“Me di cuenta que la única manera de reconstruir lo real, tal como nosotros lo pensamos, es recurriendo a la ficción”, Mónica Chamorro Mejía

En el marco del lanzamiento de su libro “El arte del mal morir”, conversamos con su autora, Mónica Chamorro Mejía, payanesa, escritora, lingüista y docente, quien encontró en el mundo de la ficción el único camino posible para “la verdad”. Además de comentar algunos aspectos relevantes frente a la reedición de este libro, compartió con El Nuevo Liberal sus impresiones frente a la ciudad, la importancia del arte y la cultura dentro del camino a la reconciliación social y los planes a futuro para su pluma. 

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Por: Carol Murcia Ledesma – El Nuevo Liberal

“opayán nunca me defrauda, sé que somos una ciudad pequeña, sé que somos una ciudad en la que nos hemos quedado en el país de la nostalgia, pero veo que está mirando al futuro y adentrándose en procesos que le permitirán, yo creo, retomar su lugar como ciudad de la cultura en Colombia, que nunca lo ha perdido, por su puesto, pero que creo que necesita este tipo de iniciativas, no porque sea mi líbro (risas)”, estas son las palabras que Mónica Chamorro, autora de “El arte del mal morir” elige para anteceder esta entrevista, no sin antes agradecer al esfuerzo y dedicación de quienes han hecho posible esta reedición de su libro, que será presentado en el marco de Popayán Ciudad Libro 2022: Juan Carlos Pino, editor del sello editorial de Unicauca, José Calero Cobo, decano de la Facultad de Artes de Unicauca y Juan Coronado.

“El arte del mal morir” también será presentado en la Feria del Libro de Cali. /Foto: Suministrada.

NL: La historia particular de cada autor es un acontecimiento que atraviesa sus narrativas, entonces para entender mejor tu obra, ¿quién es Mónica Chamorro?

MC: Yo soy una payanesa, donde sea, en cualquier parte del mundo, he vivido en Popayán. Como decía Borges, creo que los espacios son lugares imaginarios para quien se siente profundamente vinculado a una ciudad, por eso digo que en cualquier lugar del mundo donde he vivido, he vivido en Popayán, y es la verdad porque Popayán es un espacio imaginario, profundamente romántico, con todas las implicaciones del romanticismo, del gran romanticismo alemán del siglo IXX y del gran romanticismo decadente del siglo IXX, lo que tiene sus encantos y aspectos problemáticos, pero yo me quedo con los encantos, porque aquí, como en muy pocos lugares, se hace la búsqueda de lo trascendental, y yo creo que esa búsqueda de lo trascendental y del espíritu en el relato, es el centro de mi obra, es todo lo que soy, y eso se lo debo a Popayán, a sus atardeceres, a ese centro histórico imantado, obsesivo, neurótico, a esa retícula de calles en donde los mismo payaneses nos perdemos porque, aunque sepamos las calles, en la memoria todo es tan laberíntico y al mismo tiempo tan distinto y tan igual que nos perdemos en ese centro que acaba siendo infinito. Yo sigo siendo una payanesa y eso soy cuando escribo.

NL: Dentro de esa búsqueda de lo sensible, ¿qué narra y motiva este libro?

MC: Es un libro que tiene como pretexto utilizar lo real para crear un mundo ficcional, es una novela que busca reconstruir una historia individual, pero que al hacerlo, reconstruye en realidad una historia social, porque creo que como dice Borges, la realidad no está en el artista sino en su época.

Es una novela que fundamentalmente busca reconstruir una historia individual, pero no es una reconstrucción periodística ni documental, es una reconstrucción que toma como pretexto lo documental para crear ficción. Es una novela que pretende, por lo menos quisiera, ofrecer el vértigo de ese mundo entre la ficción y la verdad, porque, ¿qué es la verdad? ¿Cómo podemos llegar a la verdad a través de la reconstrucción documental de la realidad? Es más, yo creo que cuando empecé a escribir la novela, me di cuenta que la única manera de reconstruir lo real, tal como nosotros lo pensamos, es recurriendo a la ficción, porque en todos los casos no podemos acceder sino a la interpretación de la realidad, así consultemos documentos o miremos fotografías, lo único que podemos extraer es una versión de los hechos. Yo creo que en ese caso hay una especie de física cuántica del relato, o de paradoja del observador, como diríamos los lingüistas, es decir, apenas nos acercamos a un hecho y tratamos de extraer su porcentaje de realidad, nos encontramos con que es siempre una elaboración de alguien, de algo, del modo en que ha sido filtrado por un testigo.

NL: ¿Cómo la literatura entra a mediar entre la memoria, lo sensible y los acontecimientos de la historia?

MC: Yo diría que la novela, en cierto sentido, sin faltarle el respeto a la historia principal, es la reconstrucción de la historia de un personaje inspirado en lo real, en esa historia política de ciertos eventos importantes del siglo XX, por ejemplo, aquello que fue el surgimiento del nacional socialismo y del antisemitismo en la Alemania de los años 30, porque es ahí donde nacen los padres del personaje principal.

Reconstruir su inmigración. que en cierto sentido termina siendo un desplazamiento, palabra que nosotros los colombianos conocemos muy bien, un desplazamiento forzado y lo que significa a partir de ese momento ser extranjero siempre, ser un observador al no poder estar en la carne de los sucesos. Después, la vuelta del personaje principal a Alemania, pero ya no a esa Alemania de sus padres sino una Alemania en donde se está levantando el muro de Berlín, que se está dividiendo, pero que a su vez no abandona ese sentido quizás romántico y espiritual, es enamorarse del otro lado del Muro y es después escapar de esa realidad e irse a París, a ese mundo que seguramente es contrapuesto a esa cortina de hierro que es París del 68, y es vivirlo como una revolución interior, con la caída de los paradigmas propios, que es lo que le sucede al protagonista en ese espacio.

