Se ruega no cantar

CHRISTIAN JOAQUÍ

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Hace algunos años, cuando vivía en Barcelona, tuve la suerte de ir con mi mujer y unos amigos chilenos a un restaurante gallego en la Calle d’Enteça, a pocas cuadras de la Plaza España: Pulpería A Gudiña; así se llamaba.

En ese sitio encontré una de las más particulares normas de carácter prohibitivo con que me he encontrado. “Se ruega no cantar” decía un bonito aviso en cerámica y con bordes de lazos pintados de ámbar y turquesa.

Vivir en sociedad conlleva dificultades que son necesarias además, pues no podríamos vivir aislados unos de otros. La filosofía política y la filosofía moral nos ha dado luces para entender y herramientas para discutir y explicar el origen de los derechos, de las obligaciones y desde luego, de las prohibiciones. De la política y la moral nace el entendimiento de la economía como ciencia autónoma que explica el comportamiento económico en sociedad.

Cuando encontré la singular prohibición en la Pulpería A Gudiña, inmediatamente me pregunté si habría sucedido algún hecho lamentable que quisiera impedirse que se repitiese con esa prohibición. Era la única razón que podría explicar tan singular norma de comportamiento.

No me asombra que prohibiciones semejantes se cuelen por doquier con la esperanza de conjurar el peligro o el mal individual o colectivo. Prohibir las mascotas; prohibir beber alcohol en las piscinas; utilizar celular en los bancos; el ingreso de domiciliarios y taxis a conjuntos cerrados y más recientemente la prohibición del porte de dosis para uso personal de drogas.

El Decreto del Gobierno Nacional 1844 del 1 de octubre de 2018 que, valga la oportunidad señalarlo, modifica el Código Nacional de Policía, prohibió el porte de la dosis de drogas para uso personal (ni siquiera el consumo). Poca efectividad tendrá esta prohibición en el problema que quiere tratar que, según la misma norma, es el microtráfico y el consumo en los estudiantes de colegios y universidades.

Si alguien propone en economía hoy en día algo diferente a lo que propugnan las tesis de la escuela neoclásica, es considerado un economista heterodoxo, por no decir, conspirativo y mendaz. Pues bien; una de las principales tesis de la escuela neoclásica es que la demanda crea la oferta y no la oferta a la demanda, como lo creía, en el Siglo XVII la escuela clásica, y el marxismo económico en el Siglo XIX.

Dado que las medidas prohibitivas no afectan la demanda sino la oferta, se llegará por esa vía a un aumento en los precios, que promoverá necesariamente el surgimiento de mercados subterráneos que se sostienen con la promoción de la delincuencia. De esto tenemos suficiente evidencia empírica.

Considero que toda limitación a nuestros derechos debe tener una explicación razonable y esa explicación podríamos encontrarlas en las ciencias sociales; en la filosofía; en la economía. Bueno, probablemente no todas.

Las razones que llevaron al propietario de la Pulpería A Gudiña para prohibir el canto en su restaurante, según leí recientemente en un bellísimo relato en Internet, se explicaría en que el dueño, en su momento, quiso evitar la enorme tristeza que le producía el recuerdo de su fallecida mujer cantando mientras atendía las mesas en los inicios del restaurante.