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RODRIGO SOLARTE
Pediatra
La corrupción ha sido, y es históricamente, una constante estratificada socioculturalmente. La apropiación progresiva de los bienes materiales o físicos, fue creando resistencias por los que colectivamente se beneficiaban de ellas. Desde allá viene el antagonismo o polarización entre lo privado y lo público.
Alcanzada la máxima apropiación económica utilizando todas las formas legales, legisladas por ellos mismos, e ilegales, ideadas por quienes aspiran algo o más de esos recursos, y los marginados de tales beneficios, inicialmente colectivos, dan base a la corrupción que amenaza a la mayoría de las sociedades llamadas civilizadamente democráticas.
Las condicionantes históricas de la lucha armada para dirimir esta contradicción de intereses entre seres humanos y la naturaleza, se fue irradiando desde el campo a las ciudades, por el desplazamiento, abandono estatal, expropiación de sus tierras, ausencia de oportunidades para las necesidades que se consideran básicas.
La adquisición, manejo y administración de lo económico se convirtió en el eje cultural del funcionamiento social, desde la familia hasta el Estado, siendo hoy, la base del poder político en lo ejecutivo, legislativo, judicial y armado de la sociedad dividida en estratos o clases.
Paralelamente las religiones, también ideadas por seres humanos, se fueron plegando necesariamente al poder económico para poder subsistir terrenalmente, contagiándose de los mismos vicios y virtudes que dogmatizan, considerándose como los buenos de la historia para contar y hacer proselitismo con la fe inducida.
Las múltiples crisis que evidenciamos diferencialmente de acuerdo al nivel de ingresos, experiencias de toda índole, información por todos los medios disponibles: tradicionales, interculturales, científicos e imaginarios, propios de la creatividad, realidades conformadas, amor a los procesos vitales de la naturaleza incluyendo los de la especie humana, como máxima expresión de la creación y/o evolución por el desarrollo cerebral y funciones alcanzadas conocidas parcialmente, son interpretadas de acuerdo a tales factores.
La polarización histórica de intereses de clase que llevó a la lucha armada, interesadamente no aceptada por quienes convirtieron la misma guerra en negocio y estrategia para el mantenimiento del poder, ha influido en la conciencia de varias generaciones, volviéndolas resignadas, incrédulas, más calculadoras de las consecuencias posibles, apáticas y abstencionistas en los procesos electorales, crónicamente engañosos y no cumplidores de lo prometido en las campañas proselitistas.
Tal fenómeno sociocultural y político se aprecia más, tanto en la extrema derecha como en la izquierda, nacional e internacional, con matices propios de cada país o región, componentes de esta CASA COMÜN, sometida al bombardeo ideológico de tradicionales imperios y emergentes, globalización mantenida y difundida por las redes sociales e internet, que esta revolución de la creatividad humana sigue desarrollando, con miras al control, hasta de la vida personal de cada ser humano.
Colombia, pese a todos estos factores, continúa buscando alternativas NO VIOLENTAS, sintetizadas y formalizadas pluralmente desde la Constitución de 1991, pluralidad que se manifiesta cada día, con más participación libre, consciente, informada y menos dependiente del estímulo económico y miedos propagados por los potenciales desfavorecidos por decisiones, como fueron las propuestas por la CONSULTA ANTICORRUPCION del pasado 26 de agosto de 2018.
Coprotagonistas de esta jornada democrática, y de las que seguirán o nuevas que se ideen, son las y los jóvenes en general, con su VOLUNTAD de cambio demostrada.
De igual manera, las lideresas que están y van desde el parlamento hasta la base de las diferentes comunidades y organizaciones; las víctimas del largo conflicto vivido, líderes sociales que por los derechos humanos, la vida, paz y justicia social integral, nos siguen demostrando que con organización a consolidar, solidaridad creciente, formación y claridad de compromiso con el futuro deseado, es posible y necesario desarrollar la esperanza por una nueva Colombia.
La autocrítica y reflexión, son propias de toda ciudadana y ciudadano, caucano y colombiano, consciente de sus deberes y derechos, individuales y colectivos. Sus opiniones son valiosas e importantes en este largo proceso que se ha iniciado y seguirá creciendo, gracias a jóvenes, adultos y mayores, comprometidos con el empalme generacional indispensable. Participa y comparte tus apreciaciones, para enseñar y aprender de ellas.
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