Las caras de Jano

Para los nacidos en Popayán antes del terremoto este hecho marca una nueva mirada de la ciudad, ese momento es crucial para entender que la ciudad es ya otra, y que empiezan a surgir diferentes formas de pensar y sentir las realidades de la región.

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Por Edgar Alberto Caicedo Cuellar

Otro hecho es la “tumbada” del Sebastián de Belalcázar, obra ecuestre de maravillosas proposiciones del Maestro Victorino Macho, una acción de facto sobre un bien cultural de la región y de la Nación, ese hecho implica un movimiento en la estructura misma del pensamiento. Las comunidades indígenas, rejo al bronce lo tumban, es un acto simbólico que a propios e hijo de otros lares nos ponen a pensar.

En el terremoto de 1983 se da un fenómeno, el de la invasión de tierras aledañas a la ciudad de Popayán, muchas personas de los municipios y de fuera del departamento vieron la ocasión de hacerse con un pedazo de tierra para construir sus casas, en un ir hacia la ciudad blanca que entre las ruinas respiraba el vaho de sus adobes entre el rescoldo del sol y las continuas réplicas del sismo de Jueves Santo.

El maestro Guillermo Valencia, (Ritos-obra de poesía), expreso en su momento que la escultura del Maestro de Palencia Victorino Macho no debía de ser entronizada en el Cerro de Tulcán; a manera de anécdota recuerdo las subidas de niño al morro en compañía de mi padres, y era grato contemplar el escorzo del equino, y la fuerza del conquistador mirando su fundación, y las voz de mi padre diciendo: “…que todos los patojos somos hijos de la nigua”, y esto que quiere decir, que reclamamos como asunto fundamental de nuestra existencia las fuerzas raciales andinas y el mundo occidental y la sangre africana, en un mestizaje, de chirimía, sango y bordeaux.

El terremoto de 1983, nos puso a pensar en que rumbo tomar desde las maltrechas techumbres de tejas de barro, y es que al día siguiente el Presidente Belisario Betancur en compañía de la gobernadora del Cauca, Doña Amalia Grueso de Salazar, caminaban las calles ruinosas de la ciudad; todos recordamos las palabras del presidente “tengan la seguridad de que el país reconstruirá a Popayán” “Amor y gratitud para el Altar de la patria que es Popayán”.

Puesto en el tapete los asuntos, nos asaltan inquietudes: en el 83 se decidió reconstruir la ciudad colonial de Popayán y dar cobijo a las comunidades que reclamaban para si las vecindades de la cuidad; ahora bien, esta ciudad del 83 ¡escucha su cauce de epigramas e impromptus? A los moradores de estas comarcas nos asiste una responsabilidad, la de preguntarnos por nuestros destinos, y como hijos de La muy noble y leal ciudad de Popayán, es punto crucial resolver en este momento qué vamos a hacer con la estatua del fundador de la ciudad de Popayán con centro poblacional que ahora nosotros vivimos y reflexionamos. Peter Marzahl en su tratado: “Una ciudad en el imperio”, nos deja ver que Popayán fue para Belalcázar el “premio de consolación”, e igual es gracias a él que esta región cobra el valor de un ser un ente administrado unificado e independiente.

Y es verdad Popayán tiene mucho de “altar de la Patria”, y desde esa consigna se debe buscar construir esa fuerza que implique pensarnos en un futuro como la ciudad turística de sur occidente de Colombia; que la plaza de San Francisco no sirvan solo para el discurso, sino para el hecho concreto de marcar un cambio en las realidades de empujar a la ciudad hacia soluciones que la afanan y la urgen, y lograr salidas lejos de la subsistencia ominosa de la drogas, e ir hacia la construcción de verdaderas economías que den prosperidad a sus moradores.

La estatua del adelantado y gobernador de Popayán Don Sebastián Moyano y Cabrera, estaba pensada para ser puesta en la plaza de la Iglesia San Francisco, pues pongámosla ahí, y al Prócer de las letras, el verbo de la revolución, darle el atrio de San José, ya que el señor arzobispo que lo frecuentaba fue a buscar otras patios.

O volverla a el cerro de Tulcán, y quien decide eso… pues nosotros los que vivimos en Popayán, Carlos Tobar Paz, propone que se puede poner en el Cerro de la M, mirando hacia el Chorrito de la Pamba, no esta mala la idea, lo urgente es que Belalcázar salga a la luz de propios y visitantes; ¡y claro que sí! hay que contar lo que hizo como conquistador, Darío Noguera nuestro gran acuarelista dice que él fue un Genocida, bueno hay que decirlo, y también habrá que contar sus cuitas de buscador de “Dorados” y decir que fue el fundador de Popayán “altar de la patria”, y desde ese diálogo histórico debemos emprender nuestras rutas como ciudad turística del suroccidente de Colombia.

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