POT y Justicia Social

CHRISTIAN JOAQUÍ

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Probablemente seamos los humanos los únicos animales que tienen un sentido crítico de la justicia; de ahí que la historia de nuestra especie esté profundamente marcada por las luchas a favor de nuestro particular criterio de justicia.

La justicia que debe existir en la distribución de los bienes de la naturaleza y de la fortuna es un elemento sustancial en el análisis que deberíamos hacer cuando el Estado determina la forma en que vamos a utilizar la tierra en los Planes de Ordenamiento Territorial que, como factor de producción, incide directamente en la producción de la riqueza.

La riqueza es un conjunto de bienes (materiales e inmateriales) que está distribuido entre los miembros de una sociedad. Ese conjunto puede aumentar o disminuir y, así mismo, el número de individuos en el que está distribuido, puede aumentar o disminuir.

Contrario a lo que sucede en la física con la materia, la riqueza sí se crea y se destruye. El proceso de generación de riqueza es lento y lleva consigo muchísimos costos sociales. Desde la construcción de capacidades, hábitos, destrezas y habilidades, hasta la construcción de casas, puentes, aeropuertos, autopistas, etc, pasando por todo los frutos de la naturaleza: desde aguacates hasta petróleo.

Cuando un individuo crea riqueza se vuelve dueño de ella, pero si esa riqueza es obtenida por transferencia en virtud de la especulación, es decir, sin crear verdaderamente ningún bien material o inmaterial, esa riqueza genera una ineficiencia en la distribución, lo que se traduce en términos filosóficos en injusticia.

Injusta es entonces toda aquella apropiación de la riqueza que no obedezca a creación. Pero ¿cómo es posible que alguien se pueda apropiar de algo que no se ha creado y, entonces, no existe?

La respuesta es a través del dinero. El dinero es un instrumento que sirve para realizar el intercambio y apropiación de riqueza. El dinero, contrario a la riqueza, sí puede crearse fácil y rápidamente. El dinero del Estado es sólo una pequeña parte de lo que necesitamos para nuestras transacciones diarias.

Según el Banco de la República, en billetes y monedas, a marzo de 2018, circulan 68 billones de pesos; es decir unos 34.000 millones de dólares (de 2014). Mientras que un informe recientemente publicado por el Banco Mundial (puede descargarse en https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/29001https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/29001) indica que la riqueza total en Colombia alcanza los 6,17 billones de dólares (de 2014). En otras palabras, si alguien tuviera en su poder el total de billetes y monedas emitidas por el Banco de la República, sólo podría comprar el 0,55% del total de la riqueza que hay en Colombia.

Esto significa que, bajo el supuesto que sólo hagamos intercambios sobre un 10% del total de nuestra riqueza, el 94,5% del dinero que requerimos no es creado por el Banco de la República, sino por los bancos comerciales privados a través del efecto multiplicador de los créditos.

Pero, siendo el dinero representativo de la riqueza, implica necesariamente que la apropiación de ese dinero conlleva a que haya menos riqueza disponible para otros y, de esa manera, crecimiento injusto de la desigualdad.

Esto es lo que ocurre cuando un lote de terreno sube de precio, sólo en virtud de una norma jurídica como el POT. En realidad no se ha creado más riqueza, pero sí habrá desplazamiento injustificado (aunque legal) de la misma, hacia pocas manos.