¿Corruptos indignados?

Editorial

Por: Marco Antonio Valencia Calle

E

l Diario del Huila registró ayer que 370 aspirantes a maestros le pagaron a un payanés, para obtener de manera fraudulenta, el examen de admisión que les permitiera ingresar al magisterio colombiano. 

Y como perdieron el examen, ahora “los pobrecitos aspirantes” denuncian que los robaron, que les hicieron fraude, que los engañaron, que son víctimas, que alguien debe responder por su dinero. Algunos pagaron hasta veinte millones de pesos para obtener una rectoría.

Es una tragedia moral y para el espíritu del país por donde se le mire. 

Pero no por el dinero que perdieron los aspirantes a docentes con espíritu podrido,  sino por el daño que estos sinvergüenzas que compraron el chancuco pretendían hacerle a la nación, al Estado colombiano, a los niños del país, a la educación pública colombiana.

La esperanza para cambiar la mentalidad y las costumbres mañosas que nos sitúan entre los países más corruptos del mundo, la tenemos en la educación de las nuevas generaciones. 

¿Pero si algunos de esos maestros de las nuevas generaciones son corruptos? 

¿Pero si algunos de esos aspirantes a maestros se graduaron comprando el título universitario, o si ingresaron al sistema educativo para enseñar comprando el examen de admisión, qué hacemos? 

¿Hay esperanza en una nación donde algunos de los educadores de las nuevas generaciones tienen el alma podrida, son corruptos y bajos de moral? 

No imaginan los farsantes, aspirantes a maestros y formadores de las nuevas generaciones el daño que su ambición le iba a causar a la humanidad, al país, a el alma misma de la nación que es la educación de niños y jóvenes.

No podemos seguir pensando que contra la corrupción ya no hay nada qué hacer. No podemos seguir pensando que todos los cargos a servidores públicos que garantizan la existencia de un estado se venden y se compran por debajo de la mesa.

La educación es un pilar clave para la transformación de una sociedad. La educación brinda confianza, esperanza, tranquilidad; y lo contrario es un holocausto de dudas, un derrame de sangre espiritual. Un caos.

Si los aspirantes a maestros ingresan con fraude al selecto grupo de humanos responsables de la educación: apague y vámonos. 

Si los maestros que forman nuestros niños son de espíritu corrupto, por los siglos y siglos venideros ya no habrá nada qué hacer. 

Es la tapa de las vergüenzas. Imagine la calidad de escolares y la formación espiritual de las nuevas generaciones. Da tanta rabia, tanta tristeza…

Para delitos así deberían existir condenas a cadena perpetua, exilio del país de por vida, y la foto de cada delincuente publicarse en la televisión pública todo el año para que la gente conozca el rostro de la vileza, la ambición y la desfachatez.

Y un examen de admisión no puede seguir siendo el sistema para contratar maestros, hay que revisar sus hojas de vida desde preescolar y examinar sus vidas y sus mentes con evaluaciones psiquiátricas. Un simple examen de conocimientos no puede seguir siendo la norma para contratar. 

Ya suficiente daño le hicieron al país políticos sinvergüenzas del siglo pasado haciendo nombrar a viles y giles como profesores a cambio de un voto. Y es por eso, que en muchos colegios tenemos hoy, sin generalizar,  maestros sin ética y sin conocimientos básicos para enseñar. 

¿Qué va hacer el Estado frente a semejante tragedia?

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