HÉCTOR RIVEROS SERRATO
@hectorriveross
Muchos científicos sociales consideran que el comienzo del siglo XXI es en realidad en el 2021, cuando termine la pandemia. Es, por tanto, la oportunidad de pensar en una ciudad del siglo XXI, que al menos en las primeras décadas estará marcado por las oportunidades de la economía digital, la lucha por mitigar el cambio climático y la garantía del mínimo vital para toda la población. Popayán, Buenaventura, Palmira- o cualquiera otra de similar tamaño
Las tecnologías de la comunicación acaban o al menos reducen considerablemente las distancias físicas
Una parte importante de la educación puede ser proveída y recibida, como quedó demostrado en el 2020, por medios virtuales. No importa donde está el maestro, ni donde está el estudiante. Eso permite, a ciudades como Popayán, superar más fácilmente obstáculos que parecían insalvables para tener, por ejemplo, suficientes profesores de inglés con nivel de excelencia. Un grupo de alumnos de la ciudad podrían recibir clases de profesores de cualquier parte del mundo y la Universidad del Cauca podría vincular para cursos regulares a algún premio nobel de economía, de química o de física.
Las TIC le abren a empresarios, emprendedores, profesionales o técnicos independientes los límites físicos del mercado que se asumía que eran los de la ciudad correspondiente. Un contador payanés buscaba trabajo entre las empresas localizadas en la ciudad, en el siglo XXI puede trabajar desde acá para una empresa ubicada en cualquier parte del país, para no decir del mundo. Un plomero puede tener clientes permanentes en Cali. Una librería ubicada en el centro histórico podría vender más libros a clientes de Bogotá que a los que les venda presencialmente, como hace por ejemplo la librería árbol de libros de Armenia que distribuye a cualquier parte del país.
Para aprovechar esa enorme oportunidad basta con que desarrollen una promoción básica por redes sociales o vincularse a plataformas digitales de economía colaborativa que facilitan la conexión entre comprador o usuario y quien pueda proveer el servicio o el bien requerido.
Plataformas hay para todos los gustos y todas las profesiones y sería suficiente con que las autoridades locales dedicaran un poco de presupuesto a promover la vinculación de productores, vendedores, profesionales y técnicos payaneses para que el limitado mercado de una ciudad con un nivel de ingresos bajo se abriera a posibilidades casi infinitas. ¿Cuántos abogados de Popayán tienen clientes en Cali o en Ibagué o en Pereira? Como consecuencia de la pandemia las acciones judiciales se presentan y se siguen por internet, las audiencias se atienden desde cualquier parte y los clientes no tienen que ir, a la vieja usanza a una oficina, a tomar tinto y conversar.
Un profesor de casi cualquier cosa puede ofrecer clases virtuales a niños, jóvenes o adultos que vivan en Cúcuta o en cualquier parte. Quizás se podría promover una plataforma colaborativa en la que se vinculen maestros de distintas disciplinas y atiendan alumnos de Tunja por decir cualquier cosa. Las plataformas están inventadas y la inversión es relativamente pequeña.
El escritor e historiador payanés, Juan Esteban Constain, en estos tiempos de pandemia, brindó maravillosas clases de historia, desde el estudio de su casa que bien podría haber estado en el centro histórico de la ciudad o en Bogotá, a centenares de personas que pagaban un buen precio y agotaban los cupos para los cursos en cuestión de horas. Constain no sabía donde estaban los ávidos alumnos.
La doble calzada a Santander o la salida al mar pierden urgencia si se desarrolla la economía digital. Las carreteras o los puertos resultaban cruciales para la economía del siglo pasado, pero para el siglo XXI lo importante es la carretera digital en la que el Cauca y la mayoría de los lugares de Colombia compiten relativamente bien con el resto del país. Nueve de las diez empresas más grandes del mundo son de tecnología, producen riqueza, generan empleo masivo.
Para mitigar el cambio climático hay muchas cosas para hacer, pero una ciudad como Popayán, o cualquiera de su tamaño, debe pensar en un sistema de movilidad basado en buses eléctricos y en bicicletas, pero no esas que hay que dejar con un candado en sitios fijos a los que hay que desplazarse para tomarlas, no, de las que son de pedaleo asistido y se activan leyendo un código QR que permite tomarla y dejarla en cualquier parte.
Colombia ha ido construyendo un sistema de seguridad y asistencia social que en una ciudad como Popayán, que tiene entre 70 y 80 mil hogares podría garantizarles a sus habitantes un ingreso mínimo. Hay unos 8000 vinculados a Colombia Mayor, otros miles a familias en acción, hay madres comunitarias que reciben estipendio del bienestar familiar, hay jóvenes en acción, hay pensionados, hay unos 25.000 trabajadores formales vinculados al sistema contributivo de seguridad social. Un buen sistema de información permitiría que con un esfuerzo que seguramente sería económicamente sostenible se le pudiera garantizar a cada hogar de la ciudad un ingreso mínimo.
Con algo de audacia sería pensable que Popayán fuera la primera ciudad de Colombia que entregara una promoción de estudiantes de colegios públicos con un nivel de inglés similar al de un colegio bilingüe de Bogotá o Cali. Sería perfectamente posible tener ese resultado en tres años.
Se puede soñar en el titular de que Popayán tiene la primera biblioteca pública totalmente digital en la que los usuarios reciben en préstamos tabletas que llevan a sus casas y pueden solicitar cualquier libro, o material periódico que si no está disponible se adquiere inmediatamente se solicita. Costaría poco y sería perfectamente realizable.
Popayán podría ser la primera ciudad de Colombia con un sistema de transporte colectivo totalmente eléctrico y además gratuito. Tampoco es tan irrealizable.
Popayán podría finalmente derrotar el desempleo si se decidiera a concentrarse en las oportunidades de la economía digital.
Popayán podría derrotar la pobreza monetaria y ser la primera ciudad de Colombia que le garantiza a sus habitantes un ingreso mínimo vital.
Con un poco de audacia, Popayán podría ser una ciudad pionera, la ciudad soñada.