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¿Qué pasó en la vereda Huellas, zona rural de Caloto, donde un residente del Resguardo de la zona murió tras ser alcanzado por la onda expansiva de un artefacto explosivo?
Esa es la pregunta que se plantean ahora las autoridades judiciales, luego que los líderes indígenas de esta zona del departamento permitieran que una funeraria recogiera el cadáver de Alberto Rivera, a eso de las 3:30 de la madrugada del pasado viernes, a pesar de que la explosión sucedió alrededor de las 8:30 de la noche del día anterior.
A esa hora de la madrugada, los funcionarios de la Policía conocieron de la situación y solo lograron establecer, a través de la compañera sentimental, una escueta versión que deja una serie de interrogantes, cómo por ejemplo qué clase de explosivo se activó o si este fue arrojado a la vivienda donde residía este agricultor, como indicaron los policías que atendieron esta situación.
“La esposa indicó que Iván Rivera estaba frente a la casa, cuando ella escuchó la detonación, entonces salió a ver qué era lo que había pasado, encontrándose con el cadáver de su ser querido en el piso así como un muro de la residencia destruido, pero ella no precisa si fue que lanzaron este artefacto o este estaba en el sitio y se activó”, explicaron funcionarios judiciales que atendieron esta situación.
A pesar de confirmarse esta situación, las comunidades nativas no se han pronunciado por este tema, más cuando el mismo día en que se registró esta muerte violenta, se presentaron en la zona crueles enfrentamientos entre nativos e integrantes del Esmad de la Policía, primero en la finca La Emperatriz y luego en El Palo, donde cinco nativos resultaron heridos, bien lo denunció la Acin ante los medios de comunicación.
Ya sobre la vida de Alberto Rivera, se estableció que tenía 63 años de edad, se ganaba la vida como agricultor y oriundo de este municipio nortecaucano.
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