Historia de un mendigo

Columna de opinión

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Por HORACIO DORADO GÓMEZ – [email protected]

Observando a un mendigo, recordé a otro que durante muchos años imploró la caridad pública en las esquinas de Popayán. Ojalá que esta historia verídica sirva para inspirar a futuros emprendedores.  Propicia para los que no han podido   alcanzar sueños. 

Para el protagonista de esta narración, la vida en la calle fue muy dura. Pero sin ella no habría sido posible que fuera lo que hoy es. En su trasegar, hubo muchos momentos negativos. En la experiencia de estar sin sustento, le dio mucho aprendizaje y lo hizo madurar. Las dificultades económicas y la física hambre, da mucha confianza para luchar contra situaciones angustiantes. 

El personaje de esta historia pasó -50 años- de su vida como vagabundo, nació en Popayán, en 1950. Hoy es un setentón de 73 años, festejando su nacimiento cada once de noviembre. Vivió bajo una ramada de zinc apuntalada con guaduas. Ese era su paradero; estuvo asentado en el corazón de la ciudad, carrera 10 calle segunda esquina; dirección patoja, detrás del Hotel Monasterio. Siempre se las ingenió para darse las formas para buscar la beneficencia de manos amigas que le dieran una moneda en calles y esquinas. 

Para llegar al feliz desenlace de esta historia, hay que retroceder muchos años en el tiempo, sin acudir a un investigador para enterarse, sin sesgo, algo contado en algún libraco previamente contratado. Un testigo viviente me dijo: “no confío en ese libro porque lo escribió uno que no la conoció”. Por eso, hoy revivo la historia de mi personaje respetando su trabajo y sus símbolos. 

Me atrevo a contarla, con argumentos y fuentes suficientemente confiables. Ante la ceguera de gente que no sabe cómo venció la pobreza pasando a la holgura económica. Aquí va un pedacito de su historia con nombre propio. Me refiero al “Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Popayán”, que nació pobre y, fue un mendigo. La brillante idea de muy reconocidos fundadores, le otorgaron la licencia de servir a la comunidad con abnegación y, voluntariedad, pero sin cómo subsistir. En aquel tiempo, siendo mendicante, sin recursos económicos, atendía los llamados para la prevención, atención y control de incendios, atención en todas las modalidades inherentes a su actividad y casos con materiales peligrosos, hasta el rescate de animales domésticos. Su fortaleza por sobrevivir, lo llevó a limosnear en calles y esquinas de la ciudad. Aquellos bomberos, hoy en el anonimato, acudieron n a la solidaridad ciudadana por el padecimiento ajeno; llenos de carácter y suficiente humildad pidiendo limosnas para sobreaguar. Porque hasta para pedir limosna se necesita coraje. Así se financió la institución bomberil, durante cinco décadas. Pero, la historia mal contada desconoce a quienes sacaron de la mendicidad a la institución bomberil. Fue una batalla bien librada al lograr la sobre taza telefónica para alimentar sus finanzas.  Y aunque usuarios de varias líneas telefónicas se quejaron; con premura, y diligencia, hizo el cambio hacia usuarios del acueducto, logrando salir de la penuria económica. Así pudieron reconocer emolumentos a un grupo de bomberos pasando de voluntarios a recibir un pago justo. Tampoco recuerdan, cómo pudieron edificar una sede digna para el Cuerpo de Bomberos de Popayán. Fue Comfamiliar Cauca quien abrió las puertas para la negociación del lote y para brindar salud de los bomberos. 

Civilidad: Como siempre, los vencedores escriben libros de historia, dejando por fuera muchas verdades, porque, estos suelen olvidar a esas personas que se sacrificaron por los demás y cuya valentía no siempre ha sido reconocida.

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