Descubriendo el Volcán Puracé

Univesitaria narra la aventura que le significó llegar a uno de los cráteres de la hermosa montaña de fuego.

Por: Catalina López Vejarano

Estudiante de último semestre de Economía Universidad de los Andes

Desperté alrededor de las 3:30 de la mañana, un día antes de terminar el año 2017; y solo tenía dos cosas en mi mente: la oscuridad del exterior de la habitación de la finca en que me hallaba y mis ansias de ascender los 4.650 msnm del volcán Puracé, el cual había visto tan cerca los últimos días. Luego de ponerme muchas capas de ropa, me encontraba lista para dar inicio a la travesía más exigente y asombrosa que he hecho en mi vida.

Al encontrarme de pie en la cima mis sentimientos se confrontaron por unos segundos. Sentía frustración debido a que la nieve había desaparecido, y solo podía apreciar los pocos rezagos de ella.

Después de un corto pero movido recorrido en carro, estacionamos los vehículos frente a las antenas ubicadas en la base del volcán, desde cuyo sitio intente, fallidamente, mirar su cima pero la neblina me lo impedía. Quería saludarlo y pedirle permiso antes de empezar a subirlo como nos lo dijo nuestro guía de la guardia indígena del resguardo de Puracé.

Alrededor de las 7:00 de la mañana se inició la aventura y a medida que comencé a caminar me encontré con un terreno amigable lleno de musgos y líquenes, lo que me hizo pensar que este reto no iba a ser tan exigente; pero indudablemente me encontraba equivocada.

Alrededor de las 7:30 de la mañana decidí mirar atrás con el objetivo de ver cuánto había avanzado, pero para mi sorpresa descubrí que la distancia era mínima. Al percibir esto, los sentimientos de frustración y agobio comenzaron a predominar sobre mí, lo que me hizo entender que no solo iba tener una gran exigencia física sino también psicológica a lo largo del desafío.

Sobre las 8:00 de la mañana comencé a considerar en desistir, sin embargo al notar el entorno único donde me encontraba parada, la opción de renunciar perdió sentido. Como amante de la fotografía, decidí hacer un alto para tomar aire, empezar a capturar los diferentes escenarios, e intentar plasmar la imponencia del paisaje novedoso que estaba observando, con el fin de poder preservarlo para siempre. Me sumergí en un estado de profunda admiración por el horizonte idílico que presenciaba, y aunque comenzaba a percibir cansancio y dolor, me rehusaba a declinar con el fin de poder seguir deleitándome.

Ya perdida toda noción del tiempo, el terreno amable que me había dado la bienvenida se había desvanecido, me enfrentaba a inclinaciones pronunciadas y obstáculos más hostiles, lo que aumentaba la exigencia, y a su vez, la belleza del paisaje, donde predominaba la simplicidad de las rocas y la arena, dejando atrás los pajonales y el escenario del páramo.

Siendo consciente que gran parte de mi energía había sido consumida por mi cuerpo, el guía mencionó que nos faltaban 500 metros para llegar a los 4.650 msnm, lo cual me revitalizó, además de avistar que la nieve adornaba la cima. Esas palabras resultaron alentadoras, y decidí acelerar la velocidad para poder sentir la satisfacción de haber conseguido mi meta; no obstante, los últimos metros eran los más difíciles. Cada 5 ó 6 pasos me detenía a descansar, debido a que el dolor que sentía en las piernas era insoportable, pero con gran esfuerzo y el aliento de mis familiares sobrepasé las dificultades y llegué al final.

Al encontrarme de pie en la cima mis sentimientos se confrontaron por unos segundos. Sentía frustración debido a que la nieve había desaparecido, y solo podía apreciar los pocos rezagos de ella.

Sin embargo la fascinación por el cráter y la satisfacción de haber cumplido mi objetivo eliminaron cualquier asomo negativo.

El diámetro de esta abertura me dejo atónita, y me recordó la esencia voraz de esta magnífica estructura geológica.

Tímidamente me aproxime a la boca del gigante, con la intención de tomar unas fotografías, sin embargo mi temeroso acercamiento no me permitió captar toda la esencia de esta cavidad.

Una vez que todos terminamos de admirar lo que presenciábamos, decidimos dar inicio a la fase de descenso. A medida que avanzaba, mi lógica desaparecía, no lograba comprender como había sobrepasado los obstáculos que nuevamente enfrentaba pero ahora desde una posición privilegiada de descenso. Después de tropezar en repetidas ocasiones y de caminar por más de 1 hora, aproximadamente, me encontraba nuevamente en el estacionamiento, lo que implicaba el fin de una inolvidable y extraordinaria jornada.

A medida que avanzaba, mi lógica desaparecía, no lograba comprender como había sobrepasado los obstáculos que nuevamente enfrentaba pero ahora desde una posición privilegiada de descenso.

Unos días después decidí compartir con ustedes mi experiencia, con la intención de incitar a todos aquellos que buscan actividades para romper con la monotonía a embarcarse en este tipo de aventuras, donde además nos permitimos conocer nuestras fortalezas y debilidades.

Aprendí mucho acerca de la flora de este hermoso territorio el cual me brindó, como lo dije atrás, un espacio de autoconocimiento.

Además, me gustaría invitar a aquellos interesados, a embarcarse en este tipo de travesías siempre con la indumentaria y guías apropiados con el fin de evitar inconvenientes y garantizar una experiencia segura e inolvidable.

Para finalizar, definiendo la vida como una colección de instantes, cada vez que vuelva a ver la hermosa e imponente silueta de nuestro volcán, en la distancia o en el recuerdo, tendré para siempre la imagen imborrable de haber estado en su cima contemplando la enorme belleza del Cauca.