Catleya: la voz femenina en el gran centenario

En edición semifacsimilar, la colección Posteris Lvmen, de la Editorial de la Universidad del Cauca, recoge los seis números de Catleya: Revista Femenina, publicada en 1938 bajo la dirección de Josefina Valencia y Amalia Zambrano. Aquí, un fragmento del prólogo, donde se da cuenta de la importancia de esta publicación.

Por: María Teresa Pérez Hernández

“Se trata de un grupo de muchachas con bastante sentido común, ideas relativamente propias y la menor presunción para emprender la tarea. Convencidas como estamos de que no sabemos nada, no aspiramos a decir nada nuevo, ni hacer una gran labor; ninguna de nosotras ha escrito antes, pero deseamos comenzar y propender, con esta prueba de inusitado valor, a que las muchachas que tengan algo que decir lo hagan sencillamente, sin temores ni recelos a ser mal acogidas o de producir un extravío entre nosotras. Para nosotras es definitivo un concepto suyo. La revista, si es que sale, se llamará Catleya, siendo una revista de muchachas, sin pretensiones de ninguna clase”.

Así le contaba Josefina Valencia al maestro Baldomero Sanín Cano el carácter y propósito de la revista Catleya. Ella había sido comisionada por el resto del grupo para comunicarse con el ilustre pensador y escritor, y solicitarle tanto su concepto como su colaboración, pues ellas deseaban el apoyo de escritores ilustres. De manera particular, solicitaban su concurso y el de Guillermo Valencia, padre de Josefina, para que fueran algo así como los mentores de la empresa. Ellas reconocían tanto su inexperiencia como su empeño en construir la voz femenina en el contexto del Gran Centenario, como se nombraba la conmemoración de los cuatrocientos años de la ciudad. 

Inaugura el primer número una sección editorial encabezada por un artículo titulado Catleya. En una prosa poética, Guillermo Valencia señalaba que “Catleya evoca algo autóctono, señorial, ensoñador, indefinible”. Exaltaba el poeta la irrupción en el silencio de la voz femenil para reivindicar un sitio de honor en el recuerdo de la gran efeméride. “Cómo podía enmudecer las inspiradoras de lo grande, ya que fue la madre de los grandes”. Pero si bien el poeta parece exaltar inicialmente a las madres de hijos memorables y gloriosos, amplía el círculo y reconoce también a madres, esposas e hijas de toda condición durante la Colonia, en la República en el remoto pasado y en el hoy palpitante, que rindieron tributo de gloria a los magnos empeños; enfatizaba el poeta que “la heroicidad, la inteligencia y la abnegación no fueron patrimonio de una raza o de una casta”. 

Complementando la voz autorizada del poeta, en las páginas editoriales irrumpe también la voz de una de las fundadoras y codirectoras, Amalia Zambrano, quien, junto con Josefina Valencia, lideró esta publicación. Señalaba Zambrano que con la escogencia del nombre de la bella orquídea, flor nacional, ellas han elegido un símbolo claro para sus empeños y propósitos, que apuntan a la lejana aspiración de atraer y seducir con “el femenino encanto que las anima”. 

Catleya no pretende “ser un índice de movimientos literarios o científicos; su anhelo primordial y cercano es el de entregar al servicio de nuestra cara ciudad una revista femenina, órgano de propaganda y exaltación de su fiesta centenaria, servida por el entusiasmo”.

Más allá de la voluntad de servicio a la ciudad en su fiesta centenaria, Amalia Zambrano reconoce también a Catleya como un proyecto animado por la discreta inquietud intelectual: como mujeres se lanzan a asumir actividades que antes rehuían con natural temor, pues señala ella que Popayán no ha tenido una revista femenina hasta ahora. Subraya Zambrano la firmeza que las anima para perseguir lo que denomina un “osado empeño”, animado tanto por el “imperativo ineludible de admiración y de cariño por nuestra señorial ciudad”, como por la conciencia directa de que “no es posible vivir sin contacto inmediato con realidades que el momento actual impone afrontar y comprender”. Finalmente, Amalia Zambrano solicita del público apoyo para una empresa con la que ellas han adquirido el compromiso de “no desfallecer” en su propósito y de trabajar tenazmente por conseguirlo.

Complementa la sección editorial del primer número la carta enviada por Josefina Valencia al maestro Sanín, ya mencionada, y su repuesta. En esta correspondencia, tanto Josefina como el maestro expresan sentimientos de cercanía y amistad. Ella, por su parte, le pregunta por su salud y lo invita a su casa de Belalcázar para que cambie de aires; el maestro valora tanto el proyecto como sus conocimientos en materia de publicaciones. Le comunica igualmente su satisfacción por su liderazgo, subrayándole que: “Revistas de hombres hay muchas. Revistas de mujeres son pocas y no todas son femeninas”. Más allá de la carta en referencia, el maestro Sanín no hace una contribución editorial para la primera entrega, pero sí hace durante la existencia de la revista tres aportes. “El poder de la palabra» es su primer artículo en el segundo número. En este señalaba: “Catleya, revista dirigida por mujeres y destinada a esa parte de la especie, va a ser un ensayo desinteresado y curioso de hacer coincidir los hechos con las palabras y sin el menor empeño de disculpar lo hecho por medio de palabras. Espero encontrar en las hojas de esta revista ideas que conozco, expresadas con sinceridad en una forma femenina sin afectación y con una voluntad cristalina”.

Un consejo que también se puede leer como un amable desafío. En medio de la inexperiencia, que ellas mismas reconocían en el ejercicio público de la escritura y el compromiso de responder por todo lo que implicaba una publicación mensual, era comprensible que solicitaran el apoyo especialmente de dos de las figuras intelectuales y literarias de mayor ascendencia en la ciudad y en el país. Este tutelaje tenía que ver también con los parentescos, amistades y vecindades de estas mujeres letradas con las élites de la ciudad, quienes tenían mayor acceso a los espacios y bienes culturales y sociales, tales como la culminación de los estudios secundarios y el desarrollo de estudios más específicos en un campo como magisterio, secretariado o asistencia social, el aprendizaje de uno u otro idioma, el acompañamiento de familiares en viajes de estudio o de trabajo, el acceso a bibliotecas y publicaciones periódicas que les permitieran informarse, crear hábitos de lectura sobre temas de interés y mantenerse informadas de los aconteceres del mundo.

Este ambiente se hacía más evidente en la medida en que Popayán se debatía entre la implementación de los primeros equipamentos urbanos y una industria de la memoria que afianzaba su carácter patrimonial y señorial. En medio de esta tensión, la conmemoración de los cuatrocientos años se convertía en una oportunidad y un escenario de expresión de las diferentes fuerzas sociales, en el contexto de la llamada República liberal. Un tiempo en el que se hace cada vez más público el debate y las demandas sobre los derechos de las mujeres, especialmente el derecho al manejo de su patrimonio, la educación y el trabajo. Es en esta coyuntura en la que florece Catleya como la bella orquídea que, al decir del poeta Valencia, “anclada al viejo roble señorial” demanda igualmente el aire y la luz que vislumbran otros tiempos para unas jóvenes mujeres que desean ofecerle a la ciudad una mirada más amplia del mundo.

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