(Este poema mereció Mención en concurso nacional de poesía convocado por Casa Silva, Bogotá, en 2014)
No soy de los que cuidan un ritual de amores; mis últimos amores los agravó el señuelo.
Yo viajé por ellos como un Ulises engañado por el mar, pero ahora mi barca vuela a recoger los truenos.
Nadie será capaz de reconocer las manos que dieron flores.
En el amor se nace como un desheredado; remendaréis los abrazos, y el final del río será el comienzo perpetuo.
No necesitáis un mapa; todo lo enseña vuestra propia brújula; las lúnulas le harán caso desde el vértigo, y entonces encontraréis las palabras precisas.
Comenzad a deshilachar el campo con su árbol; la huerta será entonces una serenata, la bailarina alucinada tocará la luna, el jugador solitario oirá las parcas, el pensador abandonado volverá el camino sobre sí.
Estoy seguro, no caerá una caravana de abrazos; mis últimos amores fueron un vendaval de soledades, mis besos tuvieron el sabor de lo que falta.
Siempre habrá un caminante regresando, y entonces las palmeras regresarán más fácilmente al cielo.
El amor es regio para acelerar los ríos; moja el estrépito de las nubes dulces.
Sortilegio es el amor; entre más lo llamas, más se esconde.
Los ojos del amor nacen sin párpados; no quieren cerrar un instante la puerta del olvido, el agua no los lava en la cuna de las cenicientas.
Se necesitan príncipes azules para para despertar el corazón del día.
Quizás habrá un espectacular renacer de aves migratorias; la estepa resucitará, incluso con todos sus espantapájaros.
Amor en altamar, amor en bajamar; amor en los castillos destruidos por la antigüedad; amor en los lagos donde los rezos nacen; amor en los punteros acelerados de mi reloj.
Cantar al amor es oír los cántaros cuando madrugan llenos de alucinaciones.
Encontrar el amor es olvidar el resto de palabras difíciles; caerán debajo de la cama mientras el ojo sube a los tejados.
Se excita el diccionario con la esencia de las sinrazones; el amor las permite cuando se levantan temprano y una mano es capaz de acariciarlas.
El amor tiene un ojo prohibido: ronda lo inevitable, las almohadas reservan el poder de la entrada.
Escuchemos su parpadeo tras las ojivas eternas, el cielo saldará las cuentas incompletas.
Abrirse al amor es cerrar la puerta de las batallas; si acaso hay caprichos, el amor les tira flores que se secan en el aire.
Recoged los pétalos, guardadlos en las estribaciones, un farol puede cuidarlos sin interferencias ni celos.
En verdad os digo, el celo es el guardián del amor en los extremos de la desolación. Nunca oigáis un celo; puede petrificar miradas, fermentar las estaciones del año.
La luna es un trineo que viaja de noche a noche vigilando los amores dormidos.
Mucho hay de luna en el amor; tiene de ella cara de lumbrera aunque él no alumbra; oscurece los catalejos y los miradores.
El amor es como el arcoiris: siempre desaparece hasta el próximo aguacero.
Cerrad los ojos cuando aparezca el amor; quizá podáis reconoceros sin el florero de las siete lunas.
Enamorarse es perder el nombre en una carta exiliada de sí misma.
Oiréis las canciones como si fueran vuestras, regresando a las espinas del rosal.
Tirad una flor a una mano sedienta; quizás retorne delirando en los desiertos.
La escalera para subir al amor es un bajar a todos los despojos.
Tiene su ángel el amor; a veces vuela entre los precipicios, ayuda a sobrevolar el crepúsculo, el apagarse de las sonrisas.
Sin embargo, amarás; tendrás que hacer una coraza para resistir sus estallidos.
Yo soy Nubio Nuboso Nublado, filósofo desconocido hasta el final de los tiempos…
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