Del Pacto Histórico a un gran Pacto Nacional

Columna de Opinión

Por: Carlos Cañar

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Estaba bien claro desde hace bastante tiempo, aún más con la pasada campaña presidencial, que quien resultara triunfador, necesariamente tendría que buscar la cohesión nacional si es que se quiere hacer posible y gobernable este país consuetudinariamente escindido por el odio y las violencias.

En un país como el nuestro donde primero se aprendió a matar, después a dialogar, donde la violencia se convirtió en una cultura y en donde el derecho a disentir, a sentir, mirar y crear diferente terminó siendo criminalizado, apabullado y excluido; con el tejido social desmoronado, donde llegamos  a lo que entiende Durkheim por anomia, al grado de deterioro social donde todos tocamos fondo y cuya salida es la conciencia colectiva, que es la única respuesta capaz  de devolvernos la fe y la esperanza para poder convertirnos en nación, sin la cual no es posible la unidad nacional o viceversa.

El Libertador Simón Bolívar, al ver cómo se desmoronaba la Gran Colombia, con mucha melancolía sentenció que “en cada colombiano hay un país enemigo”.

La actual coyuntura histórica del país es una apropiada y necesaria oportunidad para demostrarle a Bolívar y al mundo, que sí es posible encontrar en cada colombiano un país amigo.

La reconciliación nacional sólo es posible dialogando y concertando con los contradictores, con los diferentes, con los opositores, con miras al bienestar de la sociedad; reconocer los conflictos como algo inevitable y necesario en la vida social, precisamente porque gracias a ellos- a los conflictos-se pueden generar los grandes cambios, no para empeorar sino para mejorar. Y Colombia no puede ser la excepción.

En un mini ensayo de nuestra autoría, ya publicado hace algunos años, titulado: “Colombia: modernidad postergada”, entre otras cosas señalamos que: “El uso de la ‘razón’ permitió cometer los delitos más atroces. El desarrollo desigual de la población, la insensibilidad social de los poderosos, la guerra como opción política: primero se aprendió a matar y después a dialogar.  El monopolio del poder por parte de los mismos de siempre, lo cual ha sido obstáculo para darles cabida a partidos diferentes a los tradicionales. La crisis del bipartidismo y la imposibilidad de conformar y consolidar unas terceras fuerzas políticas. La falta de organización, de coherencia, de cohesión y de una plataforma política atractiva por parte de la izquierda democrática. Las tiranías y los autoritarismos  que no sólo hacen estragos en el cuerpo sino también en el alma”.

Y agregamos: “Patologías de la democracia tales como la ausencia de un proyecto de Nación, la falta de participación ciudadana, la pérdida de legitimidad de las instituciones, las prácticas clientelistas, corruptas y politiqueras que degradan tanto el régimen como el sistema político. El secuestro y la carencia de garantías para preservar la libertad de los asociados.

El terrorismo que hace involucionar a épocas salvajes y primitivas; el sistema presidencial degenerado en presidencialismo que subsume todos los poderes en el Ejecutivo.  El reeleccionismo que invalida la alternancia del poder. Un Congreso inferior a las expectativas e intereses nacionales. La falta de cultura ciudadana, el desprecio por los valores éticos. La indiferencia por lo público y la inclinación al dinero fácil.  La falta de legitimidad de los gobernantes, son entre muchos otros elementos que identifican   una sociedad desencantada”.

Con el triunfo electoral de Gustavo Petro, tenemos la oportunidad de construir modernidad en Colombia. Su llamado a la unidad y reconciliación nacional ha sido bien recibido por la mayoría de sectores sociales, políticos y económicos y lo que se espera es el tránsito del Pacto Histórico a un gran Pacto Nacional donde quepamos todos los colombianos, sin excluir a nadie y en donde nadie sobre, tal como reiteró Petro hace algún tiempo al senador Carlos Felipe Mejía, del Centro Democrático, cuando éste en tono agresivo y amenazante le dijo al hoy presidente electo que sobraba en el Congreso.

El logro de un Pacto Nacional no significa que quien gobierne pretenda ejercer el poder sin que exista oposición, ni que quienes estén dispuestos a buscar acercamientos y coincidencias con el nuevo gobierno, tengan que enajenarse a éste.

Se equivocan quienes piensan de esta manera. La oposición es imprescindible en toda democracia; sin ella no sería posible el control político y quien detenta el poder terminaría gobernando con poderes omnímodos y ese no es el sentir de Gustavo Petro ni del Pacto Histórico.

Muchas expectativas por el diálogo entre el presidente electo y el líder del Centro Democrático, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez; también por encuentros pendientes de Petro con otros líderes de sectores sociales, económicos y políticos a su regreso del exterior.

Hay buen ambiente político en el país. Calma, deseos de unidad y optimismo. Se espera una transición pacífica el próximo 7 de agosto, que augura, grandes cambios favorables a toda la sociedad.

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