EDITORIAL
Por: Danilo Reinaldo Vivas Ramos
Como todo plazo, éste inexorablemente se cumplió el día de ayer con la asistencia de cerca de 22.317.255 de ciudadanos que depositaron su voto para escoger el presidente y vicepresidenta del país, mostrando por la votación existente el interés por votar de los colombianos. Solo el 2.24% fueron votos en blanco, el resto fue por los dos candidatos en pugna, de entrada sabíamos que por cualquier opción tendríamos una mujer y, lo más significativo: afrodescendiente, como un reconocimiento a la existencia y lucha de este importante grupo social y étnico; quizá para algunos, que aún traspiran sentimientos esclavistas en nuestra sociedad, una afrenta. Fueron cuatro meses de tire y afloje político, inicialmente en el seno de los partidos y movimientos políticos y sociales para definir los senadores y representantes al Congreso de la República, y los candidatos presidenciales por el Pacto Histórico, Equipo por Colombia y Centro Esperanza.
En las elecciones legislativas del 13 de marzo pasado, el Pacto Histórico, el Partido Conservador, el Partido Liberal, el Centro Democrático, Cambió Radical, la U y los Verdes alcanzaron curules en ambas corporaciones, generando una conformación heterogénea del Congreso, sin una mayoría absoluta de alguno de ellos, lo que determina que, para el tránsito de importante proyectos de ley, será a través de alianzas internan que pueden facilitar u obstaculizarlos, de ahí que el nuevo presidente tendrá que jugársela a fondo para sacar adelante su plan de Gobierno y, en correspondencia, el plan de Desarrollo del país que, por mandato constitucional tiene que presentar al Congreso, para su aprobación, en los primeros 100 días de gobierno, después del 7 de agosto de 2022, fecha de posesión.
La disputa por la presidencia se centró, en la primera vuelta y se agudizó en la segunda, en una lucha frontal entre la Derecha y la Izquierda, llamadas así sin ningún tipo de eufemismos, entre quienes asumieron la defensa del statu quo del establecimiento y quienes decidieron presentar al país una utopía fundamentada en cambios y transformaciones para superar los bajos niveles de desarrollo que tenemos, por considerar que el modelo actual ya está agotado y no tiene posibilidades de resolver los grandes problemas del país, tanto sociales, como económicos, ambientales y de convivencia.
Confrontación que, debido a la aguda polarización política que la permeó, hizo que el debate de ideas y propuestas brillara por su ausencia, reduciéndose a la más baja y burda guerra de ataques, difamaciones, estigmatizaciones, infiltraciones, mentiras, descalificaciones y afrentas, todas ellas como parte de la estrategia, más que para atraer simpatizantes, para oponerse al contendor con rabia y odio. En este propósito se vieron fuertemente comprometidos varios medios de comunicación nacionales, quienes sin rubor alguno tomaron ‘partido’, bajo tres palabras a las que les quitaron todo su significado. Democracia, Libertad y Corrupción, las cuales trataron a su amaño, hasta el grado del manoseo de estas, quitándoles su esencia.
Situación que tuvo su mayor clímax en las redes sociales, que se constituyeron en la herramienta de mayor abuso, transitando por ellas todo tipo de insensateces, campañas y contra campañas, donde la verdad no estaba presente, era claro que ese no era el interés, y, sin ningún tipo de valores y principios generar rencor e animadversión sobre el contender, haciendo del miedo a un candidato y el susto al otro, los elementos centrales de actuación de los ciudadanos ante las urnas.
Ya elegido Gustavo Petro, como presidente, y la caucana Francia Márquez como Vicepresidente de Colombia, con 11.268.752, equivalente al 50.49%, con un margen de diferencia cercano a 750.000 votos con respecto a Rodolfo Hernández, que se quedó finalmente con el 47.25%, no es más que el premio que le dio la vida a Petro por su incansable e indeclinable lucha de más de tres décadas, desde que se desmovilizó como miembro del M-19 y se integró a la vida civil, generando desde su práctica política una férrea y demostrada lucha contra la corrupción y el paramilitarismo en nuestro país, a través de valientes denuncias en el Capitolio Nacional. Petro y Francia lograron llegar a la fibra del pueblo colombiano con ideas, sentimientos, sueños y utopías para aquellos que no han tenido la oportunidad de ser gobierno, en cerca de doscientos años de vida republicana. Llegó la hora de gobernar con sapiencia, conocimiento y talante de estadista, que ha probado que los tiene, en razón de haber sido Alcalde Mayor de la Capital del país.
Paralelo a estas características centrales para el ejercicio de su mandato, en compañía de Francia, toda la militancia política del Pacto Histórico y los ciudadanos que creyeron en este proyecto político deben actuar con humildad y aplomo, para atraer a una buena parte de los que apoyaron la otra opción e incorporarlos a las tareas de un gobierno incluyente, enmarcado en lo que el mismo presidente Petro señaló, días antes de ser elegido: avanzar sobre un gran Acuerdo Nacional, a partir de los elementos centrales del Pacto Histórico y las necesidades de un pueblo resiliente y trabajador, así como de un país que necesita dar un salto cualitativo en el cierre de las profundas brechas que no le han permitido desarrollarse como todos quisieramos.
Le toca al país preguntarse, esperamos que su respuesta sea Sí: Estamos preparados para aceptar un gobierno de cambio, al que se lo quiso derrotar con el odio y el miedo, dejando en muchas personas y sectores frustraciones y sinsabores.? ¡¡¡ A apoyar el nuevo Presidente.!!!