán Puracé, cera de laurel, cal y boñiga. Desfiles religiosos humeantes, iluminados por cirios, velas portados por creyentes feligreses. Caminando y gesticulando sus labios en señal de oración acompañan las imágenes centenarias. Acompasados avanzan al sonar de filarmónicas, bandas marciales interpretando partituras gregorianas. Cuentan que aún en las lúgubres noches se escuchan los monjes sin cabeza recorriendo conventos y templos de la ciudad. Popayán está llena de fantasías aún sin contar.

Desde hace siglos la ciudad tiene gentes de oficio: ´semansanteros´, que nacieron con ella y que son el sostén de esa tradición, -patrimonio cultural- heredada de familia en familia. Otros más con “dimensión espiritual” que se desenvuelven en creencias religiosas. Por ello, es de entender que esa fe de cuando eran niños sea la misma fe de adulto.

Es tan grandioso el honor de cargar un paso que si un carguero llegara a desfallecer y por ello ser reemplazado, se consideraría una deshonra. De allí que en tantos siglos pocas son las veces que un carguero “ha tirado la toalla”

Esta logia de “túnica y capirote” desde hace 67 instituyó la Orden de la Alcayata, exclusiva de ellos, aunque también admite a los Síndicos de la Semana Santa y algunas personas que, a su juicio merecen esa distinción. Sus decanos son los cargueros con más de 60 años de edad y que han participado en las procesiones por espacio de, por lo menos, 35 años ininterrumpidos.

Paralelo a esta solemnidad, se presenta también en Popayán, el Festival de Música Religiosa, certamen de alcance internacional que nació en 1964. Ha realizado 53 versiones ininterrumpidas de nutridas agendas musicales. Mediante la Ley 891 de 2004 fue declarado Patrimonio Cultural de Colombia convirtiéndose en uno de los Festivales de Música más antiguo del mundo, en su género.

De allí que, Popayán es tal vez la única ciudad cálida y cívica del país donde se puede ver que no solo la ciudad participa en la celebración. En sus desfiles sacros caminan los colegios, niños especiales que le ponen la nota tierna, damas, turistas, gobernantes, militares en fin, toda la comunidad. La tradición es volcarse a los andenes para ver pasar las procesiones de Semana Santa.