Además de “El arte del mal morir”, el próximo mes, la escritora lanzará su nueva obra, Ajedrez, en las ferias del libro de España, Bogotá, Cali y Guadalajara. /Foto: Suministrada.

Cabe resaltar que el protagonista tiene una identidad, en cierto sentido, no binaria, viéndolo en los términos contemporáneos que hoy podríamos mencionar, en ese sentido, adelantado a su tiempo y a las categorías que él rompe y cómo se siente en ese momento romperlo. Después tuvo una vuelta en Uruguay donde sufre la persecución y tortura por parte de la dictadura, para después volver a dejar todo lo que él era en una noche, llevándose nada más que a sí mismo para escapar a Colombia; primero en Bogotá, luego Cali y después la Costa Atlántica, donde sufre en primera persona la violencia paramilitar en los Montes de María, para finalmente llegar a Popayán, donde finalmente muere en circunstancias enigmáticas.

NL: ¿Cómo flexibilizar el relato caucano para cambiar ese destino que nos han impuesto como región violenta?

MC: Siento que esta historia es la historia de precisamente cómo el individuo se puede enfrentar a las múltiples violencias, a las violencias corporales y simbólicas que se ejercitan hacia lo atemporal que también somos, hacia eso con lo que nacemos y que nos constituye como seres, aquello que atenta contra nuestro Etos y nuestro Patos, contra nuestro pequeño paraíso interior. Creo que la violencia es una retroexcavadora en nuestro paraíso interior, es una bomba atómica que acaba con todas nuestras verdes ramas, con todas las flores tiernas en nuestro interior. Entonces, yo creo que este paraíso que es por excelencia el arte, está siempre amenazado por la violencia y por todas las formas de violencia, que además no tiene un solo rostro, sino que es un mismo monstruo subterráneo que emerge y que le encanta el ecosistema colombiano.

Yo creo que, en cierto sentido, es importante lo que está sucediendo, porque estamos dándonos cuenta que justamente hay otros caminos, que hay formas de pelear contra ese monstruo, no peleando como el monstruo y al mismo tiempo destruyéndolo, y es justamente el reconocimiento de la alteridad; vivimos en un país de fundamentalismos, en el que no hacemos sino ubicarnos en el extremo de la discusión, por eso los colombianos vivimos en un paredón en el que nuestra ideas son continuamente ajusticiadas y ahorcadas porque no se nos permite ver con filiación, con cariño, con humanidad al que piensa diferente, y es esa radicalización la que llevó al personaje a la muerte y que nos lleva a todos a la muerte de nuestras ideas, porque no hay ninguna idea que pueda germinar en el ámbito del fundamentalismo, es esa radicalización lo que nos impide ver al otro en su pequeña vida con sus ideas, dolores, amores, traumas, decepciones, traiciones, en ese pequeño mundo en donde todos habitamos ya no hay espacio para nada más que no sea el ver al otro como un subversivo que nos ataca.

NL: ¿Cuál es el papel del arte dentro de la gesta de esos caminos diversos y distintos para la construcción de paz?

MC: Yo creo que es el arte y la sensibilidad el camino a la humanidad de querer al otro con todas sus miserias y todas sus grandezas, con todo lo ruin que llevamos dentro y al mismo tiempo con todas esas grandes ideas, ese el camino, porque nos olvidamos de eso. En ese sentido, el camino es reconocer nuestra propia miseria, nuestros propios límites, nuestro egoísmo, nuestros celos, nuestra avaricia, y abrazarla para evitar tachar al otro, y el arte es eso, como en el caso de El Mal morir, es alguien que sabe entender que el arte se nutre de lo poliédrico, de lo poliforme, que el gran arte nunca puede ser de una sola manera o de una sola ideología o de un solo color, el arte tiene que incluir todas las tonalidades, todas las emociones y creo que esa puede ser una propuesta o una fuga, y fugarse a veces es importante para la imaginación.

NL: ¿Qué otros proyectos literarios vienen en camino?

MC: Mi próximo libro se llama Ajedrez y será publicado en España en el mes de noviembre. Esta es una novela histórica que es a su vez ficcional. Le doy voz a Josefina, una voz muda, como muchas mujeres a lo largo de la historia y en la literatura, por ejemplo se conservan todas las cartas de Napoleón y se conversa solamente una carta de Josefina, entonces yo he reescrito las cartas que Josefina puedo haberle escrito a Napoleón en esa primera etapa de su amor. Estoy muy cansada de pensar en personajes literarios femeninos de la gran novela del siglo IXX, que finalmente hizo nuestra educación sentimental, en la que las mujeres muy poco hablan, o que si hablan, lo hacen desde el paradigma de lo femenino, así que la idea es que la mujer que ha sido considerada como la esposa de, o el amor de, sea quien lleva la voz cantante, es decir, es ella quien pone el ritmo de la novela y de la relación amorosa, es ella quien nos habla sus motivos para amar, para no amar, para odiar, para desear, y eso fue lo más interesante de la novela, pensar el deseo de Josefina, el deseo físico y también entenderla como sujeto en la sociedad de la revolución francesa.

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