Mas alla del ruido y del humo

ORIANA MENDOZA VIDAL

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Esta semana la sociedad colombiana vivió nuevamente escenas de pánico y dolor por lo sucedido en la Escuela de Policía General Santander en Bogotá, las reacciones no se hicieron esperar, desde todos los grupos de la sociedad civil, y ciudadanos solidarizándose con las víctimas. No obstante, en redes sociales también se evidenció polarización, posiciones políticas encontradas, señalando culpables a diestra y siniestra.

Esta lamentable situación, que fue repudiada a nivel internacional, sirvió para que jóvenes, mujeres y hombres se expresaran libremente y develaran algunos fundamentales sobre los que la sociedad colombiana está educando a sus hijos. Unos me aterraron, otros me llevan a compartir con ustedes parte del discurso pronunciado por el Dr. Luis Carlos Valenzuela en noviembre de 2001. Comienza el Dr. Valenzuela con esta frase: “Las grandes mentes discuten ideas; las mentes promedio discuten eventos; las mentes pequeñas discuten gente.”, muy diciente para la actual coyuntura. ¿En dónde se ubica cada lector?

Ahondemos en la significancia del asunto, el Dr. Luis Carlos se esfuerza por disertar acerca de la dimensión de las ideas y los conceptos, prosigue diciendo que: “Confundimos estar informados con entender, siendo que no tienen relación alguna. Estar informados es aquello lleno de quienes, cuándos y cómos, que en un instante oímos, al siguiente repetimos como si fueran ideas, y aún más patético, como si fueran nuestras, para inmediatamente olvidarlas. Estar informados nos da nuestra dosis diaria de indignación. La indignación, esa cómoda sensación que nos libera de toda responsabilidad de pensar y de entender”. ¿Será esto lo que nos esta ocurriendo desde el jueves 17 de enero a las 9:32 am, o estamos así desde antes? “Entender implica vincular conceptos y tener noción de causalidad. La carencia de contexto y de causalidad de lo que llamamos información, es lo que permite que las derechas parezcan izquierdas; que el populismo parezca social; que el absolutismo moral se presente como progresivo”.

Otra parte de su discurso que me llamó la atención señala que “Confundimos opinar con argumentar, cuando tampoco tienen nada que ver. Opinar es esa cosa livianita donde se pontifica sobre lo que se sabe y lo que no se sabe. Opinar es cuando quienes nunca han tenido que tomar una decisión en su vida juzgan como veteranos generales de mil batallas. Opinar es cuando se entierran ideologías que nunca fueron aplicadas y aún menos entendidas. Opinar es aquello que tiene enorme capacidad de destruir y casi nula de crear. Casi siempre se opina de gente. Casi nunca de ideas. Es que las ideas requieren argumentos”. Nada más cierto y real, reflexión poderosa y actual para nosotros, especialmente para las particulares características de la sociedad payanesa, cada uno sabrá a qué me refiero.

Sin profundizar más en los argumentos del Dr. Valenzuela, considero que lo expuesto merece una lectura pormenorizada, que nos lleve a respondernos en nuestro interior qué podemos cambiar desde nuestras actitudes, desde nuestra educación y la de nuestros hijos, para frenar aquella tendencia que nos impulsa a llenar los vacíos de las ideas con resentimientos, buscando las culpas en el otro, como dice la enseñanza: mirando la paja en el ojo ajeno, sin revisar la viga en el ojo propio.

Por supuesto expreso mi solidaridad hacia las familias de las victimas de este hecho absurdo que enluta al país, pero también me solidarizo con las familias de los cientos de lideres sociales que han sido asesinados en Colombia, con las familias de las mujeres victimas de maltrato que dieron su vida sin encontrar respuesta oportuna del Estado, las familias de los niños que han muerto tras un hecho de abuso sexual y brutal maltrato, las familias de aquellos que mueren a consecuencia de la intolerancia que termina en una riña mortal, las familias de los que han muerto tras un atraco por un celular o por el asalto a sus establecimientos de comercio, por la extorsión y el voleteo, en fin … “todas las vidas valen”.