Editorial: Prevención, educación y sexualidad

Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf), “el embarazo adolescente es causa y consecuencia de las más grandes inequidades de la sociedad. Trabajar en su prevención es una de las prioridades del Gobierno Nacional que requiere a su vez la participación activa de la sociedad”.

En la última encuesta de demografía en salud de 2015, el porcentaje de embarazos en adolescentes para Colombia estaba en 17,4%. De 2010 a 2015 ha descendido en un 2.1%, en comparación con el Cauca que en los últimos seis años ha presentado un descenso significativo. En este ítem, las cifras señalan de un 5.2% en embarazos en adolescentes en las edades de 10 a 19 años; puesto que en el año 2012 el Departamento tenía un porcentaje del 29.2% y en este año, con corte a septiembre cerró en un 24%; mientras que en Popayán desde el año 2014 se ha registrado una reducción progresiva que supera los 110 casos, y en 2018 la tendencia se inclina a una cifra histórica con el menor número de embarazos adolescentes.

Investigaciones del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) señalan que “el más del 50% de los embarazos en madres en este rango no son planeados, esto significa que si una adolescente tuvo su primer hijo a los 15 años tiene una posibilidad de 86% de tener tres hijos a los 20 años”. Organismos internacionales consideran que un embarazo temprano es una de “las trampas de la pobreza”, ya que impide a las personas de estratos más vulnerables de una sociedad superar las condiciones sociales y económicas adversas de su entorno y por el contrario las mantiene.

Por ello la importancia de campañas como la denominada recientemente como ‘Construyendo mis sueños alcanzo lo que quiero’ que pretende estimular a los jóvenes para que se fijen metas en su vida y las concreten y entiendan que pueden llevar una sexualidad plena, en donde tener un hijo es una decisión que puede esperar, para que sea en el momento en que la pareja tenga una mayor estabilidad emocional y económica. En un país donde solo la mitad de los embarazos son deseados, el mejor regalo que podemos darles a los bebés es recibirlos cuando estemos preparados.

Con el paso de los años, en Colombia esta tipo de jornadas han venido tomando importancia debido al número de niñas y adolescentes que, por diversos motivos -todos apuntando a la educación-, quedan en estado de gravidez.

Si bien es cierto que la educación sexual es apenas uno más de los vectores por los cuales se trabaja en la prevención del embarazo temprano y de las ETS, y que por su parte la familia es la instancia que acompaña y en últimas la responsable por cada menor de edad, ha sido el sector educativo el que tiene que enfrentar moral, ética y cotidianamente el tema sexual.

Desde la entraña de la práctica docente se ha hecho todo lo posible para educar en la sexualidad, generar contenidos y estrategias, costo que asumen los colegios a falta de textos especializados o formación pedagógica específica; pero frente a una sociedad lobuna que infunde por todos lados valores sexuales, los educadores no han sido ajenos a la tarea.

Se espera pues que los programas para prevenir este tipo de problemáticas se tomen en serio a nivel de región, como políticas que superen los periodos de gobierno. Se viene entonces ahora, un trabajo direccionado en la participación social y educativa con presencia constante en los municipios de mayor estadísticas para visibilizar el tema y ponerlo en la agenda pública, no solo institucional sino de los adolescentes, la comunidad y sus familias.