Una nota sobre Marx

VÍCTOR PAZ OTERO

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Sujeto de barbas hirsutas y temperamento de energúmeno. Gustaba de los condimentos fuertes en la comida y de la magnífica cerveza alemana en cantidades más que exuberantes. De origen judío, pero de enorme y exaltada vocación y visión universal. Doctorado en derecho, pero mantuvo aversión por la casuística con las que se tejen las leyes. Su condición de intelectual pobre y rebelde, en parte le ayudo a descifrar la estructura abstracta y expoliadora del capital. Por eso le desmanteló sus argucias y sus trampas en forma minuciosa, le tocó y hurgó sus más secretas fibras y le hizo vomitar sus más ocultos procederes y misterios proclamando que había que socializarlo para que el sufrimiento de los muchos no fuese el privilegio de los pocos. Creyó que con eso el porvenir se despejaba y embarcó a la clase obrera en un delirio triunfalista que condujo a otras formas más violentas para sacudirse el peso de su historia.

Trabajador infatigable y de inmensa disciplina, que construyó a base de insomnios sucesivos y de tortuosas e infatigables lecturas, una coherente manera de encarar el desciframiento de lo que suele acontecer en el escenario histórico. Pero se equivocó en cosas esenciales, Como aquella de que racionalidad podría algún día presidir las ceremonias que acompañan los procesos de la vida social.

Se atosigó de Hegel y entró en su obra con sacos y pistolas para arrebatarle la dialéctica a la manera de un complejo sistema de conceptos para entender los cambios que suceden en la historia y en la vida.

Supuso que el cuento de Hegel estaba trastocado y que había que ponerlos a caminar con los pies y no con la cabeza. Le molestaba el aleteo del espíritu dignificando la materia y prefirió imaginar que las ideas y todas las formas del pensar florecen a partir de las maneras con la cual los hombre conjugan el verbo trabajar, produciendo valor y mercancías y poniéndolas a circular en el mercado para dilatar el lucro y la ganancia.

Su gran amigo, un magnate de la industria textilera inglesa, llamado Federico Engels, ofició con él el oficio descuidado de mecenas. Tan descuidado fue, que dos hijos del gran Marx murieron de hambre física, mientras él continuaba escribiendo el capital.

Marx imaginaba que en la historia todo estaba encadenada a leyes férreas. Que cada época procrea su propia angustia e intenta resolverla. Que el hombre no es ninguna esencia, que más que esencia es una historia. Que la historia es lucha y es conflicto y es afán irrenunciable a transformar la materia con las faenas del trabajo.

Marx era estudioso y era culto. Conocía con rigor apasionado la antigüedad clásica. Conocía también con cierto virtuosismo la literatura de su tiempo.