El Doctor Diago tiene en la historia de la capital del Cauca un especial renombre por sus dotes de compositor y ejecutante de la música vernácula.
Por Guillermo Alberto González Mosquera
De: Mario Pachajoa Burbano
FRANCISCO E. DIAGO
1867-1945
El Maestro Valencia, quien conociera a Diago mejor que cualquiera de sus coetáneos, dijo de él que era «una inteligencia polimorfa». Su vida discurrió serenamente entre las disciplinas del Derecho y de la Música. Y en ambas fue exitoso, consiguiendo una armonía de vida que deja la inequívoca sensación de que le bastaban para sentirse a plenitud.
A pesar de que gran parte de su vida transcurrió en Popayán, su ciudad natal – sólo la abandonó transitoriamente para ejercer el cargo de Magistrado de la Corte Suprema de Justicia en Bogotá, entre 1917 y 1920 – era continuamente consultado en su especialidad del Derecho Civil, por eminentes personalidades de la República como los Presidentes Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos y por importantes compañías comerciales, específicamente del sector minero, que confiaban en su experta asesoría y juicioso criterio.
Por más de cuarenta años fue profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca en el área de su especialidad y en la Rama Judicial ocupó los cargos de Fiscal del Tribunal Superior de Popayán, Magistrado del mismo y Juez Superior del Distrito.
Tanto o más que por su condición de jurista, el Doctor Diago tiene en la historia de la capital del Cauca un especial renombre por sus dotes de compositor y ejecutante de la música vernácula. Supo recoger magistralmente los sentimientos del Popayán de principios del siglo y plasmarlos en más de sesenta composiciones musicales, que hoy constituyen un valioso acerbo cultural de esta tierra. A Diago se lo recuerda especialmente por haber compuesto «El Sotareño», un hermoso bambuco, considerado como el himno del folclor caucano. No podría existir una chirimía sin esta pieza musical, que termina por servir de prueba sobre la calidad de cualquier conjunto que se respete. La compuso en 1923 con el nombre original de «Don Zoilo», pero luego la rebautizó con el nombre con el que actualmente se la conoce, cuando le estrenó la letra que es un poema lírico sobre tema campesino descriptivo del paisaje de las tierras paramunas del Cauca. El Maestro Efraín Orozco lo instrumentó para la Banda de Músicos de Popayán y el gran pianista caleño Antonio María Valencia, la introdujo en una obra clásica de corte mayor para su ejecución por la Orquesta Sinfónica de Colombia.
Heredero de esta notable tradición musical, Luis Antonio Diago, hijo del Doctor Diago, sería un compositor atinado y prolífico y un distinguido ejecutante de varios instrumentos.
Francisco Eduardo Diago, fue durante muchos años el payanés típico: bohemio en la mejor acepción de la palabra; culto por el conocimiento de las humanidades y por su trascendente magisterio; satisfecho con el entorno que le dio el destino y figura central de una sociedad que supo apreciar su invaluable legado. Murió en Popayán en 1945 a los 78 años de edad.
DIONISIA
De: Mario Pachajoa Burbano
A principios de 1770 se realizó el crimen pasional más escandaloso y estremecedor de Popayán: el asesinato del esposo de Dionisia. Corría el año de 1768 y dos de los matrimonios más conocidos y respetados disfrutaban de la placidez, sencillez y fortuna que les ofrecía la vida aristocrática payanesa, privilegio de la época colonial. Pedro López Crespo de Bustamante, español, comerciante clase noble estaba casado con Dionisia Mosquera Bonilla. Pedro García de Lemos, socio de López, estaba casado con Juana María Hurtado y Arboleda, padres de tres hijos y pertenecientes a la clase hidalga o nobles criollos. López y García hacían viajes de extremada duración por lo que se turnaban los dos socios. En Jamaica y países del Caribe adquirían mercaderías que luego vendían en el almacén de la Pamba.
El último viaje de López duró más de un año, durante el cual García y Dionisia establecieron relaciones amorosas quedando Dionisia embarazada. En la navidad de 1769, cuando se halla en estado que no lo podía ocultar, el esposo anunció su regreso. Dionisia auténtica amazona de la crueldad, sabiendo que hasta que la muere no los separara estaba condenada a compartir su vida con el esposo legítimo, decidió ordenar el asesinato de éste en Guanacas antes de que él llegara. Escogió como ejecutores de su sentencia a sus criados Joaquín Perdomo, Pedro Francisco de Borja y Francisco Fuche. El 29 de enero de 1770 el esposo regresó a casa con los tres criados y la mercancía comprada. El esposo fue tan eufórico al encontrarse con los esclavos en Guanacas que los colmó de regalos y además, les dió la libertad.
Dionisia pudo ocultar su estado haciéndose la gravemente enferma, pero con la complicidad de su amante y criados lo asesinan en una hamaca mientras dormía y en los momentos en que caía una poderosa tormenta. Los asesinos se confabulan para inventar una descabellada historia que pretendían convertir un crimen en insólito accidente. Pero la justicia dirigida por Luis Solís y utilizando el suplicio logró la plena confesión de los cómplices. Mas Dionisia y su amante lograron huir dados sus antecedentes familiares. Ella se refugió en el convento de el Carmen y luego en el de La Encarnación, de donde salió al exilio. El amante huyó a la casa de un amigo y luego a lejanas tierras. Los criados fueron condenados a salir arrastrados a la cola de un caballo, ahorcados y descuartizados.