La encrucijada de Duque

FELIPE SOLARTE NATES

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Como se evidenció el 7 de agosto con la energúmena arenga revanchista del presidente del Senado Ernesto Macías, al recién posesionado presidente Iván Duque, en sus escasos 4 años de gobierno (Uribe y Santos tuvieron ocho) le tocará escoger entre privilegiar su propia agenda, para adelantar su ambicioso programa de gobierno resumido en su mesurado discurso de posesión y en el artículo publicado en la edición dominical de El Tiempo del 5 de agosto, o continuar enfrascado y dedicándole tiempo valioso, a los pleitos heredados de sus predecesores girando en torno a: la investigación que por manipulación de testigos y paramilitarismo adelanta la Corte Suprema de Justicia contra su principal mentor, el expresidente Uribe; las modificaciones al acuerdo de paz con las Farc y la continuación de las negociaciones iniciadas con el Eln.

Y aunque a última hora, para la segunda vuelta al carro de la victoria del presidente Duque se le treparon casi todos los partidos que respaldaron a Santos, entre éstos la disciplina para perros no operará, y más con el malestar generado por el discurso del presidente del Senado, pues dentro de Cambio Radical, el liberalismo y la “U”, a pesar de la voluntad de meretrices ante las canonjías de poder que suelen presentar la mayoría de senadores y representantes, hay congresistas dispuestos a esgrimir algo de dignidad y a no tragar entero, y menos cuando les advirtieron que no habrá mermelada, y a debatir las propuestas de reformas que el gobierno presente en los debates, donde los únicos incondicionales serán los más recalcitrantes del Centro Democrático, al estilo del citado Macías y las vociferantes senadoras Paloma Valencia, Paola Holguín, la Cabal y del implicado en la tramoya de manipulación de testigos en la investigación a los Uribe, el congresista Prada del Huila.

Fuera de lo anterior, por primera vez y estrenando el Estatuto de Oposición, el presidente Duque enfrentará una variopinta bancada de firmes y experimentados opositores encabezados por el candidato derrotado Petro, más los Robledo, Cepeda, Iván Marulanda, Mockus, voceros de las Farc, entre otros, dispuestos a dar debates en los recintos del Senado y la Cámara y a movilizar en las calles a sus seguidores cuando lo consideren conveniente.

Quiéralo o no al presidente Duque, quien inició su carrera administrativa con JM Santos, cuando fue ministro de Hacienda en el gobierno de Pastrana, tal como hizo éste, le tocará soltársele de la coyunda a los nostálgicos de la ‘Seguridad democrática y los tres huevitos’ y al expresidente Uribe, quien aspira a seguir gobernando en la sombra, ejerciendo el tercer mandato que le negaron las Cortes y el Congreso, como el caudillo eterno y terco que es.

Tal como lo evidenció en su discurso y en la campaña presidencial en la que en la consulta del Centro Democrático derrotó al sector más derechista de su partido encabezado por Rafael Nieto Loaiza, si el presidente Duque quiere sacar adelante los ambiciosos proyectos que expuso en la plaza de Bolívar y fortalecer en el Congreso la unidad de las bancadas de los diferentes grupos políticos que lo apoyaron en la segunda vuelta, tiene que poner en su lugar a la línea arrabalera de hooligans de su partido, si es que aspira a concretar los urgentes cambios que necesita el país en aspectos trascendentales, como las Reformas a la Justicia, Salud, Educación, Política, Impuestos, Industria y Comercio, lucha contra la corrupción, etc, sin olvidar que por mandato constitucional, la esencia de los acuerdos con las Farc no puede abandonarse y hay que aplicarla, así sea con modificaciones negociadas en el Congreso y gústele o no a él y a los sectores más radicales del Centro Democrático y de su coalición de gobierno quienes no pueden desconocer la disminución de la violencia especialmente en las regiones donde se concentraba el conflicto y el mejor ambiente para las actividades productivas y el turismo nacional e internacional que se ha disparado después de la firma de los acuerdos.

Otra papa caliente que tendrá que tragarse será la de los pataleos que están dando las dictaduras constitucionales de Venezuela y Nicaragua, países con los cuáles tenemos históricos diferendos por límites, que sirven de pretexto para que Maduro y Ortega calienten a sus fanáticos invocando el nacionalismo cuando lo necesiten para ocultar otros problemas.

Si el presidente Duque aspira que para el Bicentenario de la Independencia los colombianos, sin olvidar las diferencias políticas nos unamos en torno a programas y proyectos de interés nacional y ciudadano, lo primero que tiene que hacer es controlar a los fanáticos de su partido. De lo contrario su gobernabilidad se irá para el carajo y en lugar de pasar a la historia como el presidente más joven que ayudo a transformar el país será visto como una descachalandrada marioneta.