Respetar al Cauca

EDUARDO NATES LÓPEZ

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Este título sugestivo, surge a raíz de lo que le está sucediendo al pobre rio Cauca en su paso por el departamento de Antioquia, buscando, (como dice el bello bambuco del compositor caucano Silvio Fernández V.) “…a su hermano, el río Magdalena, para perderse en el mar…”

Coincidiendo con muchos de los artículos que ha generado el desastre ambiental (irreparable¿?) que estamos presenciando en estos días, no es propiamente grato ver cómo la soberbia y la codicia humanas llevan a herir de esa manera a la naturaleza y a atropellar a nuestros congéneres, así sea acompañando la pujanza y el deseo de progreso, proverbiales del pueblo paisa. En este caso de Hidro-Ituango, el alarido de dolor de la tierra, del agua y de los muchos miles de habitantes de su entorno, ha sido aterrador y muy costoso, a pesar del progreso que traerá la energía, más adelante…

Repasando un poco mi pasado de líder gremial, recuerdo que una vez, por allá en 1986, en una reunión de la junta directiva de Confecámaras, en Medellín, en calidad de Presidente de la Cámara de Comercio del Cauca, solicité el apoyo de esta confederación, tan escuchada a nivel nacional, para impulsar los proyectos hidroeléctricos que por esa época alimentaban importantes expectativas para el Cauca (y aún lo son…): Julumito y Micay. La “cordial” negativa a la solicitud, envuelta en medio de razones supuestamente “procedimentales”, me mostró que, en la práctica, el panorama nacional de la generación energética estaba políticamente reservado casi que con exclusividad para Antioquia. A tal punto que hoy, a pesar de unas pocas y valientes excepciones en Huila (El Quimbo) y Santander (HidroSogamoso), y de ser esta una actitud claramente monopólica proscrita por la Ley, al rededor del 70% de la generación de energía nacional ocurrirá en Antioquia, cuando entre en funcionamiento la controvertida Central Hidroeléctrica de Ituango. (Quiera Dios que la naturaleza lo permita, pues sería aún peor que, ya causadas las heridas ecológicas y sociales, el proyecto fracasara).

Volviendo al título de este escrito, es evidente que la “falta de respeto al Cauca”, se presenta no solo con el río que le da nombre al departamento sino también con éste mismo, y por sus líderes políticos, pues sigue siendo en extremo lamentable que, en tanto tiempo, no hayamos sido capaces de sacar adelante este par de anhelados proyectos (y otros más, incontables). Julumito, a pesar de los altos costos a los que saldría el kilowatio, ofrece otra serie de compensaciones para Popayán y el Cauca que justifican su viabilidad. Y qué decir de Micay, que aun habiéndole agregado el insólito y sumiso antenombre de “Arrieros del…” (Para complacer melosamente al entonces Presidente Belisario Betancur) y de tener muchísimas ventajas económicas, ambientales y sociales frente a muchos otros proyectos hidroeléctricos nacionales, tampoco salió.

Es una gran tristeza y dolorosa experiencia para la prepotencia técnica de los constructores de Hidro-Ituango lo que le ha sucedido al río Cauca, por atropellar los tiempos de los procesos naturales y los procedimientos técnicos ortodoxos, para complacer los intereses agiotistas del reloj del “Dios dinero”. Así mismo es para los caucanos, que no tengamos quien nos defienda políticamente, como sucedía con nuestros antepasados que no solo con su verbo y su inteligencia, hacían respetar el nombre del Cauca a los más altos niveles económicos, políticos y sociales sino con liderazgos honestos y trascendentes.

La “Parábola del río Cauca” nos está enseñando las consecuencias de la arrogancia y la miseria a la que nos puede llevar el atropello a la naturaleza y a las comunidades que respetuosamente derivan su vida y sostienen la convivencia con ella. Y está dictando su clase, trasladando por sus aguas el escenario al público nacional en el sitio más visible y con el nombre de una región crítica e históricamente muy significativa. Es una paradoja magistral, consecuencia de haber dejado de ser grandes, por haberse dedicado a pensar en pequeño; en modo de parroquia, peleándose a dentellada limpia (o puñalada trapera) por a quien colocan en los cargos menores de la burocracia regional, o con quien compran las alcaldías o la gobernación, mediante el pago diferido con los contratos y concesiones. En fin, un total irrespeto al Cauca.