Salto de la Nostalgia a la Melancolía

Por: Lenny Z. Pito Bonilla P.S. – @CreaciónpsicologíaXXI

A raíz de la Carta Abierta que escribí a Popayán por sus 486 años, conecté con muchos recuerdos y apareció la nostalgia. Un sentimiento frecuente que se evidencia en fechas especiales como está, nuestros propios cumpleaños, los días de madre y padre cuando están ausentes o fallecieron, las navidades o el año nuevo. También al estar lejos de la patria o de seres queridos, al escuchar una melodía, sentir un olor, probar un sabor, cuando alguien cercano fallece o ante una perdida. Todos la experimentamos y por eso es importante ocuparnos de conocerla, identificarla y manejarla usando nuestra inteligencia emocional.

La nostalgia es una emoción, involuntaria y relacionada con anhelos del pasado, ya sean gratos, valiosos e inolvidables o lo contrario. A diferencia de la mayoría de emociones que clasificamos como negativas o positivas, ella conlleva energía de baja como de alta vibración, caracterizándose como tristeza por las pérdidas o alegría ante los recuerdos. De manera que nos cuesta determinar si es dolorosa, grata o ambas. 

La palabra nostalgia o «mal del país», está compuesta por los vocablos griegos nóstos (regreso) y álgos (dolor), introducida por el médico suizo Johannes Hofer (1669-1752), en su tesis (1688) de la universidad de Basilea. La describió como una enfermedad que similar a la melancolía, afectaba a los mercenarios suizos al dejar su tierra para combatir en el extranjero, con síntomas como fiebre, indigestión, desmayos, languidez y pulso irregular. 

Desde entonces y hasta dos siglos después, cuando la psicología apareció con Sigmund Freud, la nostalgia pasó de ser una enfermedad particular, a una condición patológica en personas con pensamientos suicidas. Y hasta comienzos del siglo XX fue descripta como un deseo intenso o potencialmente peligroso en los soldados.  

Los avances en psicología y neurociencia clasifican la nostalgia como una emoción, más que adversa con impacto positivo sobre la psiquis e importantes funciones sobre la sanación y el equilibrio mental. El recuerdo del pasado, nos lleva a ver que todo es pasajero o a reconocer la capacidad interna con que afrontamos situaciones complejas en él, confirmando que podemos hacer frente a los desafíos del presente e incluso a la incertidumbre del futuro.

Claro que debemos atender las condiciones desfavorables que trae y aprender a gestionarla, en especial comprender que puede ser una manera de auto engañarnos si idealizamos o distorsionamos el pasado, negamos o eliminamos los recuerdos considerados «malos» o evitamos abordarlos para sanarlos, perdonar y convertirlos en cicatrices que no duelan. Querer permanecer pegados al ayer e incluso llegar a convertirnos en victimas del mismo. Tener una visión irreal de situaciones que nunca existieron, pero que se buscan constantemente. Un camino peligroso que nos hace permanecer en la nostalgia atravesada por la tristeza, el dolor o la angustia, convirtiéndose en obstáculo para vivir el presente.

Otra vía riesgosa en la de confundir la nostalgia con la melancolía, asociado con el sentirse triste, contemplativo o reflexivo. Conozcamos sus diferencias para saber cómo actuar y ocuparnos mejor de nosotros mismos o de los demás:

  • La nostalgia lleva el sentir añoranza del pasado, asociada en general con sensaciones agradables. La melancolía es un estado abúlico de desinterés, donde se pierden las ganas de vivir y desemboca en tristeza profunda o depresión. 
  • La nostalgia permite recordar con tranquilidad, mientras la melancolía produce un sentimiento de insatisfacción con la propia vida. 
  • La nostalgia nos lleva a recuerdos concretos de situaciones pasadas específicas. La melancolía se extiende en el tiempo, más allá de un momento o lugar determinado del pasado, convirtiéndose en una característica permanente. 
  • La nostalgia nos vincula en general a sentires agradables y momentáneos que no afectan nuestro presente. La melancolía conecta con vivencias o emociones desagradables y dolorosas que se anclan.  

En el temperamento melancólico hay dosis de melancolía, con exceso del humor (bilis negra), regulador del funcionamiento del cuerpo y la mente. Esto en ocasiones genera una tendencia a la depresión, la queja e incluso a alucinaciones o delirios. Conozcamos cuál de los cuatro es nuestro temperamento predominante e identifiquemos qué prevalece en él e influye en el estado de ánimo. Y aunque no podemos cambiarlo si manejarlo, además todos tenemos un poco de cada uno.

La melancolía de manera equivoca se asocia con la genialidad, la creatividad, los poetas y hasta con lo demoníaco. Con ciertas características de la depresión melancólica; abatimiento, falta de apetito o sueño, desinterés por actividades antes agradables y perdida de placer o de respuesta emocional asertiva. 

Los invito a auto conocerse e identificar sus sentires y si algo va más allá de los límites de la nostalgia vibrante, pongan con responsabilidad atención, busquen apoyo profesional, no permitan que la melancolía los atropelle y recuerden siempre dar paso a la felicidad. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *