¿Terrorismo “Lícito”?



EDUARDO NATES LOPEZ

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Por supuesto que estoy rechazando rotundamente, como la inmensa mayoría de los colombianos y casi que el mundo, el inadmisible atentado contra la Escuela de Cadetes General Santander, de la Policía Nacional y me uno a todas las voces para expresar mi solidaridad con esta gran entidad que lleva más de un siglo defendiendo la institucionalidad y la democracia de Colombia. ¡No puede volver a suceder algo así! Pero transcurridos varios días del doloroso evento, y cuando la discusión nacional, insólitamente se ha desplazado del dolor por los muertos a la gravedad que puede significar “desconocer los protocolos”, es factible, entonces, dedicar unas reflexiones, llamémosle periféricas, al atentado, ya superada la estupefacción que produce.

Cuando el MinDefensa inicialmente informó cómo había entrado el carro-bomba, no dijo toda la verdad y eso es inaceptable. Ocultó las fallas en los mecanismos de seguridad en la portería y esa evidente falla aflorará como negligencia en las potenciales demandas contra el estado que interpondrán las familias de las víctimas, pues la “gira turística” en que andaba paseando el vehículo cargado de explosivos por las instalaciones de la escuela es sorprendente. O, quizás, esa laxitud en el control del acceso a una instalación militar puede ser producto de una confianza impropia, que se fue entronizando con las tales negociaciones que implantó el gobierno anterior. ¿Será que nos creímos el cuento (que muy bien supo echar Santos durante su interminable gobierno, venteándose la cara con el pergamino del premio Nobel) de que el país estaba en completa paz?… Y nos relajamos, sin pensar en que eso era minúsculamente cierto y que habían quedado vivas muchas otras estructuras terroristas, quizás, con mayor capacidad de daño que las FARC. A lo mejor, con el reconocimiento de su autoría de los hechos, el ELN está anunciando que el precio de su negociación será superior al que pagó Santos, con pasmosa desvergüenza, con los recursos y la conciencia de los colombianos. ¿Cuántas curules, cuánta impunidad, cuántas JEPs habrá que preparar, entonces, para girarles a los jefes de esta guerrilla, por cierto, tanto o más cancheros y estrategas que sus colegas de las FARC que a pesar del atentado del Club El Nogal, hoy están en el Senado y la Cámara? Definitivamente las enseñanzas del acuerdo de La Habana degeneraron hasta el significado de las palabras: ¡Todo es “lícito” si de negociar la paz se trata…!

Llaman también la atención comentarios (más oportunistas que apesadumbrados) de personajes pertenecientes a la “farándula del conflicto”, como Álvaro Leyva o el senador Iván Cepeda, que dicen que “no encuentran razonable, o que es exagerado que el Presidente Duque haya roto las negociaciones con el Eln a causa del atentado”… ¿Pensaran en realidad así? O ¿será una estrategia comercial para ofrecer de nuevo sus “servicios profesionales especializados” para la potencial negociación que vislumbran, ahora con este grupo? Capaces son… Jamás les ha faltado ni “carreta” ni “olfato” para ubicarse en el sitio preciso, al borde de la ley. El primero, desde que salió del gobierno de Pastrana papá, ha sonado en todos los escenarios relacionados con las guerrillas, pero del lado de acá. El otro, más parece del lado de allá, pero ejerce la política desde el lado de acá. Finalmente, acaba uno malpensando que eso es un negocio por demás lucrativo, en el que muchos y mucho ganan los “avispados” que se prenden de “la teta precisa” y todo lo acabamos pagando los de ruana, bien a través del incremento del IVA y demás formas de sostener una estructura estatal obsoleta y corrompida.

Peores aún serán las especulaciones malévolas de los otros actores de la misma comedia, que conocemos, y no han querido pronunciarse aún, pero que ya comenzarán, ladinamente, a aparecer y a cuestionar lo que de buena fe habrá de plantear el Presidente Duque como estrategia para devolverle la tranquilidad y la esperanza al pueblo colombiano. Y debe hacerlo rápido, con una gran creatividad e imaginación, porque Santos se gastó no solo la plata sino la credibilidad y la paciencia del pueblo colombiano. Es este un momento por demás difícil para el gobernante actual, que le tocó reemplazar a un hábil jugador que se ganó el Premio Nobel de la Paz, sin Paz…