Designación muy inconveniente

ANA MARÍA RUIZ PEREA

@anaruizpe 

El nombramiento de Alejandro Ordóñez como Embajador de Colombia ante la OEA es un despropósito con el que el Presidente Duque borra con el codo lo que trata de escribir con la mano. Como, por ejemplo, el acuerdo político firmado la noche del 29 de agosto que encarrila un consenso nacional para obligar al Congreso a legislar de manera expedita los proyectos de ley anticorrupción. En la práctica este acuerdo equivale a los 465.391 votos que le faltaron a la Consulta para lograr el umbral, porque el Congreso se compromete a sacar adelante, de aquí a diciembre, las leyes anticorrupción que por décadas se negó a aprobar. Claro que tendrán que hacer negociaciones para acordar la redacción de varios proyectos de diferente origen, pero si nada excepcional sucede (y en este país pasa cualquier cosa) en la tercera semana de septiembre deben estar radicados los proyectos de ley que corresponden a los 7 mandatos de la Consulta que votamos 11.674.591 personas. Haber propiciado este acuerdo en la Casa de Nariño le dio a Duque la oportunidad de mostrar una dimensión de jefe de Estado.

Pero lo que hace con la mano, lo borra con el codo sosteniendo el nombramiento de Alejandro Ordóñez como Embajador ante la OEA, y las razones son muchas. Como Procurador, mientras aquí era investigado por clientelismo (tú me eliges, yo nombro a tu pariente), el alcalde Petro, destituido arbitrariamente e inhabilitado políticamente por él, acudía ante la CIDH buscando medidas cautelares protección de sus derechos políticos. Como resultado de estos procesos, el Consejo de Estado declaró nula la segunda elección del Procurador por manipulación corrupta, y a Petro le fueron restablecidos sus derechos políticos.

Alejandro Ordóñez es un feroz enemigo del proceso de paz con las Farc, crítico acérrimo del presidente Santos a quien acusó de querer “convertirnos en otra Venezuela”, y ha vociferado cosas como ésta en tuiter: “¿Quiénes componen la CIDH?: Miembros de la izquierda internacional en busca de recursos para financiarse”. Un tipo que ha sido denunciado ante una instancia internacional, y que desdice y tergiversa el sentido de esa instancia, no puede ser nombrado en cabeza de la delegación diplomática ante ese sistema.

El nombramiento de Ordóñez en una embajada parecía ser el destino obvio para retribuir su apoyo a la campaña del Centro Democrático a la presidencia, al fin y al cabo, en este país que sigue utilizando el servicio exterior como la caja menor de pagar favores políticos. Pero Colombia tiene más de 50 embajadas ante el mundo, ¿era necesario ponerle la mermelada de la OEA a la tostada de este vocinglero y fundamentalista aliado político? Y, de otra parte, ¿por qué tanto interés de este señor en llegar a esa embajada?

Embajadores de Colombia ante la OEA los ha habido malos, peores y regulares, provenientes de la política, la diplomacia y la academia, pero en ningún caso alguien denunciado por violación a Derechos Humanos ante la CIDH. Que sea culpable o no, es otra cosa. Lo cierto es que alguien con la visión estrecha y sectarista frente a la defensa de los derechos como ha demostrado ser el señor Ordóñez, no ayuda en nada al fortalecimiento de estas instancias supranacionales, creadas para ponerle contrapeso a los abusos del poder que cometen los estados miembros. Alguien que antepone la justicia natural y el derecho divino a la jurisprudencia internacional no puede ejercer la diplomacia de un Estado laico. O como dice Catalina Botero, exrelatora especial de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), “Si en realidad al Gobierno le importa frenar los gravísimos abusos en Venezuela o Nicaragua, por ejemplo, debería enviar a la OEA a alguien que defienda y proteja al Sistema Interamericano. Ese no es Ordóñez”.

La inconveniencia de este nombramiento, que el Presidente Duque y su Canciller aun pueden reversar, ya ocupa planas en la prensa internacional que ha hecho eco de las opiniones de académicos, medios de comunicación y columnistas. No se trata de ataques de la “izquierda internacional” como dice el señor Ordóñez; es la legítima preocupación por entregar la voz de Colombia en la OEA a un personaje con una agenda propia en la que se prioriza la protección de los valores morales frente la ‘ideología de género’, el aborto, la ‘destrucción de la familia’ y de la sociedad.

Colombia ha sido protagonista y actor relevante en la OEA desde su nacimiento, en los patios del bogotano Gimnasio Moderno, aquel viernes 9 de abril de 1948. Esta tradición tensa el pulso por el nombramiento de Alejandro Ordóñez, que es como poner al ratón para cuidar el queso del respeto entre naciones, del reconocimiento a los derechos de las minorías, del manejo de la diplomacia multilateral. Alberto Lleras Camargo se debe estar revolcando en su tumba.