Kuentos kaukanos – MASCACHOCHAS

Por: MANOLO GÓMEZ MOSQUERA

Dormitaba Tomas Cipriano, digno mandatario de la primera patria, cuando el fulgor resplandeciente de una ínfima cerrilla, alumbró su rostro de primer soldado enloquecido por los largos años en las mieles del poder, de inmediato, ofuscado abrió sus alertas pupilas de guerrero pues le interrumpían el bello sueño erótico al lado de su amada, Susana Llamas, hembra exuberante quien lo traía como corriente marítima incesante y que, después de amarlo en las alcobas de su casa obsequiada por el gobierno, entre dos árboles de Mango disfrutaban del café, mientras ella le pedía luego de un amor bravío, expulsar a los curas y sus rezos, lánzalos al mar Tomas Cipriano decía Susana Llamas, móntalos en un navío hacia el reino del Perú y hazle ese favor a la república, quítales su poder encantador promotores del dios castigador creado a punta de tinta en un papel, destiérralos! Decía Susana Llamas, tráete el ferrocarril de Panamá y empácalos como pollos  hacia algún lugar de eterno olvido donde sea podrida su trama de castigos, le susurraba mientras el general sucumbía en sus mieles pupilas de felina, en sus espirales rizos de mestiza, imaginando su sonrisa cuando le dijera las frases del destierro a su hermano el arzobispo. Sácalos! gritaba la exuberante criolla Payanesa con ardor de amor herido, recuerda que el sol Tomas Cipriano, la luna, las lagunas son más sagrados que su templo, hazle ese favor a la patria general, destiérralos a todos de nuestra gran Colombia, y dile a Codazzi, al italiano este que trajiste, que les dibuje un mapa con ruta al amazonas y se internen en la selva a llenar de culpas, purgatorios e infiernos a los micos, dales libertad y que se lleven su discurso inconsecuente al más profundo abismo, decía Susana Llamas mientras se acercaba sigilosa a darle un beso en el mentón metálico justo cuando el mandatario despertaba por el centelleante chispero de una ínfima cerrilla. Entonces veinte personas en media luna a su alrededor le miraban como a un loco. Quiso levantarse por su sable pero ya estaba aferrado a los grilletes. Por el capitolio nacional aún en construcción lo arrastraron amarrado hasta el observatorio donde su hermano el gran obispo  de Santa fe le esperaba inquisitivo. Al otro día, veintitrés de Mayo de 1867 un haz de luz como un láser mañanero apuntó sobre su mandíbula metálica. El medico Carlos Martin quien lo había dormido tras un duro mes de insomnios entró a la mazmorra como un amigo salvador de toda esta conspiración y evadiendo la mirada del orate mandamás, le hizo entrega de las llaves de la celda: La cárcel o el destierro- Preguntó el doctor- decida general.

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