Sabiduría y violencia


ROBERTO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ

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La Atenea de los griegos antiguos, Minerva para los romanos del imperio, fue la representación de la diosa de la sabiduría entre los sabios, protectora de las artes y de las ciencias, figura utilizada para mostrar el máximo fulgor de aquellas épocas de dioses-humanizados. Pero, ¿cómo fue posible que también se la considerase la diosa de la guerra?

Se trataba de pueblos que cultivaron la filosofía y al tiempo hicieron las guerras, y tratando de ser coherentes muchos de sus gobernantes guardaron una debida prudencia en los combates, obteniendo solo las ventajas necesarias para sus Ciudades-Estados. Sabio y esclavista no era una contradicción en aquellos tiempos; también los dioses tomaban partido y ayudaban a los pueblos y héroes que les reclamaban sus protecciones y sus buenos consejos.

En los relatos de la Odisea, Atenea favoreció al héroe Ulises en sus largas y peligrosas aventuras del añorado regreso a su patria, Itaca. Allí el autor representó las grandezas y bajezas de los seres humanos en sus luchas por el poder, sobre todo haciendo que los dioses fueran grandes protagonistas de las sabidurías y de las tácticas y estrategias.

Hoy, como resultado del pensamiento modernista a reconstruir, tanto la sabiduría como la guerra han sido conceptos manipulados sobre todo para utilizar las ciencias en los desarrollos de los conflictos políticos armados, claro, en contravía de los postulados de integración de lo ético con lo político. Es decir, las violencias políticas han sido vistas como fines perseguidos por los gobiernos para sostenerse. Hoy Palas Atenea no acompañaría a nuestros actuales gobernantes.

Sin embargo, las contradicciones entre sabiduría y guerra pueden ser resueltas por otras vías, con sabiduría, en los espacios comunitarios y a partir de la creación de infraestructuras de paz y de convivencia y de aislamiento de las violencias. Hoy los asuntos públicos son en gran parte pensados y decididos por las organizaciones y liderazgos sociales a través de sus planes de vida y de etnodesarrollo, que contienen propuestas concretas –cogestionadas y autogestionadas- con destino a los futuros planes de desarrollo institucionales. Sin embargo, en los escritorios de los funcionarios encargados de tramitar dichos planes no han contado mucho estas previsiones. Por lo menos no tanto como las órdenes interesadas de sus jefes políticos.

Atenea/Minerva, representada en la conocida figura de un búho o una lechuza, jamás perdió una batalla, su opción por una sabiduría que recurre a las armas como razón última, era la de un estratega que no pierde ninguna posibilidad de vencer sin recurrir a la fuerza irreflexiva de su hermano Ares, conducido este por el miedo y el terror no por la sabiduría.

Ares libraba batallas mientras Atenea prefería usar el don de las palabras, aquella guerra militar, esta las guerras mediadas (valientes pero prudentes). Enfrentados Atenea y Ares venció ella, con todo lo que significó que la sabiduría derrotara a la fuerza bruta.

Pensemos en los límites éticos de las violencias, superando los obvios debates sobre lo necesario de la ética y lo inevitable de la fuerza: hoy, el fundamentalismo individualista, religioso y competitivo del neoliberalismo, convertido ahora en populismo anárquico, deja sin opción a la ética y fortalece las vías irreflexivas. Infortunadamente, el llanto y la inoperancia de Palas Atenea no permiten apreciar la acción tranquila de la sabiduría de la diosa. Ese no puede ser nuestro destino, Ares nunca venció a Atenea.